Pablo López Rioboo
Morante de la Puebla, José María Manzanares y Pablo Aguado trenzaban, este sábado 24 de julio, el paseíllo en la segunda de abono de Jerez de la Frontera en un festejo en el que se lidiaban toros de Juan Pedro Domecq. Había un lleno en el aforo permitido en los tendidos.
Jerez es alegría, flamenco, arte y compás, gastronomía, caballos, toros y toreo. Una tierra regada por la sal y la cercana brisa proveniente de sus pueblos vecinos. Tierra de buen vino, gente amable y sensible, una tierra de poetas, toreros, guitarristas y cantaores, de flamencos y artistas. Una tierra diferente, una afición entregada al buen toreo. Como diferente es el toreo de Morante de la Puebla. Dicen que no hay nada mejor que no parecerse a nadie. Ser fiel reflejo de uno mismo. El arte del toreo es impredecible, genuino, único, por eso vivir una tarde de toros siempre puede traer consigo la mayor de las sorpresas. Torear es crear arte ante la muerte, bailarla, burlarla, ganarle la partida. Morante torea con todo el cuerpo, crea, improvisa, imagina un toreo tan grandioso que ni el es capaz muchas veces de controlarlo. No es ningún ‘paripé, es arrebato, locura, improvisación. La magia que fluye, que crea, que cautiva. Hoy en Jerez vimos un compendio de diferentes formas de interpretar el toreo, ricas en matices, atrayentes por su genialidad, por su fuerza. Tres toreros, tres conceptos que se agigantan cuando un animal la persigue con ritmo y entrega. Quien dice que el toreo no interesa, que se muere. El toreo pervive en el alma de quien sabe apreciarlo, en el recuerdo del buen aficionado, allí donde no habita el olvido. Tan efímero como eterno, el toreo es sin duda alguna el arte ente las artes.
Al toro se le lleva con el capote, pero se le torea y manda con las muñecas, que es donde el toreo tiene el pulso y el tacto. Ese tacto que tuvo Morante para dejar diez verónicas de fino trazo al primero de la tarde. Diez verónicas diez, rematadas con una media con el sello de la templanza. Venía dormido el Juan Pedro, con un galope enclasado pero no siempre al ritmo idóneo para tomarle la velocidad, esa velocidad que se hizo eterna en dos verónicas dormidas, casi imperceptibles. Un monumento a la verónica ante un animal de buena clase que siempre la quiso tomar por abajo, reduciéndose cuando más suave era el lance. Pero andaba muy medido de fortaleza y con la raza justita, por lo que todo se lo tuvieron que hacer muy medido. Un animal que ya en el capote tenía ciertas aristas que corregir. Faena en la que primó la suavidad, el empaque y la despaciosidad. Debido a la condición del astado no se le pudo bajar la mano en demasía, pero dio igual, el de la Puebla hizo de cada muletazo algo diferente. Anduvo paciente, sereno, calmado, muy centrado en una faena en la que lo puso todo Morante. Tras dejar un mete y saca cobró una gran estocada que le valió el corte de la primera oreja de la tarde.
Formó un auténtico alboroto ante el geniudo cuarto, un animal al que toreó con primor. Morante en su máxima esencia. Un toreo con reminiscencias claras de la ‘edad de oro del toreo’. Imprevisible, genial, genuino. El de la Puebla del Río entremezcló distintos tipos de de suertes y de tauromaquias. Toreó dentro y fuera de la cara del toro, domeñó la embestida de un Juan Pedro con aristas hasta imponerse de forma clara. Crujió la plaza con una faena sin parangón, un trasteo con reminiscencias a otra época. Su toreo en redondo fue primoroso, siempre intentando torear en semicircunferencia, pese que ahí es donde más le duele a los toros, para someter al animal. Al natural dejó pasajes de gran torería y compás ante un ejemplar al que era complicado cogerle el ritmo. Canalizó en sus yemas la embestida del animal, reduciendo su embestida consiguiendo momentos de gran rotundidad. Se arrebató en un trasteo que marca el camino de lo que quiere llegar a conseguir. Tiró la moneda al aire sin importar que cayera cruz, siempre colocado a la perfección, con un cite exacto, no dio nunca ni un paso atrás. ¿Quien dice que los toreros de arte no tienen valor?. Esa forma de imponerse a las dificultades, ese dejarse llegar el animal a la faja, esas miraditas, ese embestir en linea. Limpió y pulió los defectos del astado a base de colocación, y conocimientos en terrenos y alturas. En otra ocasión Morante hubiera desistido ante un animal de esta condición, pero esta vez no, no hubo medias tintas, ni mentiras, tampoco oscurantismos, hoy fue fiel reflejo de lo que debe ser un torero. La confianza en uno mismo es el primer paso para cambiar las cosas. Tan magna faena, rematada con esa estocada era merecedora de los máximos trofeos, pero faltó sensibilidad y cierta valentía en el palco. Las dos orejas se antojaron cortas por lo allí vivido.
