La Maestranza vivió este 9 de mayo una tarde plural, de estilos y emociones, en la que tres toreros —Morante, Luque y Rufo— ofrecieron visiones distintas de la tauromaquia ante una corrida de Garcigrande de juego variado. La plaza, entregada por momentos, asistió a una clase magistral de temple, verdad y sensibilidad.
Morante, sin trofeo, firmó lo más hondo de la tarde frente al cuarto: muletazos de cartel, trincheras de enormecadencia, naturales al ralentí con “Suspiros de España” de fondo y una faena cargada de matices, tiempos y torería. Se crujió José Antonio en muletazos de enorme lentitud y hondura llegando incluso a poner sobre al tapete maestrante un compendio de esas tauromaquias que tiene en la cabeza. Una tarde donde también le voló el capote para el deleite de una afición que vio a un torero en sazón pese a los problemas de salud que arrastra.
Luque brilló con mayor hondura en su primero, al que cuajó con exigencia y gusto, aunque la oreja llegara en el quinto por una faena donde puso de manifiesto el lugar que ocupa en la fiesta. Por su parte Rufo dio la cara con oficio y firmeza, logrando un trofeo del exigente sexto en una tarde donde dio un paso más en su toreo pese a realizar dos labores que fueron perdiendo intensidad.
Tres formas de interpretar el toreo, tres caminos hacia el mismo fin: emocionar desde la autenticidad. Una tarde que confirmó que en Sevilla caben muchas tauromaquias, cuando se torea con entrega, respeto y verdad.
Morante, por encima del flojo primero

Poquita fuerza tuvo el primero de la tarde, astado de Garcigrande al que Morante le sopló un ramillete de verónicas de enorme cadencia aprovechando el viaje a media altura del animal. Se hundió José Antonio en lances que provocaron ese ronco olé de una plaza que también saboreo unos delantales a media altura de honda ejecución. Soltó muñecas Luque en un quite por verónicas donde lo mejor vino con la media de cierre. Lo pulseó con mimo Curro Javier antes de dejar dos pares de enorme verdad un valentísimo Joao Ferreira que saludaría montera en mano junto a José María Amores. Torerísimo fue el inicio por alto -a una mano- de Morante a Campanudo, toro al que se pasó por la faja en una primera serie donde molestó el viento. Todo lo hizo a media altura ante un astado que ya había bajado la persiana en los inicios del trasteo. Se sacó al toro al centro del ruedo para dibujar naturales de una gran despaciosidad pese a costarle un mundo repetir al de Garcigrande. Tras una media estocada y un golpe de verduguillo saludaría una ovación desde el tercio.
El palco deja en vuelta al ruedo una rotunda faena de Luque al segundo

No se empleó el segundo de la tarde en el capote de Luque, astado que salió suelto camino de su querencia y al que no se le pegó nada en el jaco. Entraría en su turno de quites Rufo para dejar tres chicuelinas y una media donde no consiguió templarse con el animal. Poco lucido fue un tercio de banderillas donde el toro tendió a apretar a favor de querencia soltando continuamente la cara. Un calamocheo que tampoco corrigió en una faena de muleta donde Daniel mostró total disposición. Buscó presentársela con suavidad a media altura, pero el astado embestía por dentro y sin querer humillar. Acertó Daniel en no dejar pensar a un toro que repitió con transmisión pero sin querer tomarla con entrega. Le dio sus tiempos, lo citó desde la media distancia, y lo que es más importante, se puso en el sitio donde los toros embisten para cincelar muletazos de figura vertical. Al natural le dio pedio pecho, se la volvió a presentar con suma suavidad para acariciar la embestida de un toro que por ese pitón si tuvo mejor condición. Con el de Garcigrande ya rajado el de Gerena se volvió a enroscar al toro a la cintura en un manojo de naturales de gran expresión y relajo. Tras meterse en los terrenos del animal pasaportaría a Foráneo de una certera estocada. Pese a la petición de oreja esta no sería concedida dando Daniel una jadeada vuelta al ruedo.
Rufo saluda una ovación tras una faena a menos con el tercero
Se gustó Rufo toreando a la verónica al tercero, astado al que embarcó en su capote en un saludo que cerró más allá del tercio. De hijonos frente al de Garcigrande se postró un entregado y templado Rufo en su explosivo inicio de trasteo. No se alivió el toledano enroscándose la embestida de Deseado a la cintura. Pese a la condición del toro, éste no dudó en apretarlo por abajo, en exigirle a un astado que tuvo transmisión. Pero el animal poco a poco fue perdiendo esa vibración, de ahí que Tomás se enfibrara más con él. El de Pepino dibujó naturales de fino trazo con el toro tomándola con buen ritmo, pero pecando de esa sosería que ya se le había atisbado anteriormente. Pero su labor fue languideciendo a raíz de la perdida de motor y entrega de un animal medido en su raza. Mostraría disposición en dos últimas tandas donde quizá, por el hambre, pecó de encimismo. Viendo que su faena perdía calado en los tendidos, se volcó en el animal para dejar una estocada de rápido efecto. Hubo menor petición que en el toro anterior, y como es lógico, tampoco fue concedida la oreja.
Una bellísima faena de Morante al cuarto que lastra con la espada
Al igual que su primero, este cuarto también pecó de falta de fuerzas, algo que impidió al sevillano soltarse de capote para recibirlo a la verónica. Torerísimos fueron los muletazos del inicio de su labor, esa donde dibujaría dos trincheras de cartel, remates de excelsa torería que rompieron a la plaza en dos. Volvió a mostrarse decido ante un astado al que se lo enroscó a la cintura en derechazos de gran composición y ajuste. Al natural el de Garcigrande embistió al paso, algo que no le importó lo más mínimo a un espada que ve toros en todos lados. Acarició la embestida Fiero en tres naturales al ralentí con la plaza entregada. Sonaban los acordes de Suspiros de España con el de La Pueblan toreando como los Ángeles a un animal al que le sacó todo lo que llevaba dentro, y más. Un compendio de tauromaquias se vieron en el ruedo hispalense, todas ellas puestas sobre el tapete por un espada genial. Le dio sus tiempos, jugó con las alturas y las distancias para torear con gran asentamiento y verdad a Fiero. Lo esperó siempre en el embroque a que este viniera con franqueza para llevárselo tras la cadera. Hubo también muletazos en línea por ambos pitones, esos que no buscaron el alivio del torero sino del astado. José Antonio le pondría el broche a su labor con personalísimos remates antes de pasaportar al animal de un pinchazo y una estocada baja que privaron al de la Puebla de tocar pelo.
Luque pasea la oreja de un quinto con aristas

