CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Como una película de Shyamalan


sábado 7 junio, 2025

Corrida dispareja y estrecha de opciones de Adolfo en tarde de cariñosa despedida de Robleño de San Isidro y más árida para Escribano y Ferrera

Crónica Adolfo

En esta plaza de las mil caras, tan fría unas veces, festivalera otras, en ocasiones cruel… hoy tocó la versión esquizofrénica. Voces a destiempo, peleas en el tendido, y tantos cambios de ritmo y giros de guión como una película de Shyamalan. Pasaron de meterse fuerte con los “adolfos” a ignorar la suavidad de Ferrera y pasar de la exposición de Escribano, para acabar haciéndose de miel con Robleño, que se despidió de San Isidro con un encierro disparejo en exceso de Adolfo Martín, que enlotó animales con más de 600 kilos con otros muy justos de trapío y canal. Fue tarde con mil lecturas pero eso sí, sin el suspense ni el final brillante de las obras del director del Sexto Sentido

Para empezar, a la corrida de Adolfo le faltó plaza. Las ha echado el de Galapagar mucho mejores aquí, tanto por dentro como por fuera. Se metieron con algunos toros por su falta de remate, pero no estuvo entre ellos el primero, bien hecho, bien comido, bajo y amplio. Pero con más de 600 kilos. Quizá por eso se acabó enseguida. Faena suave, con relajo y sin tensión de Ferrera, que había sacado a los medios a Robleño para brindarle un toro noble que aún durando poco tuvo un buen pitón derecho. Por el izquierdo no fue igual. 

Dejó buena imagen el extremeño, y también una buena estocada al segundo intento, después de dar el acero contra una banderilla en el primer envite. El cuarto, largo y estrecho, casi cornipaso, sin perfil, quedó encogido, como enfermo, durante el tercio de varas. Fue devuelto, pero ante la imposibilidad de que siguiera a los bueyes, hubo de ser apuntillado.

Lo reemplazó un sobrero grande y largo, acapachado pero suelto de carnes, sin remate por atrás, de Martín Lorca. Manseó y blandeó el animal, Ferrera volvió a aplicar pulso y criterio, pero lo tomaron a chufla, coreando con olés cada intento del extremeño por afianzar al astado. Lo peor, que nos quedamos sin ver al extremeño.

Tampoco echaron cuentas a Escribano, muy sincero con un lote de los que dejan sin aliento. Más estrecho, de menos remate el tercero, que se vino por dentro ya de salida. De muy corto viaje. Un pájaro. Un cabron que pasó por inválido para los de la chapa, que no hicieron ni puto caso al de Gerena durante un esfuerzo de los de verdad, tan grande como ingrato. Porque tragó tela en cada embroque, poniéndose y arriesgando el físico en cada arrancada, que olían a hule. Lo peor que hizo fue matarlo. Se perderá entre el marasmo de un mes de toros. Pero ahí estuvo y ahí quedó lo que hizo. Porque se puso para que lo cogiera unas pocas de veces.

Al sexto, estrecho y vareado, se fue a saludarlo a chiqueros. Se arrancó de largo en el último puyazo donde no fue excesivamente castigado, y el de Adolfo se vino arriba. Demasiado arriba. Puso en aprietos e Escribano en un buen tercio banderillas y en el inicio de faena, por bajo, ya embistió con agilidad y viveza, un tejón queriéndose subir a las barbas del de Gerena. Fue una lucha poco valorada, sin final feliz, sobre todo porque no todos fueron conscientes de lo que costaba estar delante de esa “alimaña”.

Sin embargo, la hiel con Ferrera y Escribano se volvió miel con Robleño en su última tarde de luces en San Isidro. Aplicó oficio para aliviarse con el segundo, que no pasó pero al que tampoco terminó de tragar el madrileño. Con Las Ventas deseando verlo salir en hombros tantas veces, y la de triunfos que se le han ido con la espada… a éste, que no era de triunfo, lo mató con una de las estocadas de la feria.

Los más fieles le obligaron a saludar una ovación antes de lidiar su último toro en San Isidro. Muy vareado y estrecho, avacado de hechuras, degollado de papada y con el clásico hocico de rata, “Aviador” fue el toro que salvó el parte el honor de la ganadería. Sobre todo, porque tuvo un más que potable pitón izquierdo. En otro momento, Robleño le hubiera dejado la muleta en la cara y hubiera tirado de su embestida sin ayuda de la espada, pero la afición, muy sensible con la causa, estuvo cariñosa con su torero, al que alentó en cada serie, agradeciéndole su esfuerzo y dedicación. 

Después de estocada entera, hubo petición minoritaria para la faena del torero de San Fernando de Henares y consenso a la hora de premiar la misma con una aclamada vuelta al ruedo. No fue el mejor final, pero al menos las aguas, en tarde histriónica, de voces extemporáneas e inoportunas, se serenaron. ¡Qué bien puestos están los rejones los sábados de feria, carajo! 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Última de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. No hay billetes.

Toros de Adolfo Martín, muy desiguales de presentación, una escalera, alguno sin trapío para Madrid. El 1º, noble y humillador, acabó acusando su peso; el 2º, incierto y midiendo siempre, de poco recorrido, nunca humilló; el 3º, con peligro, orientado y reponiendo mucho, reservón; el 4º bis, blando y endeble, deslucido; el 5º, de buen pitón izquierdo, pero de medido poder; el 6º, con mucho peligro, vivo y ágil, defendiéndose con saña, sin embroque.

Antonio Ferrera, de blanco y oro: ovación tras aviso y silencio

Fernando Robleño, de marino y oro: silencio y vuelta.

Manuel Escribano, de verde billar y azabache: silencio tras aviso y ovación tras aviso.

967832ee 46e8 47a4 Affc 7ce34d03ad17