Lo tenía complicado Manzanares, salir después de semejante vorágine de acontecimientos no debía ser fácil. Pero se le veía seguro, confiado, más delgado y suelto que en otras ocasiones. Ante su segundo, un toro bajo, noble y enclasado realizó una obra pulcra, templada y con fases de buen toreo. Mejor cuando se cruzó al pitón contrario, le dio los frentes y buscó llevarse al animal tras la cadera. Mientras que por el izquierdo todo tuvo más cadencia y pulso, por el derecho supo adaptarse a la movilidad, en ocasiones pegajosa, del animal para templarlo a media altura. ‘Vainazas’ fue el animal de mayor clase del encierro, bravo en el caballo y con galope en banderillas. Un toro que siempre se sintió más a gusto en la media distancia, embistiendo más y mejor de parado, sin inercias, lo que aprovechó el alicantino para dejar los mejores muletazos de su actuación. Sacó a relucir ese toreo de cintura partida y toreo con las yemas en naturales de uno en uno. Cada uno de ellos tuvo el sello de la hondura. Una labor que acabó finalizando con una estocada recibiendo, lo que puso en sus manos el doble trofeo de un animal premiado con la vuelta al ruedo.
Ante su primero, otro toro con buen fondo de nobleza pero muy justo de fuerzas, dejó un saludo a la verónica con mayor intención que lucimiento. Molestó el viento, poniendo en ciertas dificultades al espada alicantino. Se afligió el animal en el último tercio, intentando el alicantino en todo momento torear a favor del animal, pero fue imposible. ‘Soprano’ bajó la persiana y poco pudo hacer Manzanares salvo dejar dos series en las que siempre intentó llevar al animal muy cosidito a la muleta para que este la tomara con celo. El respetable se quedó con la miel en los labios, ya disfrutaría en el quinto de la tarde. La ovación fue justo premio a su labor.
No tuvo opciones Aguado con ninguno de los animales que le cupo en suerte. Su primero se paró pronto, mientras que a su segundo le faltó clase y empuje. Lo mejor lo realizó con el capote en sendos recibos a la verónica, mejor ante su primero en el que ralentizó las embestidas de un animal que duró un suspiro. Su primoroso quite por chicuelinas fue otro de los momentos álgidos de su actuación capotera. Se arrebató Aguado en un quite muy sevillano que puso a la gente en pie. Pero el toro se afligió y no dejó al espada dar una serie estimable. Ante el sexto consiguió sacar algún muletazo suelto ante un toro que tuvo clase pero al cual le faltó continuidad.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Jerez de la Frontera (Cádiz). Segunda de abono. Corrida de toros. Lleno de ‘No hay billetes’ en el aforo permitido.
Toros de Juan Pedro Domecq. Incluido el sobrero lidiado en 6º lugar. Desiguales de presentación y juego. Destacó el quinto de nombre ‘Vainazas’ premiado con la vuelta al ruedo dentro de un conjunto justo de fuerzas y con el fondo de raza medido.
Morante de la Puebla: Oreja y dos orejas.
José María Manzanares: Ovación y dos orejas.
Pablo Aguado: Ovación y palmas de despedida
CUADRILLAS: Se desmonteraron Daniel Duarte y Luis Blazquez en el segundo, Iván García en el tercero, así como Mambrú y Luis Blázquez en el quinto, en lo que supuso una gran tarde para los hombres de plata, tanto en la brega como en la colocación de los pares.
Fotos: Eva Morales