MADRID

Puerta grande al magisterio, orejón a las ganas de ser


sábado 28 septiembre, 2024

Enrique Ponce compendia en dos orejas toda una carrera en figura, Galván ofrece dimensión de grandeza sin premio y Navalón pasea un trofeo de enorme peso a su sinceridad en la apuesta.

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Enrique Ponce, David Galván y Samuel Navalón hacían el paseíllo, este 28 de septiembre, en la primera de la Feria de Otoño de Las Ventas, en un festejo en el que se despedía de esta plaza el valenciano y confirmaba su doctorado Navalón.

Navalón templa con gusto al bravo primero pero le suenan dos avisos

A portagayola se fue Samuel Navalón a saludar al toro de su confirmación, un Garcigrande de 624 kilos, de basto corpachón y pobre cara que embistió muy en corto en la larga cambiada y muy despacio en el manojo de verónicas templadas que abrochó Samuel con una media al ralentí. Fue protestado el animal por inválido antes de llegar al penco, donde se llevó un marronazo y una vara larga que se quitó de encima derribando al varilarguero. Prevenido el picador en el segundo encuentro, le dio duro a un animal que se dejó pegar. Luego quiso el animal en la brega de banderillas, pero no tuvo espíritu para arrancarse con poder. De hecho, le hizo pasar en falso un par de veces a Agustín de Espartinas por el pitón derecho. Pero fue por ese por donde comenzó a templarlo el albaceteño tras la ceremonia, con pausa y paciencia, como si le quedase toda la vida por delante. En los medios, asentado en los riñones y gustándose al componer la figura, Navalón se dedicó a ir modelando la clase y la bravura de un toro que siempre fue a más y que sacaba la raza para irse hasta el final del muletazo cuando se le echaba la bamba sin toque. Gran nivel el que demostró el confirmante, que mostró encaje, inteligencia y gusto, y que no le importaba demasiado que le tocase un aviso toreando aún. Pinchó en el primer encuentro porque ya estaba el de Garcigrande pasado de faena, y sonó el segundo aviso cuando enterraba el acero hasta las cintas. Un descabello evitó un tercer aviso que no merecía su gran presentación. Una ovación valoró su trasteo.

Ponce abrevia con un segundo que se partió un pitón sin que el palco lo cambiase

El primero del lote de Ponce tenía una presencia muy destacable, y una forma de reducirse y colocar la cara en el capote del de Chiva que auguraba virtudes, pero se partió medio pitón en el peto y ya nada tuvo sentido. Desde la actuación de un presidente que no era capaz de interpretar el Reglamento, hasta el despropósito de un animal con medio pitón colgando en la plaza más importante del mundo. Navalón le devolvía los trastos a su padrino entre palmas de tango, miradas de todos al presidente y gritos de “fuera del palco”. Era un espectáculo lastimoso ver a un torero como Ponce ante un animal mutilado y un tendido a la contra. Por eso lo mató con brevedad, de una estocada efectiva, y el espectáculo continuó sin que le importase demasiado al encargado de velar por aquellos a los que acababa de mangarle un acto en el espectáculo. Sin calificar por falta de toro. Deplorable.

El tercero le echa el freno a Galván cuando mejor lo estaba cuajando

El tercero, al contrario que los anteriores, era un torete agalgado y altiricón que se tapaba con la cara, generosa y astifina. Lo paró en los medios un Galván de verónica solvente que no quiso apretarle hasta después del caballo, donde cumplió sin más. Fue en banderillas donde comenzó a sacar un tranco boyante que provocó el brindis de David a la concurrencia. Por estatuaros comenzó David la faena de muleta, contrastando su quietud con la movilidad del animal, con una serie de trincherazos y desdenes enroscados a su figura que arrancaron el rugido del público. Distancia después para recibir al de Garcigrande en su galope, emocionante en los embroques y templadísimo en los trazos, sabiendo esperar siempre la llegada para transportarlo siempre muy embarcado. Así fue también al natural, con un paseo previo para que no se gastase, el vuelo corriendo despacio pero con la intensidad de la clase y la entrega de un gran toro que se estaba cuajando en Las Ventas. Pero tras una tanda con la diestra, ya a media altura y tan medida como bien compuesta, el animal se negó a caminar más. Poco valieron los esfuerzos de Galván, que lo mató de una estocada y un par de golpes de descabello. Un rácano final para un comienzo tan espléndido.

