LA CRÓNICA DE SAN FERMÍN

El Rey sin espada, la tierra sin Rey


viernes 11 julio, 2025

El mal de los aceros se llevó los triunfos de la terna en una tarde de más momentos bellos que sentimientos profundos

Pablo Aguado
Pablo Aguado en el ruedo de Pamplona © Emilio Méndez

Resulta difícil de analizar una tarde como la de hoy en una plaza como la de Pamplona, porque no se obtiene el mismo resultado en otras plazas exponiendo los mismos argumentos. En San Fermín se busca la bullanga por los tendidos de sol y el ruido mitiga muchas carencias, pero la corrida de Jandilla que vino hoy, que pasó por potable sólo porque se movió para allá y para acá, hubiera sido de petardo en Madrid, donde la hubieran apretado más. No es que en Navarra sean mejores o peores los aficionados, es que así es su personalidad, aunque son otras cosas las que se esperan de una terna como la de hoy.

No por el triunfo o la ausencia de él, que al final es lo de menos cuando están Ortega y Aguado en el cartel, sino porque ni siquiera Roca Rey había paseado pelo cuando el festejo acabó. Lo hubiera hecho si le llega a meter la espada al segundo, un colorao y salpicao de mucha planta, mucha alzada y mucha fachada en general que llegó con carbón a la muleta y se le acabó en cuanto le puso el trapo Andrés a una cuarta de la arena amarilla. Antes le había iniciado el trasteo con péndulos de rodillas -en los que casi se lo lleva puesto- y largos trazos de muleta liviana donde sobresalían los pectorales como un monumento para cerrar las tandas. Todo muy del gusto de los pamploneses, que se entretenían entonces en cantar ‘El Rey’. No dejó de serlo Andrés cuando le apretó la exigencia a ese ‘Gorrero’, pero el toro sí dejó de ser tal. Aún así, le hubiera cortado una oreja larga de haber acertado en la suerte suprema.

Pero habían sonado dos avisos, y uno más escuchó en el quinto, cuando a ese toro geniudo y bravucón le azuzó el brío cuando necesitó de él y le mató el espíritu cuando precisó hacer el toreo. Porque en el nivel de la exigencia ya no corren tanto los toros, sobre todo los que no tienen raza. Pero incluso de esa forma supo equilibrar Andrés los rodillazos y los naturales para haber paseado un nuevo trofeo y seguir siendo el Rey de Pamplona. Pero anduvo el Rey sin espada, y quedó la tierra sin Rey.

Quiso serlo Pablo Aguado, mucho más risueño y feliz de lo que es habitual, disfrutando mucho más de cada cosa que ocurría. Es el sevillano uno de esos seres con necesidad de expresión que ha tenido que aprender a trabajar con el paso de los años, pero llega a una edad Pablo en la que prefiere saborear que comerse el mundo a dentelladas. Por eso si había que ser delicado y bello en la forma de dibujarle al ‘Histórico’ que hizo tercero, se ponía muy derecho, pero muy natural a soltar los brazos casi meciendo al animal en un manojo de verónicas que más pereció una nana. Se siente comprendido Aguado en esta plaza, y su forma de templar los doblones en el inicio de faena lo dejaron claro. Pero lo mayúsculo llegó con la mano izquierda, dejando que susurrara la muñeca zurda para conducir muy despacio la arrancada del Jandilla. Fue superlativo el sentimiento de Pablo para derramarse por el trapo en la arena de Pamplona, y tanto lo gozó que le pareció lo de menos perder el premio al manejar el estoque. Por mucha falta que le haga a su apoderado a la hora de defenderle el sitio, porque esto, aunque no lo parezca, no debería ir de subirse al andamio.

Nunca lo hace Juan Ortega, que ha aprendido ya que no necesita cortar las orejas, pero sí definirse como muy diferente a cualquier torero con el que comparta cartel. Es la del sevillano otra forma de ver la vida, siempre despacio, para hacerlo o no hacerlo, pero no ponerse a intentarlo jamás. Por eso estaban mejor pensadas las verónicas al abreplaza de lo que las tomó el animal, que hasta lo arrolló sin consecuencias en el quite por chicuelinas. Juan, al contrario que Andrés, no pretende ser el Rey de Pamplona ni de ninguna plaza, pero sí del corazón del aficionado. Por eso es diferente. Y hasta la forma de andarle al buey cuarto en ese inicio de toreo en ochos, como lo hacía Domingo Ortega, o la manera de machetear a ese mismo toro, con el sabor de Triana, ofrecen variedad a lo que se ve de forma habitual. Aunque hoy no pudiera profundizar en los detalles.

Quedó desangelada la salida de la plaza, con los nubarrones amenazando truenos y la oscuridad más presente que otros días, porque lo que tienen las tardes como la de hoy, es que ni pesan ni dejan resaca.

FICHA DEL FESTEJO

Viernes, 11 de julio de 2025. Plaza de toros Monumental de Pamplona. Séptima de la Feria del Toro. Corrida de toros. No hay billetes.

Seis toros de Jandilla y uno, el quinto, de Vegahermosa. Con son y ritmo el primero; noble y con un buen pitón derecho el segundo; con clase y calidad el tercero; manseó y se defendió el cuarto; le costó romper para delante al quinto; se movió sin clase el sexto.

Juan Ortega, de manzana y oro: silencio y silencio.

Roca Rey, de celeste y oro: palmas tras dos avisos y silencio tras aviso.

Pablo Aguado, de negro y oro: ovación y palmas.

CUADRILLAS: Saludó Iván García en el sexto.

FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ

Fotogalería Pamplona 11 7 2025