JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Ha sido un año muy duro para todos los toreros. Tras un final de temporada casi trágico, no nos olvidamos de uno de los nombres que dejó su sangre sobre la arena de Pamplona en julio. Tuvo que cortar temporada y tuvo a todos los aficionados en un hilo porque no sabíamos qué iba a pasar en su carrera. Finalmente se está recuperando al cumplirse cuatro meses del percance, ya tiene nuevo apoderado -Marcos Sánchez Mejías y así vive su día a día.
¿Cómo está Rafaelillo?
He notado un cambio a mejor desde el verano hasta aquí. El último TAC que me hice en Murcia a primeros de septiembre todavía daban indicadores de que quedaban cosas por consolidar, tenía aún dañado el pulmón e inflamado el hígado de la contusión. Ya estoy empezando a hacer algo de deporte, aunque aún no estoy cogiendo un capote y una muleta por precaución. El día 14 de noviembre, que hará cuatro meses de noviembre, nos haremos otro TAC para comparar con el último que hicimos y ver en qué he mejorado. Mis sensaciones son buenas aunque aún me quedan unos meses por delante.
¿Se están cumpliendo los plazos médicos?
Es algo más de lo que se habló en un principio. El doctor Hidalgo me dijo que este tipo de cogidas, en una persona que no tiene la forma física de un torero, se le pueden ir diez meses e incluso un año. Me dio a entender que lo podría acortar desde un año a seis o siete meses; ahora mismo estoy en el cuarto mes, y creo que a primeros del próximo año estaré al cien por cien si va todo bien y no hay ningún contratiempo. A final, la sensación es importante, y la mía es que estoy mejor.
Nos da la sensación que en el momento en el que te encontrabas, te has tomado el percance con mucha tranquilidad: la salud es lo primero.
Sí, pero es que también era imposible reaparecer. Ahora mismo me duele hacer el movimiento del muletazo, ya que la cogida que tuvo un dolor que se mantenía hasta octubre. Hubiese sido imposible ni siquiera torear en Zaragoza. Estuve al límite. Tuve la fortuna de que me pilló en Pamplona, con el doctor Hidalgo, que es nuestro ángel de la guarda. Tuvieron una intervención vital en la enfermería y me salvaron la vida. Por mucho que hubiese querido, los plazos son los que son. Y sí, me lo he tomado con tranquilidad: uno no es un niño y la madurez te hace aprender. Hay que sacar lo positivo aunque sea de los momentos difíciles, y siempre se aprende más de ello que de lo fácil. Me lo estoy tomando con esa filosofía, y Dios verá lo que me depara el próximo año.
Un torero siempre piensa en un objetivo. Y el de Rafaelillo supongo que será Fallas.
Mi objetivo es recuperarme. Y si no puede ser antes de Navidad ir al campo, será a primeros de año. Quiero volver a la temporada para recuperar la ilusión y el cariño de los aficionados y profesionales. Fallas sería una plaza muy especial para mí, me encantaría volver a ella. He vivido momentos sentimentales muy importantes, con mi queridísimo Adrián. Además, es Fallas, la primera Feria importante de primera categoría.
A veces los toreros tienen etapas, y a pesar de la dureza de los hierros que has matado en tu vida, este 2020 ciertas Ferias deberían tener sensibilidad en cuanto a los hierros con los que anuncian a Rafaelillo, ¿piensas así?
No sé, el toreo siempre ha sido una profesión de emoción y de sensibilidad. Lo que quiero es que me pongan, volver a las plazas en las que he tenido mi sitio y he triunfado. Ahí está mi currículum como torero y como profesional. Hay plazas de España y Francia en las que he triunfado y por circunstancias no he vuelto a estar. Soy consciente del lugar en el que estoy, todo tiene un por qué y ya se irá viendo. Espero que cuenten conmigo. Nunca voy a renunciar a quién soy y de dónde vengo, soy realista de la situación que vive el toreo. Quiero demostrar también el otro concepto del toreo que tengo: en muchísimas tardes se queda escondido por los animales, que no te dejan desarrollar lo que llevas dentro. Muchos días te ves limitado a ello por las circunstancias de los animales.