TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Cuando no caben las dudas entre las telas de seda y las de franela roja se hace presente el compromiso y se trae al toreo a dar una vuelta por los muslos ofrecidos. Cuando un tío se encaja, se descarga y se pasa por la barriga cuarto y mitad de alcurrucén cabreado llega la verdad que nunca debió abandonar este rito. Porque con ella se va a cualquier parte. Hoy sigue Paco Ureña paseando su orejita de otros días o su orejona de hoy, pero sin recibir el premio gordo a cuya puerta está harto de llamar. Y mira que se hincha a hacer méritos.
Porque al tipo flacucho de Lorca que se enfrontiló con el quinto y le expuso su verdad en forma de riñón al frente y muñeca al infinito le tocará su momento, pero hasta entonces habrá dejado tantas tandas sin mácula en verdad y pureza que al aficionado –el que se emociona, no el justiciero- ya le darán igual una que dos que tres patas y un lomo. Y eso que ahora está tuerto, hecho que se empeña en no vender, ni explotar, ni dramatizar. Porque le vale con echarla al morro en la rectitud de los pitones, colocarse entre las perchas, tocar, bambolear o pulsear y alcanzar el infinito sugiriendo a un animal que necesita hacer lo que él le está pidiendo. Pues no es difícil. Tanto que para hacerlo no se puede dudar.
Ni una duda. Eso es lo permitido en el mundo donde los hombres de carne se transmutan en héroes del rito. Donde las manos izquierdas se vacían por debajo de la pala y dejan allí quieto al de Alcurrucén porque ya le han exigido bastante entrega. Y así cuatro o cinco veces más. Eso fue lo que quiso hacer David Mora con el primero, al que había toreado primorosamente con la capa en verónicas de saludo, primero, en gaoneras después, en un quite de réplica a Ureña.. En un inicio de empuje glorioso para el animal, con dos desdenes preñados de sabor que despertaron a la parroquia. Pero cuando ya se iban a más las series con la diestra, y volaban los vuelos cual palomas torcaces, se le acabó el fondo al bicho y se volvió vulgar. Y allí se quedó David entre el respeto de Madrid, que no fue hoy tan cruel como en Otoño.
Tampoco lo fue con Álvaro Lorenzo, pero es que tampoco le llevaron de casa materia para dudar o no. La corrida de sus apoderados le dio la misma opción que un Euromillón que no echas. Porque fue noble, pero no caminó como hubiera deseado, no humilló como le hubiera venido bien y no se entregó como hubiera necesitado para reeditar la Puerta Grande. Pero es que, amigo, esto es muy, muy difícil…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Décimo octava de la feria de San Isidro. Corrida de toros. 22.920 personas.
Toros de Alcurrucén y Lozano Hermanos, bien presentados. Emotivo el duradero primero; noble a menos el segundo; a menos un tercero sin terminar de entregarse; sin fuerza el deslucido cuarto; con virtudes pero huidizo al final de la serie el quinto; diluida la bondad del sexto.
David Mora (grana y oro): palmas y silencio.
Paco Ureña (rosa y oro): silencio y oreja.
Álvaro Lorenzo (azul soralla y oro): silencio y silencio.