Sebastián Castella volvió a demostrar el pasado sábado en el Coliseo de Nîmes que el toreo, cuando se conjuga con entrega y compromiso, alcanza la categoría de gesta. El francés afrontó la corrida con una fractura en la sexta costilla del lado derecho, lesión sufrida el jueves anterior en Madrid, cuando un toro de Jandilla le propinó un seco derrote al entrar a estoquearlo, dejándole maltrecho. Pese al dolor, Castella rechazó pasar por la enfermería y guardó silencio sobre su estado físico para no empañar la cita más simbólica de su temporada.
El resultado fue una actuación de gran dimensión frente al cuarto toro de Victoriano del Río, al que le paseó una oreja de mucho peso en una faena cargada de inteligencia y entrega. Solo tras la corrida, al someterse a las pruebas médicas pertinentes, los doctores confirmaron la gravedad de la lesión y se mostraron sorprendidos de que hubiera sido capaz de torear en esas condiciones.
La tarde tuvo un significado aún más profundo: Castella fue homenajeado por sus 55 tardes toreadas en el Coliseo de Nîmes, un récord histórico en la plaza que se enmarca, además, en el 25º aniversario de su alternativa. El gesto de la empresa y la afición francesa cobra un valor incalculable en un año especialmente emotivo para el torero de Béziers, figura clave del toreo francés y referente en la Fiesta a nivel internacional.
Compartió cartel con José María Manzanares y Lalo de María, ante toros de García Jiménez, en una tarde que se vivió como un auténtico acontecimiento. La plaza, con una gran entrada y un ambiente de gran cita, se volcó con el torero en un reconocimiento que trasciende lo artístico: es la confirmación de su legado, su entrega y su vínculo indisoluble con la afición gala.
Castella no solo triunfó en Nîmes, sino también del corazón de una afición que hoy lo celebra como lo que es: un héroe del silencio y del toreo.
