EMMA GORJÓN
Pisar el emblemático barrio de Insurgentes te hace sentir especial. Apenas dos horas antes de comenzar la primera corrida de la semana del aniversario todo su vecindario sigue el mismo ritual cada año, ni un alma en sus casas inundan el barrio como si de una fiesta nacional se tratase. Antes de comenzar la primera corrida de la semana del aniversario ya se palpaba en el ambiente las ganas de ver una buena tarde de toros. Los alrededores de la impresionante Monumental de Ciudad de México estaban a reventar, no cabía un alfiler, los reventas te asaltaban sin dejar avanzar un solo paso. Jamás había visto nada igual, a excepción de cuando torea el de Galapagar.
La afición mejicana tenía motivos más que suficientes para estar expectante, dos de sus paisanos estaban acartelados: el hidrocálido Joselito Adame y el azteca José Mauricio. Podría haber sido el día, pero la suerte se lo complicó.
El ambiente era especial, se agolpaban numerosas sensaciones indescriptibles, me llamó la atención la cantidad de niños que ni alcanzarían los diez años que había en los alrededores de la plaza toreando con sus pequeños trastos. No dudé ni un solo segundo para acercarme a uno, procedente de Tequisquiapan, pequeño municipio de Querétaro. “Mi sueño es ser matador, quiero torear en la fábrica de los sueños como la llama mi papá”. Bonito nombre para bautizar el coso de Insurgentes. El lugar impresiona, no sólo por sus dimensiones sino el cúmulo de emociones que te agolpan nada más pisar el lugar. La México es especial, comprendí a ese niño a la perfección, se agolpan momentos mágicos de los que nos hacen latir el corazón y se quedan ahí para siempre. Eso es para mi, la magia del toreo.
La celebración de la corrida es espectacular, los aficionados se vuelcan sobre todo con sus toreros, me imagino el calor que sintieron tanto Adame como Mauricio. Aunque, señalo que a Ponce le aplaudieron como el que más entregándole su placa de reconocimiento a sus treinta años de alternativa. No dudó en demostrarlo en el ruedo, ante la exigencia incomprensible del juez de plaza. Caía la noche, media corrida fue a media luz, dejando el protagonismo al resplandor del de los trajes
Destacó la maestría de Ponce, las ganas de Mauricio y el tesón de Adame. La afición salió contenta y con ganas de volver el miércoles a la gran corrida del Aniversario.
Me quedo sin duda con la mirada risueña de ese pequeño niño quien cada noche sueña en arrastrar su capote en el albero de la monumental. Porque como decía Roosevelt: “El futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños”.