TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
“De acuerdo, te lo compro”, pareció decirle Perera a ese castaño grandón, altón y feón que echó por delante en su compromiso de Fuente Ymbro. “Te compro la movilidad atolondrada, te compro la llegada de acusada humillación y hasta te compro la dulzura rítmica del tranco, a pesar de que lleves un hueco preocupante en el fondo del arcón”. Todo eso le compró Perera al aparato jandillón, porque con esos materiales se sabía capaz de construir la historia.
Le valía esa movilidad emotiva que se venía de largo en cuanto le movías un fleco del trapo. Fue inteligente Perera. Y listo, porque bastaba con embarcar la llegada, soltar ligero, volver a enganchar y dejar que se pegara él solito los tres primeros que llegaban de regalo con la inercia. Luego le provocabas dos más con la sutilidad de una muleta de suave trazo y altura justa y lo despedías largo con uno de pecho que resultase fantástico. Y así tres veces seguidas. Sabía Perera que comprando tenía mucho ganado.
“Te lo compro”, parecía decir en cada cite, en cada toque para llamar o fijar, en cada mirada que le dedicaba en la distancia mientras se iba al sitio para repetir el ciclo con la plaza rugiendo. Era así de fácil de leer. Pero hay que ser Perera para ponerlo en práctica. Porque al toro que pasará por excepcional le faltaban los fondos: el de clase para rebozarse del todo y no sólo volcar la cara en los embroques; el de bravura para mantener la intensidad cuando la inercia se esfumó para hacerse presente la exigencia. Y Miguel lo sabía. Vaya si lo sabía. Por eso se lo hizo en una tanda, con media muleta a la rastra, pero sólo en una tanda para que no perdiese el bofe. Porque sabía Perera que luego se iba a defender, y fue tan grande que ni eso le dejó. De un sopapo fenomenal lo tiró sin más acero.
Y entonces volaron pañuelos, y sonaron los silbidos -que aquí solicitan orejas tanto como protestan un toro- hasta que el presidente, que se aflojó a última hora, sacó el segundo moquero a volar. Y ese orejón de rotunda inteligencia que Perera se había ganado se convirtió en puerta chica para el que vende al peso las glorias que da Madrid. Pero era la sexta del de La Puebla del Prior, que no es un cualquiera con suerte.
Tampoco lo es Diego Urdiales, aunque sólo lleve una, porque hoy no tuvo el mejor día y hay dos paseíllos más para aguardar mejor ocasión. Y tampoco el Fino se fue con bien, porque le pegó tres derechazos al abreplaza que abrieron un par de bocas, pero le tiró las tres cartas al caballón que hizo cuarto a nada que sonó un silbido en el Sanedrín Mayor.
A ellos no les compró Madrid la propuesta de toreo. Y yo, que compro mucho de muchos toreros, prefiero comprarle un petardo al Fino que a muchos otros que los venden como buen jamón. Será que para la tarde de Perera me importa poco si cortó oreja alguna, aunque el tendido entienda excesivo el premio que paseó.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Segunda de la feria de San Isidro. Corrida de toros. No hay billetes.
Toros de Fuente Ymbro, serios y de imponente presentación, desiguales de tipo. Obediente sin finales ni fondo el insulso primero; de movilidad sin clase ni fondo el anodino segundo; con movilidad, humillación y voluntad de embestir el buen tercero; humillador sin clase ni fondo el caballón cuarto; enrazado, emotivo y con fondo el quinto; noble pero inválido el sexto.
Finito de Córdoba (obispo y oro): silencio y silencio.
Diego Urdiales (marino y oro): silencio y silencio.
Miguel Ángel Perera (botella y oro): dos orejas tras aviso y silencio.
Incidencias: saludaron Curro Javier y Vicente Herrera tras banderillear al sexto.