Hoy ocupaba el palco, como presidente, José Luis González González, cabeza del tercero de los equipos presidenciales que llevamos en los tres días que van de San Isidro. Y no estuvo mal, en líneas generales, pero cometió dos errores que terminaron por condicionar el desarrollo del festejo, que fueron las dos devoluciones de toros de Fuente Ymbro. Y hay que explicar este razonamiento, porque puede resultar pradójico, dado que parecía bastante razonable la devolución del primero tras ‘descordarse’ sin que Perera hiubira llegado ni a abrirse de capa, prácticamente.
No es que no se viera que el animal quedó descoordinado tras la aparatosa caída que sufrió casi de salida; es que no se tuvo paciencia alguna para ver si, efectivamente, el toro se había lastimado. El daño que se percibía era evidente, pero no lo era tanto el alcance, porque cuando tomó la manga de chiqueros ya no parecía tan descoordinado como minutos antes, en el ruedo. ¿Y si se hubiera recuperado?
Igual que el quinto, el toro que más entrega tuvo en el tercio de varas de todos cuantos salieron a la arena. ¿No hubiera sido más prudente comprender que todos los toros que se gastan pierden las manos por fuerza a la salida del penco? ¿No hubiera sido mejor pensar que había tres pares de banderillas para calibrar hasta dónde llegaba la blandura del animal? Pues, una vez más, la precipitación nos arrebató la posoblidad de ver a Ureña con un toro con más condición.