Un entregado Ponce desoreja al cuarto a base de magisterio

El cuarto, ya de Juan Pedro, era un colorao de lomo largo, caja amplia y pitón blanco, muy Domecq en su morfología y con un embroque excelente en las verónicas de Enrique Ponce, pero marcando la fuerza justa y el recorrido igual. Mucho más tras su encuentro con el picador, donde se entregó en el primero puyazo, recargando incluso, y salió perdiendo las manos en el segundo encuentro precisamente por su entrega. Soberbio fue el par de banderillas de Fernando Sánchez, obligado a saludar. Al tendido brindó Ponce su última faena en esta plaza, y la inició con temple en los doblones y media altura suave en las embestidas de un toro que se había gastado mucho en los primeros tercios. Por eso ya no fue igual tras la pausa que le dio el valenciano, previendo la escasa duración. De ahí en adelante, todo fue reproches de cuatro indocumentados y alardes de un Ponce que pocas veces se ha entregado tanto para robarle a un animal muletazos imposibles en forma de larguísimas poncinas. Un torero con tres décadas de figura respondía colocándose a la perfección, templando con precisión y solucionando con acierto los defectos que sacaba el animal por la falta de fuelle, que no de fondo. Una faena de maestro que sabe que esta es su última lección en el corazón del toreo y firma una de sus faenas más profundas en Las Ventas. Una estocada fulminante precedió a la concesión de las dos orejas que venían a premiar 36 años siendo figura del toreo.

Galván expone mucho y consigue poco con un quinto sin fuelle alguno

El quinto, una pintura de estampa, con seriedad por delante y armonía por detrás, embistió más desordenado en el capote de David Galván, inteligente al no exigir al animal y rematar con un recorte. No fue duro el castigo en varas, pero tampoco el ímpetu del animal al. Acometer al peto. No el viaje que demostró después, en el quite por chicuelinas apretadas que firmó Samuel Navalón. Cuando llegó al último tercio, después del brindis de Galván a Ponce -porque no había nacido el gaditano cuando el valenciano ya era figura del toreo-, el animal a penas tenía espíritu para mantenerse en pie, pero quería aún obedecer y perseguir el trapo a media altura. Porque quiso siempre, aunque pudo poco, mientras David le ponía los muslos y le trazaba despacito y sin un mísero tirón sin que aquello tuviese eco. Se atascó con el estoque, además, y concluyó en silencio su actuación.

Samuel Navalón apuesta por el sexto y le corta una oreja de enorme peso

El sexto fue el toro más serio y más cuajado de la corrida, con sus 604 kilos, su pitón fino y generoso y su musculada culata, que usaba para embestir cada vez mejor en el capote de Navalón, quien lo begó primero hasta los medios y le sopló tres verónicas y media de gran calado cuando ya estaba tan templado el animal que tuvo que esperarlo para dibujar los lances. Tuvo empuje el toro en el caballo, donde le partieron una vara en el lomo, pero se distrajo en banderillas, pese a la buena lidia. Brindis al público del albaceteño, cuyo desempeño tuvo muchas virtudes. Tuvo valor para comenzar con un farol de rodillas en el centro del ruedo, pero más aún para pasárselo muy cerca y muy despacio mientras trataba siempre de usarlo para torear. Tuvo el hambre de un novillero para apostar en cada muletazo y el asiento de un veterano para no acelerarse en la cara, pero también la responsabilidad de un torero que quiere firmar contratos para y se pone en el sitio donde queman los pies incluso después de llevarse una voltereta por el pitón izquierdo. Estuvo serio, capaz y meritorio sin dejar nunca de componer. Ni siquiera en las bernadinas del epílogo, de pastilla bajo la lengua en un tendido ya conquistado. El estoconazo final, sobre el aviso, valió para cortar una oreja de enorme peso.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Primera de la Feria de Otoño. Corrida de toros. Casi lleno.

Toros de Juan Pedro Domecq y Garcigrande. Enrazado y a más el bravo primero; de buen aire pero con medio pitón partido el segundo; boyante y con calidad en el tranco un tercero que se paró en seco; de gran entrega y fondo un cuarto de fuelle justo; con voluntad sin fuelle el quinto; serio en todo el enrazado sexto.

Enrique Ponce (malva y oro): silencio y dos orejas tras aviso.

David Galván (manzana y plata), ovación tras aviso y silencio.

Samuel Navalón, que confirmaba alternativa, (malva y oro): ovación tras dos avisos y oreja tras aviso.

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

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