Este jueves se ha reunido la comisión estatal de patrimonio natural, que reúne a los directores generales de las comunidades autónomas, y ha acordado por un estrecho margen aceptar la propuesta de los científicos y del Gobierno de incorporar al lobo en el listado de especies de protección especial. Esto significa que el Gobierno prohibirá la caza del lobo en los próximos meses. Pero, en realidad, ¿en qué afecta esto a los ganaderos de lidia?
Los cánidos producen una serie de estragos importantes en cualquier ganadería (de bravo o no) que habite en una zona en la que hay manadas de este animal. La dificultad que hace que el lobo no pueda acceder a animales silvestres en muchas zonas lleva a este depredador a tener que atacar a animales con menor capacidad de defensa natural, y en este caso, los criados en cercados como el toro bravo son un manjar auténtico para ellos. Lógicamente, no lo hará nunca con una vaca o un toro bravo que puedan defenderse, pero sí con sus crías: aprovechando la debilidad de sus pocos días de vida o incluso que estén recién nacidos y la madre esté cansada del parto para defenderlos, los devoran vivos.
Por lo tanto, la prohibición de la caza del lobo en zonas con ganaderías de lidia afectará a estos hierros no sólo en pérdidas de ganado, sino en lo más importante (e irrecuperable): en pérdida de genética. Aunque podrán pedir compensación al Gobierno por cada animal que el lobo les mate, lo que no podrán recuperar será precisamente eso, la herencia genética que los animales bravos llevaban consigo.
Un claro ejemplo: lo que pasó hace unas semanas en el hierro de Domingo Hernández
La ganadería brava de Domingo Hernández denunció el pasado mes de diciembre la muerte de más de 60 animales por ataques de lobo en 2020 entre becerros y añojas bravas y cerdos ibéricos. Así lo puso entonces de manifiesto en declaraciones a CULTORO el ganadero Domingo Hernández: «Los ataques de lobo se llevan intensificando en nuestra finca desde hace un año y medio aproximadamente. Lo que antes era de forma puntual se ha ido convirtiendo en algo más y más grave», señalaba el joven ganadero charro.
«Antes no sabemos si la manada era más pequeña o que se acercaban menos, pero ahora todo se ha intensificado mucho más y, de tener un par de ataques cada tres meses, hemos pasado a tenerlos a diario»: ASÍ NOS LO CONTABA.