MADRID

Damián y una espada que elimina tres orejas


domingo 1 septiembre, 2024

El charro pinchó con insistencia dos faenas de torero desgarrado en las que Las Ventas rugió cada muletazo; Sánchez Vara y Rubén Pinar no rayaron al mismo nivel

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El coso venteño abría sus puertas para el primer desafío ganadero del mes de septiembre. Una corrida de Saltillo y Valdellán esperaba en chiqueros para un cartel donde estaban anunciados Sánchez Vara, Rubén Pinar y Damian Castaño.

Sánchez Vara firma una asentada e importante obra al primero y la falla con la espada

El Hierro de Saltillo llevaba el primero del festejo, un toro alto, montado, larguísimo y con gran trapío, lo contrario que debería ser un animal de este encastre. Sánchez Vara comprobó su bondad en un manojo de verónicas bien dibujadas, con una media de gran fuste para rematar el coreado saludo. Al caballo acudió desde su distancia, pese a las protestas de los custodios, que no suelen comprender lo difícil que es quitarle la voluntad a un toro. En el segundo encuentro se fue el toro a regatear al picador y, sin embargo, culparon al montado del mal proceder del toro. Inaudito. Y aún lo pusieron una vez más, para dejarse en la horrible pelea en el penco lo poco que guardaba en el fondo. Todo fue en detrimento de Sánchez Vara, porque todos los defectos que sacó el animal tuvieron que ver con la falta de fuerza y la línea defensiva que ello conlleva. Lo que ocurre es que no es lo mismo que se defienda uno del montón a que lo haga uno de Saltillo. Pero el caso es que el toro tenía fondo y ganas de embestir con importancia, de no haber sido los tres trancazos. Y Sánchez Vara anduvo valeroso, inteligente y asentado con él, todo por ese orden, que era la manera de superar al animal. Se impuso a él con la diestra y aún tuvo arrestos y tauromaquia para dejarle cuatro o cinco naturales de verdadero sentimiento a un toro que nunca ofreció franqueza. Pero se atascó con la espada y allí, tras un aviso, se diluyó la buena imagen ofrecida.

Pinar y el segundo no se entienden en su porfía, a pesar de tener buenos pasajes

También de Saltillo era el segundo cárdeno de la tarde, y también tenía trapío sobrado para Madrid. Y mejores hechuras que el anterior, pero echó las manos por delante y se fue quedando cada vez más corto en los lances de saludo de Rubén Pinar con el capote. Fue con franqueza al caballo en el primer encuentro y se mantuvo allí debajo mucho rato. En la segunda vara marró el picador y Pinar cambió el tercio para preservar lo que guardase en el fondo el animal. Quiso Pinar ponerlo en la distancia en la muleta para aprovechar las inercias al ponerlo en ritmo, pero nunca se dejó un toro que quiso la muleta plana delante sin trucos para embestir con emoción. Si no se la daban así, se paraba. Perobtenía muy buen comienzo del muletazo y un magnífico embroque, que era lo que buscaba Rubén, hasta que la búsqueda al natural la comenzó a castigar el toro con frenadas a destiempo y quedadas bajo las telas. Mató con brevedad y escuchó una ovación.

Damián Castaño le cuaja la clase al tercero, de Saltillo, y la espada se lleva los premios

El tercero, con sus manos cortas, su lomo recto, su badana y sus carnes apretadas, fue el mejor hecho de los tres de Saltillo, aunque repitió rabiosillo en el capote de Damián Castaño. Hubo que ponerlo debajo a tomar la primera vara y también en ella sacó el genio, pero salió perdiendo las manos. Se dejó pegar en su segunda arrancada al penco. Bien ejecutado fue el tercer puyazo, donde sí empujó el de Saltillo más de lo que le intentaron dar. Sobre todo con la muleta, donde le costó al salmantino que la plaza volviese a rugir. Pero cuando se la echó a la zurda para ser lo más sincero que pudo con la condición del animal, dejó naturales encajados, preñados de sentimiento de un torero que lo transmite con facilidad. Maciza voló una tanda diestra, epílogo de la faena, coreada por la plaza entera. Como los naturales a pies juntos que desgranando de uno en uno con parsimonia, con compás, con entrega y con el afecto demostrado de un Madrid que ya era suyo. Pero media pescuecera en el primer intento no fue la mejor manera de rubricar la obra. El descabello, además, lo diluyó todo en un aviso.

