Tres nombres de las cuadrillas destacaron esta tarde en Madrid: Curro Javier, Joao Ferreira y José Antonio Barroso.
Curro Javier firmó una actuación para enmarcar frente al cuarto de la tarde. Desde que salió el toro, el torero de plata impuso su temple, su sitio y su criterio. Lo paró como mandan los cánones, lo sujetó con capotazos medidos, justos, pensados. Su brega durante el tercio de banderillas fue una lección para las escuelas: colocó al toro en suerte con sentido y precisión, cuidando los terrenos y el ritmo del animal como quien entiende el toreo desde la raíz. Fue, sin duda, uno de esos pasajes que justifican una ovación para un peón de brega.
Pero si hubo un momento que se grabará en esta feria como el gran par hasta el momento, ese fue el de Joao Ferreira al cuarto toro. Esperó al animal con los pies clavados, aguantó la embestida como un muro y se asomó al balcón con una rotundidad que puso en pie a la plaza. Fue un par sincero, de verdad, con exposición y entrega. Ferreira tragó, y lo hizo con torería.
A caballo, José Antonio Barroso se ganó el reconocimiento de la plaza en el quinto. Picó con maestría, con pulso y sabiduría. El toro le empujó hasta los medios y lo castigó con equilibrio, sin cebarse. Fue un puyazo medido, que conectó con los tendidos. No hubo violencia, solo torería desde el peto. El picador entendió al toro y lo supo medir con clase.