La cita era en Nîmes, a media mañana del domingo 16 de septiembre de 2012. Se anunciaban seis toros de distintas ganaderías y José Tomás (con sus cuadrillas para la ocasión) en solitario y a su reclamo llegaron viajeros desde todos los rincones del planeta de los toros, centenares desde la Cataluña que cumplía su primer año sin toros.
Los aledaños del Anfiteatro nimeño eran, en las horas previas al acontecimiento, un Ágora taurino y los rostros, los abrazos, los reencuentros, daban la razón – salvo en la hora- al filósofo francés Jean Cau: “Amar a a los toros es cada tarde, a eso de las cinco, creer en los reyes magos y acudir a su encuentro”.
Poco antes de acceder al escenario de lo que luego resultó prodigio y entre saludos y abrazos a amigos, conocidos y paseantes, dos que aún ahora mientras esto escribo me nublan la mirada: Jaume Josa y Don Paco.
Jaume Josa, catalán, biólogo del CSIC, darwinista, taurino y amigo entrañable, abanderó la lucha contra lo que acabó siendo prohibición taurina en Cataluña. Suya y de Pere Gimferrer fue la idea y redacción del Manifiesto de La Mercè (2009) en vísperas de la aceptación por el Parlament de la ILP antitaurina promovida por la plataforma Prou que culminaría en prohibición dos años después, y que suscribieron más de un centenar de relevantes nombres de la sociedad catalana. Suya fue, también, una memorable intervención en sede parlamentaria durante la tramitación de esa ILP, pero Josa fue también un aficionado cabal, respetuoso, ilustrado, que ejercía desde su abono de décadas en el tendido 2 de La Monumental. Meses antes de la fundacional mañana nimeña a Jaume Josa le habían diagnosticado una enfermedad de pronto y fatal final pero, pese a su ya visible deterioro físico- la preclara lucidez la mantuvo siempre- allí estaba y ya finalizada la corrida y a punto de emprender el regreso a Barcelona y mientras nos abrazábamos entre lágrimas que eran mezcla de dicha y quebranto, de alegría y tristeza, me comentó- en catalán, siempre hablábamos de toros en catalán- casi como un susurro: “Este cabrón me ha organizado un funeral de Estado”. Pocos meses después Jaume Josa hizo su último paseíllo al cielo de los buenos.
Francisco Román Arévalo, Don Paco, hijo de picador de toros, hostelero desde los diez años, llevó –años 50- su Jerez natal al centro de Madrid y allí levantó su Taberna Don Paco, puro Cádíz junto a la Gran Vía. Don Paco estaba en Linares la tarde del encuentro fatal de Manolete e “Islero”, como también estuvo en Nîmes, ochenta y siete años de vida trabajada y bohemia bajo el sombrero de ala ancha, elegante el terno claro con el pañuelo blanco asomando en el bolsillo superior de la americana, hecho un brazo de mar recién llegado en coche desde Madrid. En los últimos años hice de cada visita a Madrid parada obligada en su Taberna para disfrutar, junto a la mesa que fue de Joaquín Vidal (un azulejo allí recuerda al maestro de la escritura taurina) de un par de huevos fritos con chistorra, un buen Rioja y, claro, la conversación con Don Paco, de flamenco, de toros, de vida. Se destocó Don Paco al verme, apretamos las manos y nos deseamos suerte sabiendo que esta estaba en el albur de la corrida. Una corrida que aún tuvimos ocasión de recordar en su local madrileño hasta su adiós en 2017.
Dicen que la nostalgia es un error, tal vez, pero desde la nostalgia también se reviven aquellos momentos de la vida que hacen de esta más digna de ser vivida. Desde esa nostalgia no paralizante sino motor escribo este recuerdo de una mañana de toros en Nîmes con José Tomás en el centro.
Pero desde la nostalgia hay tiempo también para seguir en la lucha, porque sobran los motivos. Hoy mismo, en el Congreso de los Diputados y a iniciativa de Sumar se anuncia una Jornada Parlamentaria de Protección Animal (sic) con diferentes mesas redondas monocolores, es decir, compuestas por personas y entidades que tienen en la tauromaquia su obsesión abolicionista.
En el cartel, entre otros y otras, nombres habituales en este tipo de saraos, como Aida Gascón o Anna Mulá y políticos como el inefable Gerardo Pisarello, el “repelente niño Vicente” Íñigo Errejón o, faltaría más, el Ministro Urtasaun.
Con la ILP “misión abolición” en marcha y a falta de poco tiempo para su más que probable entrada a trámite en el Congreso y, sin ir más lejos, la convocatoria de una manifestación en Madrid el próximo viernes en Madrid con el mismo eslogan, se avecinan meses cruciales para el devenir de la tauromaquia , aunque da la impresión de que quienes debieran no se dan por aludidos. A tiempo están. O no.