Javier Espada
Dicen que el toro siempre acaba poniendo a cada uno en un sitio. Que tarde o temprano, quien tiene condiciones para ser figura, podrá llegar a serlo si es capaz de demostrarlo cuando tiene delante al toro de verdad. A ese que exige y premia a partes iguales. A ese torrente de bravura al que hay que poner mando, poderle y cuajarlo en la muleta. La bravura sin ambages, esa que tienen los grises que humillan besando y surcando el albero para perseguir la muleta hasta donde otros animales no pueden llegar. De esos que salen muy contados, pero que cuando salen ponen a todos de acuerdo. Así fue hoy «Arlequín», de Rehuelga, con el que Emilio de Justo se emborrachó de toreo caro. Emilio simplemente toreó a placer, porque un animal así era para disfrutar. Como degustó también la merecidísima vuelta al ruedo que dio junto al ganadero con la plaza entera rompiéndose las manos a aplaudir. A veces el toreo es justo, y nos regala simbiosis como la de hoy entre el gris «Arlequín» y alguien que por fin, está alcanzando las cimas que un día soñaba y veía tan lejanas de alcanzar.
Grandísimo fue el puyazo que le recetó el picador al sexto, al que dejó largo Emilio de Justo para que se arrancara. No le puso una segunda vez en suerte. El quite por chicuelinas fue ajustado y por abajo y la media fue para saborear despacio. El inicio de faena ya hizo presumir que lo que vendría después sería de cante grande. La clase humilladora, la fijeza y la obediencia con la que embistió el sexto fue para no olvidar en mucho tiempo. Emilio simplemente lo toreó a placer, porque un animal así era para degustarlo. Lo exprimió hasta el final en series especialemente por el pitón derecho. La última de naturales fue inmensa y llegó la petición de indulto. No quiso alentarla el extremeño, gesto que le honra, y se tiró como un cañón para matarlo.
Antes, ya había firmado otra notable obra con el segundo de la tarde, al que firmó un recibo capotero con el que puso a la plaza en pie. Se dobló primero para obligarlo y después se estiró, dibujando cuatro verónicas y una media que llegaron arriba. Peleó bien el santacolomeño en el puyazo en el que le dejó largo. En banderillas, la labor se complicó una barbaridad ante un toro que esperaba para después apretar a los subalternos. En la muleta, lo fue cuajando poco a poco, en una faena de menos a más. Por el derecho le recetó tandas en el más puro estilo Emilio, componiendo la figura, cargando la suerte. También lo toreó por el izquierdo. En la tanda final se deshizo de la ayuda para ponerse a torear con la mano derecha al natural en una estampa original. Se tiró de verdad para cobrar una gran estocada, el toro tardó en rodar y tuvo que usar el verduguillo.
Al cuarto le cortó otra oreja de esas que llaman caras en cualquier plaza importante. Fue un astado inválido que el palco se negó a devolver. En banderillas, brilló Morenito de Arles. La condición del animal impedía que lo que pasara llegara arriba y Emilio intentó mimarlo jugando con las alturas. Tiró de él y se la dejó puesta por el derecho en los momentos de mayor exigencia de la faena, que se alargó y el animal se echó. Rápidamente, se tiró a matar Emilio para cobrar una estocada fulminante.
Perera hoy demostró el momento cumbre que atraviesa, pero le fallaron los aceros. Los que dejaron sin premio la grandísima obra al tercero, otro grandísimo toro de Rehuelga al que banderilleó Javier Ambel de manera perfecta y fue obligado a saludar. Comenzó faena de muleta el extremeño ante un animal de gran condición, que perseguía las telas con una codicia suprema. Lo cuajó Miguel Ángel Perera, por ambos pitones, lo llevó en largo, lo remató por abajo en naturales inmensos que le cantó toda la plaza sobre todo en la segunda parte de la faena. Hubo un circular que duró una eternidad. La conjunción entre toro y torero fue excelente. Alguno hasta le pidió el indulto de manera exagerada. Se atascó con los aceros y perdió los aceros. La ovación para el animal fue clamorosa.
Al primero le andó con el capote Perera para recibirlo. Cambió Perera el tercio tras el único puyazo que recibió el abreplaza de Rehuelga en el caballo. La Brega y la labor en banderillas fue de nota, apretó y mucho el Santa Coloma y se la jugaron José Chacón y Curro Javier en un tercio que acabó con ovación de gala para la cuadrilla. Por el derecho quiso encadenar los muletazos un firme Perera ante el de Rehuelga, que persiguió las telas con más ahínco cuando el extremeño lo llevó cosido, enseñándole muleta y logró tandas de mérito por el pitón izquierdo. El bajonazo le impidió cortar una oreja.
El quinto tuvo poca historia. Manseó, no tuvo ni transmisión ni emoción. Las tandas que encadenó el de La Puebla de Prior no lograron llegar arriba. De nuevo, fallaron los aceros del extremeño.
La afición que acudió hoy a Illescas salió de la plaza borracha de toreo caro. De ese toreo que brotó de la conjunción entre «Arlequín» y Emilio en una faena que tardará tiempo en olvidarse en el coso sagreño. La correcta actitud de la presidencia y la decisión honrada de Emilio de entrar a matar impidieron que se formara un alboroto que se está convirtiendo cada vez más habitual en las plazas cada fin de semana. El mejor premio para el toro fue la vuelta al ruedo y fue clamorosa. Toreros así, encastes así y tardes en las que ambos se unen son las que hacen afición de verdad.