Le tomó mejor el pulso por el pitón derecho Luque al quinto, ejemplar al que toreó con despaciosidad a la verónica en lances que calaron rápidamente en los tendidos. Este fue un astado que empujó de forma desigual al jaco antes de apretar en banderillas. Brindó el de Gerena al respetable una labor que comenzó abriéndole los caminos a Púgil. Humilló el de Garcigrande, virtud que aprovechó Daniel para dejar una primera serie de relajo. Inteligentemente no le dejó pensar en otra tanda donde pivotó la embestida del toro alrededor de su cintura. Lo alivió cuando el toro lo pidió y le apretó cuando este así lo requería un ejemplar por el que había que apostar. A zurdas le aguantó miraditas a un astado que embistió de forma desigual, ese al que Daniel fue poco a poco consintiendo en los trastos hasta sacar muletazos que calaron en los tendidos. Toreó para él, no le importó estar delante de más de diez mil almas. Buscó el ir puliendo poco a poco a un animal con aristas, ese que se entregaba cuando el torero se ponía en el sitio y no le dudaba. Y Daniel lo hizo en un trasteo de gran importancia pese a no tener esa rotundidad de otras obras. Cerró por luquesinas un faena donde se mostró por encima de un toro complejo. Tras una estocada algo trasera pasearía la primera oreja de la tarde.
El palco concede a Rufo -sobre la bocina- la oreja del sexto

Tampoco se desplazó con largura el sexto de la tarde al capote de Rufo, torero que volvió a mover con templanza el percal pese a la desigual embestida del de Garcigrande. Se enceló el astado en el jaco en el segundo puyazo donde empujó de forma desigual. Volvió a hacerse presente Morante para dibujar tres verónicas y una media donde sobresalieron las dos últimas. Lances de una cadencia superior donde llevó embarcada la embestida del animal en su capote. Anduvo inteligente y fresco de mente Rufo con el sexto, toro al que se sacó al tercio de forma templada antes de dibujar una primera serie limpia y templada. Aprovechó la prontitud y el galope del astado para dejar una nueva tanda donde sobresalió un excelente pase de pecho. Garcigrande con carbón al que había que apretar por abajo, de lo contrario tendía a frenarse. Se la dejó siempre puesta para tirar de un astado que exigió temple y firmeza. Pero lo mejor vino al natural, pitón por el que dibujó una serie tan profunda como templada que llegó una enormidad a los tendidos. Tras esa tanda de gran verdad, el toro se afligió, provocando que su labor bajara enteros respecto al primer tramo de la misma. Tras la estocada arreció una petición de oreja que fue concedida con las mulillas arrastrando a Campaño. Un premio que cerró en triunfo una tarde con tres espadas que dieron “el callo” ante una variada corrida de Garcigrande
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Decimocuarto festejo de abono. Corrida de toros. No hay billetes.
Toros de Garcigrande, de embestida a media altura el flojo y soso primero; de desigual embestida el mansito segundo; con movilidad y transmisión un tercero que se fue apagando como una velita; medido de raza un cuarto de poca fuerza al que le costó emplearse; de desigual embestida un quinto que tuvo mayor entrega a derechas; con exigencia en los chismes un sexto que se acabó afligiendo.
Morante de la Puebla, de nazareno y azabache: ovación y ovación tras aviso.
Daniel Luque, de grosella y oro: vuelta al ruedo y oreja.
Tomás Rufo, de verde oliva y oro: ovación y oreja.
CUADRILLAS: Saludaron Ferreira y Amores tras parear al cuarto.
FOTOGALERÍA: EDUARDO PORCUNA
