La capa de Aguado fue, este domingo, también pura gloria en La Maestranza. Entraría en su turno de quites Aguado para dibujar una chicuelina de manos bajas al segundo en un quite rematado con una cadenciosa media con aroma al barrio de San Bernardo.
Luego, en el tercero, volvió a evidenciar su gusto por torear con las palmas de las manos y con el capote algo más recogido. Tras un primer puyazo donde se le midió el castigo, cincelaría Pablo un quite por delantales, con mayor intención que lucimiento, a un ejemplar medido en su fortaleza.