SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES (MADRID)

Tres formas de ser brillante


domingo 1 septiembre, 2019

Enrique Ponce, José María Manzanares y Pablo Aguado dejan una tarde de gran toreo con el buen encierro de Luis Algarra. Tres cuartos de entrada en los tendidos.

Enrique Ponce, José María Manzanares y Pablo Aguado dejan una tarde de gran toreo con el buen encierro de Luis Algarra. Tres cuartos de entrada en los tendidos.

MARCO A. HIERRO / FOTOS; LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

La quinta de la Feria del Cristo de los Remedios de  San Sebastián de los Reyes (Madrid) acogía, en la tarde de este domingo, una corrida de toros de Luis Algarra para para Enrique Ponce, José María Manzanares y Pablo Aguado.

Con su habitual empaque recogió Ponce en el capote al abreplaza, al que le sopló media docena de verónicas encajadas y con ritmo que murieron en una media en el centro del platillo. Claudicó el animal al salir del caballo y fue tan protestado en banderillas que terminó volviendo por donde había venido. Bastante más entidad tenía el sobrero, al que le costó un poco más acudir a las verónicas de Ponce, mucho más a la trágala para sacarlo de encima con una revolera. También blandeó en varas, pero sin tanta evidencia. Lo evidente fue la maestría de Ponce para sustentar una faena de premio en la suavidad, la media altura y la nula exigencia al animal, no sólo para que aguantarse en pie, sino también para irse ovacionado en el arrastre. Entre medias dejó Enrique su habitual concepto de acompañar mucho con la cintura, dejar muchos momentos estéticos en el largo trasteo y matarlo con efectividad para pasear las dos orejas. 

Bien hecho estaba el burraco que hizo segundo, que le humilló con entrega y con clase a Manzanares en el brillante y cadencioso saludo a la verónica, perfectamente embarcado en la bamba del percal. Dos soberbios pares de banderillas colocó Daniel Duarte, obligado a saludar. Desde el inicio, agarrado a las tablas, supo Josemari que iba a cuajar al animal, que no dejó de embestir con ritmo ni una vez en el trasteo. Claves las pausas en el toreo, siempre a más, siempre comprometido y con alma, con el vuelo más preciso que se pueda ver hoy, con el empaque y la elegancia del sello Manzanares. Un estocadón en la suerte de recibir certificó las dos orejas que premiaban la casi perfección. 

Primoroso fue el toreo de capa de Pablo Aguado al tercero, una pi tura en hechuras y un lujo en humillación y en temple, que le permitió al sevillano dejar dos o tres veronicas de sello y distinción, de toreo distinto. Y lo repitió en el quite, encaderado por el mismo palo. También Iván García, que se desmonteró, mostró su brillo en banderillas. Pero fue el toreo distinto de Aguado el que caló en el tendido de Sanse, con la naturalidad acusada de su trazo y la delicada forma de manejar las muñecas para obtener profundidad, que no siempre es lo mismo que largura. Monumentales los cambios de mano, temoladísimo al natural y con distinción en los remates. Dejó claro Pablo por qué esta es su temporada. Y lo remató con una estocada corta que tiró rodado al de Algarra. Dos orejas. 

Más feo era el cuarto, más alto y menos armónico, pero Le humilló las arrancadas a Ponce tanto en el mecido saludo a la verónica como en el quite, por el mismo palo, donde ya se quedó con el viaje más corto y pensando las arrancadas. Pero resultó bravo en la muleta, emotivo en la entrega en cada muletazo que Ponce optó por acompañar primero antes de exigir para reducir. Cuando lo hizo, quedó el animal con el temple preciso para terminar con las poncinas, que calaron en el tendido, y con un pinchazo previo a la estocada que dejó su premio en una oreja. 

El quinto tuvo menos fijeza de salida, y Le volvió ancas a Manzanares en cuanto tuvo ocasión, para llegar casi sin definir al tercio de banderillas. Sin inicio Josemari, fue dándole trapo con pulso y con inteligencia para encelar la voluntad de un animal que anunciaba fondo limpiando poco. Fueron cayendo las tandas, seguras y firmes, pero el pinchazo previo a la estocada dejó el premio en ovación. 

La suave naturalidad de los lances de Aguado al sexto fue sencillamente sublime. Descargando las manos, sintiendo las Palmas, dejando llegar al vuelo y dejando entonces que el vuelo caiga a la vez que templa la pasada. Inmenso Pablo. Y no era de apuesta el basto castaño, con dos orejas en el primero y en Sanse, pero hizo el esfuerzo el sevillano para limar la informalidad y las esquirlas para instrumentar un par de tandas de segura diestra. Una estocada contundente dio paso a la ovación que cerró el festejo. 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de San Sebastián de los Reyes (Madrid). Quinta de la Feria del Cristo de los Remedios. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada. 

Toros de Luis Algarra, devuelto el chico primero por inválido y de gran nobleza y el fuelle justo el primero bis; de gran clase y entrega el gran burraco segundo, premiado con la vuelta al ruedo; con calidad humillada el buen tercero;  bravo y emotivo el cuarto, aplaudido; informal pero con fondo el manejable quinto; basto e informal el deslucido sexto. 

Enrique Ponce, dos orejas y oreja 

José María Manzanares, dos orejas y ovación 

Pablo Aguado, dos orejas y ovación