La joven vacada —creada algo más de dos lustros— propiedad del gaditano Álvaro Núñez es, ante todo, un puente entre dos tierras que se funden para dar vida al toro bravo. En Beja, la inmensidad del Alentejo portugués acoge a las vacas madres, los sementales y todas las hembras de la ganadería. A varios centenares de kilómetros, en Iruelas, emblemática finca tarifeña —aquella que fuera en su día propiedad del Duque de Medinaceli—, se crían todos los machos herrados de cada camada, amén de erales, utreros y esos toros de saca que tienen como destino las plazas más importantes de España, Francia y Portugal.
Una tierra que afina tremendamente al toro bravo, esa que, junto al viento atlántico, moldea su carácter. Este reparto geográfico no es un mero detalle, sino la clave de un proyecto ganadero que une lo mejor de ambas tierras, buscando el lugar indicado para la cría y selección de unos animales que luego deben cumplir con las exigencias puestas en ellos por toreros, aficionados y empresarios.
Un hierro entroncado en la sangre Cuvillo, con aportaciones provenientes de la vacada hermana Curro (Núñez de Tarifa), Alejandro Talavante, amén de otros animales procedentes de vacadas de reconocido prestigio, como la salmantina de Garcigrande. Poco a poco, Álvaro le ha ido dando su sello a una vacada con personalidad propia, esa que este año ya ha lidiado con éxito en plazas como Málaga, Valencia —festival por la DANA— o Jerez, coso donde Morante de la Puebla le cortó el rabo a Ponderoso, astado premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
En Jerez, una de las plazas más emblemáticas del calendario, Morante de la Puebla protagonizó una tarde para el recuerdo frente a un toro de Álvaro Núñez que brilló con luz propia. La faena se desarrolló con la cadencia y el temple que solo el sevillano sabe imprimir. Una obra genial e irrepetible, donde toro y torero se fundieron en uno solo en una obra vivida con pasión por los tendidos. Fue ante un ejemplar de Álvaro Núñez al que Morante supo medir los tiempos con maestría; un diálogo entre dos seres entregados al arte del toreo. Fue un ejercicio de pureza y sensibilidad que terminó de explotar con una excelente estocada, que puso en sus manos las dos orejas y el rabo del animal.

Ese premio máximo acabaría en las manos de un ganadero feliz tras una obra tan grandiosa a un animal de su casa, un tesoro que guardará como oro en paño en un rincón privilegiado de su casa. Fue la propia empresa de Jerez, Fantusa, quien compartió en redes sociales una imagen que se hizo viral. Un instante que inmortaliza no solo un trofeo, sino el vínculo estrecho entre ambos; ese que, en su día, no dudó en pedir este hierro para una de sus comparecencias en Sevilla, siendo finalmente Córdoba la plaza donde lidiaría su primera corrida de toros.
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