OBITUARIO

Maradona, el inquilino de Espartaco


miércoles 25 noviembre, 2020

El astro argentino, recientemente fallecido, vivió en una casa del torero durante su paso por el Sevilla

El astro argentino, recientemente fallecido, vivió en una casa del torero durante su paso por el Sevilla

Ha muerto Maradona y, con él, se va un mito, una leyenda, una forma de entender el fútbol, la vida, la personalidad. Ha muerto Maradona y, con él, se va el jugador de fútbol más genial que uno ha visto en vivo en un terreno de juego, capaz de llegar la final de un mundial -el de Italia 90- con una selección argentina que era él y diez más. Ha muerto Maradona y, con él, se va una trocito de  nuestra infancia, de nuestra niñez, de los sueños que tuvimos los chavales de nuestra generación. Ha muerto Maradona y parece que algo nuestro, muy nuestro, ha muerto con él.

Y tan nuestro. Del toro, en este caso, porque ha muerto Maradona y, con él, el que fuera inquilino de Espartaco durante su estancia en el Sevilla. Allí llegó casi de vuelta, gordo, desengañado, medio lesionado en el ánimo por una sanción por dopaje y con graves problemas de narcodependencias. Pero llegó siendo el genio, el superdotado, el tocado con la varita de Morante metido en el cuerpo del más histriónico Jesulín. Y tenía un hombre dentro. Juan Antonio, Espartaco, lo sabe.

Diego le alquiló el chalet y Espartaco le regaló su sonrisa, como hace con todos. Pero aquí había dos genios conversando de tú a tú. «El fútbol es de listos», le decía el argentino al sevillano, en una de esas conversaciones de las que tanto disfrutaban, «consiste en pensar antes que el contrario y adelantarse a su acción». Espartaco sonreía, divertido, con la mirada del que está contemplando al más listo de todos los futbolistas siendo el más listo de los toreros. «En el toreo pasa lo mismo», replicaba entonces Juan Antonio, «sólo que el resultado, si no lo consigues, lo pagas con sangre…». Y Diego lo comprendía. Y lo admiraba.

Porque para Maradona lo importante era el objetivo, la meta: y el suyo era el triunfo. A costa de lo que fuera. El triunfo que lograron los dos, Espartaco y él. Porque, en el fondo, quien ha fallecido hoy para el mundo era, además de un astro del balompié, lo más parecido en el fútbol a una figura del toreo.