El pasado 9 de mayo, con mucho tiempo para preparar las promociones, la empresa Toros Sureste, comandada por Ángel Bernal, anunciaba los carteles de la feria de septiembre, entre los que destacaba uno en particular: el regreso de Pepín Liria para despedir, en un último mano a mano, a Enrique Ponce, que se despedirá ese día de la afición murciana y del rival más enconado que ha tenido en ese ruedo. Será vestidos de goyescos, con la atención del Planeta Toro sobre el coso murciano y el tendido -según las previsiones- a reventar.
«Será la forma más bonita que tendremos en mi tierra de despedir a un torero de época como Enrique», sentencia Pepín Liria como preámbulo de la conversación. Es un hombre inteligente, cercano, ilusionado aún por la que nunca dejará de ser su vida. Y dicen que ‘fino’ como un junco para reaparecer en cualquier momento. «Hombre, me he preparado como si fuera a competir en todas las ferias y con todos los compañeros», anuncia entre risas. «No es broma; voy a salir en Murcia a triunfar por delante de todos los demás, no sólo de Enrique. Siempre que he hecho el paseíllo en La Condomina he ido con esa mentalidad, porque si no, es mejor no ir». Esa es la frase que descubre su profundo respeto a la profesión y al traje de luces. Que, por cierto, sale de recoger de Fermín cuando atiende nuestra llamada.
Pero, en realidad, no es ‘el’ traje, en sigular, sino ‘los’ trajes, en plural. ¿No estará pensando en que el regreso se dilate más allá de ese festejo? ¿O sí…? «Noooooo…», aclara, «será sólo ese día. Pero en Murcia, desde que debuté, siempre estrené vestido, y esta ocasión es lo suficientemente importante como para hacerlo también. Que Dios me haya dado salud para poder tomar esa decisión es para sentirme feliz, responsabilizado y orgulloso de haberlo hecho. Sin embargo, decidí hacerme un vestido de un color que no había vestido jamás, y no sabía muy bien cómo me sentiría con él, así que me hice otro en uno de mis colores habituales para no fallar», explica el torero murciano diveretido. Se lo está tomando en serio de verdad.
«Es que desde que tomé la decisión, allá por el mes de febrero, esto ha sido un reto más, una ilusión enorme para mí por estar el último día que torea en mi tierra el rival más grande que he tenido en ese ruedo durante 14 años consecutivos», reflexiona sobre la marcha, «pero también uno de los grandes amigos que he encontrado en este mundo. Y para eso hay que tenerle mucho respeto a tu profesión y a un torero que ha sido de los más grandes de la historia. Con eso hay que corresponder. Con eso y con la afición de tu tierra, la que te ha visto triunfar tantas veces y no va a esperar otra cosa de ti», se exige consciente.
Y es que cada vez que Ponce y Liria hacían el paseíllo juntos en Murcia «aquello era una guerra», rememora el maestro. «Después, cuando todo acababa, nos reíamos y lo celebrábamos, pero en el ruedo… Ahí están las tardes que hemos protagonizado: aquélla de los dos indultos, la de Juan Pedro Domecq a la que le cortamos diez orejas y un rabo, una con Garcigrande… Una guerra, ya te digo. Pero que hizo que hoy podamos acordarnos de tardes memorables para el aficionado y lo recordemos con mucho cariño. Por eso el que piense que vengo a aplaudir a Enrique y a decirle adiós, se equivoca, porque quiero ser consecuente con la decisión que he tomado y el respeto que le tengo a la profesión y a la plaza de toros de Murcia», anuncia con convicción.
Porque fueron muchas, pero muchas tardes las que vieron a los dos toreros en el mismo cartel. «No llevo la cuenta del total de paseíllos que hicimos juntos, pero fueron muchísimos», recuerda Pepín. «Yo tomo la alternativa en el año 93 y Enrique ya estaba en figura, por lo que tuve la gran suerte de torear con él tardes grandiosas. Recuerdo una tarde muy bonita en Huelva, otra en El Puerto de Santa María, Valencia… Fueros tantas. Por eso me siento un privilegiado de haber compartido la época de Enrique y de todos esos grandiosos toreros de su generación que me dieron la oportunidad de torear junto a ellos».
Pero será en Murcia. Tenía que ser en Murcia, claro. Y, para ello, ha sido la clave la figura del que ha sido, es y será siempre su apoderado: Ángel Bernal. «Por supuesto que Ángel ha sido una pieza fundamental al tomar esta decisión. Su idea siempre ha sido que esa tarde se convierta en un acontecimiento histórico y yo la comparto, porque creo que así va a ser». El maestro se pone serio cuando habla de la confección y el fraguado del proyecto. Se nota que está muy trabajado y todo el mundo se ha entregado a él. «Fueron 14 años esperando que llegase el día del enfrentamiento en la plaza con Enrique, donde siempre competimos. Por eso tenía todo el sentido que su último paseíllo fuera conmigo. Para ver si le quito la única ventaja que me lleva en ese ruedo…». El maestro tiene razón: el indulto de ‘Bienvenido’.
Aquel toro de Jandilla «es el único premio que a Enrique le gusta presumir de tener más que yo», ríe el maestro murciano, «porque hace que sus indultos en Murcia sean cuatro y los míos, sólo tres». Como si fueran pocos. Pero esas son cifras que sólo dos toreros tan grandes pueden manejar. Y ambos se medirán el día 16 en ese mismo ruedo que los vio triunfar tantas veces, al que Liria saldrá «liado con dos capas que me han hecho de los vestidos que donó mi madre con la imagen de la Virgen de la Fuensanta, que me han hecho un trabajo estupendo y allí se reflejará en el paseíllo».
Todo pinta estupendamente para ese 16 de septiembre, peor no sé si somos conscientes de lo que significa para el toreo. «Estamos hablando de que se va un torero de época, uno de los que recordará la historia, y no porque lo diga yo, sino porque lo dicen sus números», sentencia el maestro Liria. «Esas cifras sólo están al alcance de los elegidos, y desde ese día, en Murcia, no vamos a poder verlo más. Por eso a mí me gustaría, al hacer el paseíllo, ver la plaza llena, como cuando la veíamos Enrique y yo en esas tardes de triunfo. Y con el entusiasmo que siempre han tenido los murcianos con él y conmigo también. Por eso auguro que será un auténtico acontecimiento».
De esos en los que hay que estar. Emplazados quedamos.