Sánchez Vara ve cómo se le apaga en la muleta un cuarto que mostraba un buen tranco

El cuarto, que también era el primero de Valdellán, mostró las diferencias de procedencia en las hechuras, pero también fue buena su presentación. Embistió por abajo en el capote de Sánchez Vara, pero renunció éste a lancear en favor de poner en ritmo al toro. Pronto en la acometida, casi al relance se arrancó al penco, haciendo saltar al picador al suelo, pero se levantó y defendió su montura. Igual que lo tuvo que hacer después, derivado el penco y estando él aún montado. Lo puso largo una tercera vez el matador, que lo había visto embestir el percal con tranco y con humillación. Se arrancó con alegría, pero a penas le señalaron el puyazo, en una gran labor del picador. Esta vez sí, fue Sánchez Vara quien firmó el tercio de banderillas, comprometido y meritorio por la exigente arrancada picante del de Valdellán. Pero no fue esa la que sacó después, en la muleta, y le costó un mundo al torero alcarreño extraer los muletazos con cierta limpieza. Comenzó a perder las manos el de Valdellán, además, y cuando terminó de claudicar comprendió Javier que se había acabado lo que se daba. Una estocada trasera acabó con la película en silencio.

Pinar se enreda en agradar a un sector del tendido con el anodino Valdellán que hizo quinto

El segundo de Valdellán, quinto de corrida, ya se le había parado a Rubén Pinar antes de concluir el saludo capotero. Costó no sólo que se arrancase al caballo, sino que se fijase en él, pero cuando fue, con un tremendo topetazo, se llevó un trancazo criminal. No se había cambiado el tercio y ya sangraba el toro hasta la pezuña. Con la muleta, con la que le estaba tomando la distancia con inteligencia, se le ocurrió a Rubén irse a torearlo debajo del 7, para que le dijeran cómo tenía que torear. De ahí en adelante, claro, todo fue un despropósito, porque ya no volvió a centrarse en lo que estaba hasta que agradó a tres con un remate que le cantaron allí. Y mira que se afanó porque le sirviera un toro que no lo hacía ni bien ni mal ni todo lo contrario, y que no entrará en los anales de Madrid. La faena de Pinar, tampoco.

Damián vuelve a perder el premio gordo por la espada tras una faena de abandono y gusto

El cierraplaza, de Valdellán, se revolvió muy en corto en el saludo a la verónica de Damián, casi sin darle tiempo ni espacio para rehacerse, pero terminó rematando el recibo. Bien medido el animal en el primer puyazo de Héctor Piña, mucho más largo lo dejó Castaño en el segundo, pero le costó acudir desde ahí. Cuando lo hizo, sin embargo, fue una brasa de codicia hasta alcanzar el peto. El público protestó que no fuese el toro una vez más al caballo, pero el presidente decidió cambiar el tercio. Con la montera calada se fue a torear Damián, por ambos pitones en el tercio, dejando dos trincheras y un desdén fabulosos. Había que torear pronto. Por eso se despatarró con la diestra y pidió toro, que embistió con emoción para que lo crujiese por abajo el charro, arrastrando siempre la muleta con un ritmo fantástico. Y no fue fácil el de Valdellán, al que le sobró acometididad, pero le faltó clase y no siempre tuvo entrega. Porque el toreo que exponía Damián exigía, al menos, lo mismo que daba. Vertical, sin prisas, sin importar nada fuera del ruedo, Castaño fue enganchando los naturales y dejando que el vuelo zurdo cincelara el muletazo para que rugiera Madrid. Transmitado el charro, que sabía que la acababa de liar, nada menos que en Madrid. Tomó agua, agarró el acero con calma y… volvió a pinchar. Varias veces. Tanta mala suerte no podía ser.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Corrida de toros. Menos de 4.000 personas en los tendidos.

Toros de Saltillo (1º-2º-3º) y Valdellán (4º-5º-6º). Con raza y fondo el muy castigado primero, aplaudido en el arrastre; embestidor pero exigente el buen segundo, aplaudido; entregado y con clase el noble tercero, ovacionado; alegre y con buen tranco muy a menos el cuarto; anodino y sin transmisión el espeso quinto; obediente y noble el buen sexto.

Sánchez Vara (Rosa y oro): Silencio tras aviso y silencio

Rubén Pinar (Blanco y plata): Ovación y silencio

Damián Castaño (Malva y oro): Vuelta al ruedo tras aviso y ovación tras aviso.

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FOTOGALERÍA: PABLO RAMOS