Duele mucho afirmar y perjurar que un sector ha perdido el Norte en muchos aspectos. Duele cuando, día a día, estás hablando de futuro, de valores y cuando tu discurso –el de este medio- está siempre basado en un nombre: esperanza.
Duele tener que hacerlo después de ver cómo un torero, Juan Leal, se ha jugado los muslos en sus ocho tardes en esta temporada, cinco de ellas en plazas de primera categoría, en las que ha cortado once orejas. Once en plaza de primera, que se dice pronto: Nimes -doble Puerta de los Consules-, Béziers, Mont de Marsan y tres en Bayona. Y una oreja en tarde sin espada pero de fajarse ante cuatro puñales como pitones de Fuente Ymbro en Albacete.
Y duele cuando un torero como Pablo Aguado ha dejado más de media decena de sustituciones en este final de temporada y no hay ni un solo sitio, por el momento, para Juan. Ni uno. Ni en Sevilla para un torero que vive allí y que aún no se ha presentado en La Maestranza ni en Madrid para un torero que cortó una oreja en este ruedo en su última tarde en 2019, amén de sus triunfos en aquella última temporada «normal» en Pamplona, Bilbao, San Sebastián, Logroño y Béziers.
Ni en los pueblos ni en las Ferias ni en las plazas mediopensionistas. En ninguna. ¿De qué sirve esto?