Lo ocurrido este martes en la plaza de toros de Las Ventas con el cuarto novillo de Conde de Mayalde ha abierto una reflexión profunda sobre la lidia y el uso de los útiles tradicionales. El novillo, lidiado por el riojano Fabio Jiménez, se echó en mitad de la faena de muleta y tuvo que ser apuntillado en el ruedo, ante la sorpresa y el desconcierto general. Pero lo más revelador llegó después, en el desolladero.
La veterinaria Pilar Casarrubios, de Cárnicas Pajares, junto con su equipo de matarifes, descubrió al despiezar al animal las verdaderas causas del colapso: dos neumotórax severos, uno en el pulmón izquierdo causado por una banderilla que entró cortando hasta 4-5 centímetros de profundidad, y otro en el pulmón derecho, gravemente destrozado por un puyazo trasero y muy caído. La combinación de ambos provocó un colapso pulmonar letal que hizo que el animal se viniera abajo antes de finalizar la lidia.

El novillo había recibido dos puyazos en varas: el primero, en el costillar encima del codillo derecho y el segundo, muy trasero y algo caído por el lado izquierdo. Fue en este último donde una banderilla se introdujo profundamente, lo que multiplicó el daño. Desde un burladero se intentó sin éxito retirar el arpón. El novillo continuó aparentemente en pie, pero terminó derrumbándose sin posibilidad de recuperación.
Julio Fernández, veterinario y firme defensor de la innovación en los útiles de lidia, ha sido muy claro al respecto: «Este doble accidente no se habría producido con los útiles innovados que propone el maestro Sales junto a mí». En su análisis, la clave está en el diseño de las puyas y banderillas. La puya cuadrangular, al tener una geometría distinta, profundiza menos y deja una herida más limpia, haciendo menos probable que una banderilla encuentre un boquete por el que colarse.
En cuanto a las banderillas, Fernández explica que las de arpón son especialmente peligrosas en casos así porque entran cortando, sin freno, lo que puede provocar graves lesiones internas, como ocurrió con este novillo. En cambio, la banderilla de punzón, diseñada para clavarse en piel y no en músculo, “se frena a medida que entra, y si cae en una herida de puyazo, en lugar de seguir profundizando, se suelta”.
Lo sucedido con el cuarto novillo de Mayalde no fue solo un hecho puntual, sino una llamada de atención urgente sobre la necesidad de adaptar la lidia a criterios menos lesivos para el animal que lo puedan incapacitar. Ni el comportamiento del toro mejora con estas lesiones, ni el espectáculo gana nada con ellas. Como bien subraya Fernández: “No empeoran el juego del toro si caen en mal sitio, y pueden evitar percances como el del martes”.
¿Podría haber sido sancionado ese puyazo del picador?

En cuanto a la sanción que podría imponerse al picador por el puyazo, hay que tener en cuenta que el Reglamento Nacional de espectáculos taurinos vigente, de 1996 -con 29 años, es decir, obsoleto-, prohíbe al picador rebasar el círculo más próximo a la barrera cuando se coloca, barrenar, tapar la salida de la res, girar alrededor de la misma e insistir o mantener el castigo incorrectamente aplicado, así como dar otro puyazo inmediatamente si el astado deshace la reunión, entre otras cosas, pero no establece en qué zona corporal hay que picar a las reses o cuál es el sitio correcto para aplicar los puyazos.
Los lidiadores habrán de sacar a la res cuando no se esté ejecutando bien la suerte de varas. De ello es responsable el matador de turno. Al igual que el matador más antiguo es el director de lidia de toda la corrida, el matador de turno es responsable de la lidia de sus reses.
El responsable de colocar en suerte a la res es también el matador de turno, a quien corresponde ordenar la lidia (la res deberá ser puesta en suerte sin rebasar el círculo más alejado de la barrera…), aunque coloque a la res otro lidiador. El presidente es el responsable de hacer cumplir el reglamento durante la lidia y debe llamar al Delegado para que se corrijan aquellas situaciones antirreglamentarias.
En el caso del cuarto novillo de ayer, la res no fue puesta en suerte en el primer encuentro porque no fue fijada y entró al relance desde el centro del tercio, desde muy lejos, sin que el banderillero que estaba a la derecha del caballo impidiera que llegara al mismo. El picador -en concreto, Carlos Pérez- primero tuvo un marronazo, después se le fue la puya muy baja y a continuación rectificó arriba, pero el primer neumotórax ya estaba provocado.
En el segundo encuentro, el novillero de turno fija a la res ante el caballo y el puyazo cae trasero. El picador rebasa el círculo más próximo a la barrera, el público protesta y se deshace la reunión. En ese último puyazo es donde se introdujo una banderilla trasera, por detrás de la cruz.
Hay que tener en cuenta la voluntariedad o no del hecho, en este caso del picador que efectuó el tercio de varas a este cuarto ejemplar. «Los picadores que contravengan las normas contenidas en este artículo serán advertidos por el Presidente y podrán ser sancionados según la gravedad de la infracción», añade el artículo 76 del reglamento, no dejando claro exactamente el nivel de gravedad de la infracción (la multa de una falta leve va de 300 a 1.000 euros).