Lo de Rafaelillo con el cuarto toro de José Escolar se convirtió en una refriega cuando el animal le hizo hilo y le echó mano varias veces, soltándolo y volviendo a agarrarlo hasta que lo dejó desmadejado en la arena, visiblemente dolorido y con la camisa ensangrentada, en una imagen dramática que pudo quedarse en la retina de los aficionados.
Casi sin resuello, sin facultades y con el rictus del rostro de un intenso dolor, el murciano le metió la espada en un último esfuerzo de la faena y el público, que en Pamplona valora mucho los gestos de hombría y de arrojo de este calibre, lo premió con una oreja que no pudo terminar de pasear en la vuelta al ruedo, ya que el dolor lo obligó a tomar el camino de la enfermería antes de concluir la mencionada vuelta.
Una vez explorado de las múltiples contusiones, los facultativos decidieron el traslado del torero a un centro hospitalario para su correspondiente exploración radiológica, dado el dolor que mostraba el diestro murciano en un buen puñado de zonas de su maltrecho cuerpo.