JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Llegó el día del esperado mano a mano de Los Califas, un auténtico acontecimiento para el que Morante de la Puebla y Juan Ortega colgaron el cartel de No Hay Billetes en 24 horas, todo ello con ganado de Jandilla. Con banderas de España en el ruedo y un minuto de silencio por las víctimas de la COVID-19 se abrió el telón del espectáculo.
De 480 kilos era un primero de Jandilla armónico en su etampa al que Morante de la Puebla saludó a la antigua, flexionando la rodilla y dejando tres lances que fueron aire fresco para una afición que necesitaba de la fragancia del toreo. Las dos últimas verónicas, ya erguido, tuvieron muy bello trazo. Ya en varas mostró que carecía de fuerza. Tardo a embestir en banderillas, tras unas probaturas muleta en mano de Morante, se puso directamente con la izquierda a sacar lo poco que el de Jandilla llevaba dentro. Una última serie por la diestra dejó dos muletazos de muy buen trazo. De estocada contraria mató Morante, siendo silenciado.
Con un segundo de 520 kilos de Jandilla se presentaba Juan Ortega en Córdoba, al que no pudo dejar verónicas de salida pero sí se las pegó en redondo para colocar al animal al caballo, algo que cantó el respetable y que hizo a Morante sacar el toro del caballo: sublimes fueron las tres verónicas que recetó al animal antes de que Ortega, de nuevo, tomase el capote para responder por tres sublimes verónicas al envite de José Antonio. Y la plaza vibrando… A Morante fue el brindis para ir sobando poco a poco la nobleza sin transmisión de un jandilla al que sí reventó por abajo al natural en las dos últimas series. Hubo alguno para enmarcar, como no lo fue la estocada, defectuosa, algo que evitó el premio.
A Cayetana Álvarez de Toledo fue el brindis de Morante en tercer lugar, un animal que no se definió en los dos primeros tercios pero que ya al natural dejó expresarse al cigarrero. Y por ese lado llevó embebida por abajo la embestida del noblón se Jandilla. Descubrió en la siguiente serie la calidad a diestras pero muy a menos que tuvo el animal y dejó, por derechazos, dos series en las que lo mejor llegó en los finales, sobre todo uno a pies juntos. Pinchó a la primera y enterró el acero a la segunda.
Garbo tuvo el inicio de faena de Juan Ortega al cuarto, un animal al que dejó doblones de muy bello trazo y con el que nada pudo hacer por la flojedad que tenía y también por varios cambios de viaje que le propinó en los embroques. Tras unos doblones por abajo, dejó estocada después de pincharlo. Silencio.
De diciembre de 2015 era un quinto al que Morante dejó tres verónicas cantadas por el tendido de salida y, tras una primera vara al relance, por garbosas chicuelinas quitó Morante. Aplaudida por medida fue la segunda vara. Por chicuelinas quitó también Ortega al toro, destacando una cantada media. Al público fue el brindis. A pies juntos el inicio. El mentón en el pecho para proponer. Y la revolución mientras sonaba Suspiros de España. Los naturales entrelazados entre unas notas históricas. El alma por derechazos fundida en el silencio de Los Califas. Los embroques que eran verso que compuso el poema de su temporada. La vida mortecina de un animal a menos llenando la escena. El final a pies juntos. El suspiro de Morante… y de un tendido rendido y en pie a las manoletinas de sublime epílogo. Y el maldito pinchazo, el que evitó los despojos que son sólo material consuelo para quien sueña con lo que allí pasó, que aunque fue efímero suspiro, fue tangible alegría para los 3.000 espíritus que allí estaban. Vuelta tras aviso.
El sexto, el peor del encierro, ni para moverse valió.
FICHA DEL FESTEJO
Coso de Los Califas, Córdoba. Corrida de La Hispanidad. Lleno en lo permitido.
Seis toros de Jandilla, correctos de presentación. Sin vida el bonito pero flojísimo primero; noble pero sin transmisión el segundo; noble pero flojo también el tercero; deslucido el cuarto, sin viaje ni transmisión; noble y enclasado pero a menos muy pronto el quinto; de nuevo otro sexto mortecino.
Morante de la Puebla: silencio, ovación y vuelta al ruedo tras aviso
Juan Ortega: silencio, silencio y silencio