TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOS: ELMUNDO.ES
Es muy complicado -se me antoja imposible- sacar un estereotipo del taurino al uso mientras hablas con Chapu Apaolaza. Tampoco necesita exaltarse, ni blasfemar en arameo, ni dejar de citar a Noelle Newman si aquello que se dispone a explicar se enmarca con perfección milimétrica en una teoría comunicativa. Explica con la misma naturalidad las consecuencias de una decisión gubernamental en los micrófonos de Onda Cero y el acierto de un matador al perfilarse en la suerte contraria mientras retransmite en Telemadrid. Lo hace porque practica el sano ejercicio de la duda, que lleva -como explicaba Aristóteles– al mismo conocimiento que conduce a la verdad. Y es esa virtud, tal vez, la que le está dando el éxito tan necesario al ser la voz y la cara de la Tauromaquia ante la sociedad profana. Ante dos cañas y en una mañana tan agradable, atraer sobre ti todas las miradas que buscan al toro para desfogar sus instintos más primarios no parecía el mejor plan para dedicar su futuro más inmediato.
– En primer lugar, Chapu, ¿cómo te metes en este lío y cómo tienes previsto hacer para salir con bien en esto de ser La Voz de la tauromaquia?
– (Risas) Lo de la voz de la tauromaquia es ambicioso, pero intento ser nexo entre la comunicación de la gente del toro y el exterior. Yo llego porque había trabajado sobre un argumentario de la tauromaquia. A nosotros nos parece que las cosas son normales hasta que, de pronto, sucede algo en nuestra cabeza que nos hace pensar por qué. Un día me sorprendí a mí mismo diciendo que había que prohibir el Toro de la Vega porque era una salvajada y, obviamente, había recibido los inputs de la televisión, que no son correctos y son distintos de lo que realmente es el torneo. Yo recibía esa imagen de tíos que iban alanceando durante kilómetros al animal hasta que caía. Yo me veía diciendo que eso era una salvajada, pero en ese momento me ilumina algo y me dice: «Chapu, ¿qué estás diciendo y por qué esto que hacen ellos es una salvajada y hay que prohibirlo y lo que haces tú con los tuyos no tienen que prohibirlo?». Comienza dentro de mí una lucha argumental en la que voy quitando todas las hojas y todas las ramas del tronco de por qué tenemos derechos a hacer la tauromaquia. Lo que establezco -no sé si con la voluntad de justificarme a mí mismo- es analizar todos los argumentos que se utilizan en la tauromaquia. Entonces, veo que los argumentos que yo mismo utilizaba son un poco flojos. Argumentos como que los toros son cultura porque Lorca escribió la elegía más maravillosa de la historia del hombre, porque Picasso pintó el toro, porque ha habido filósofos que han amado el toro, porque Goya pintó el toro… Me doy cuenta que qué hubiera sido si ellos no hubiesen pintado el toro, ¿acaso hubiésemos sido menos cultura?
Luego el argumento económico, de que esto da dinero. Y es verdad, pero es un argumento secundario. ADEMÁS da dinero. Por eso me atacaba a mí mismo, y hubo un momento de zozobra hasta que fui trabajando en un nuevo argumentario sobre por qué teníamos derecho a hacer eso con un animal y por qué teníamos derecho a verlo. En ese momento, Borja Cardelús, que es una de las personas en la sombra de la Fundación pero con gran visión sobre las cuestiones, me citó a hablar y me dijo que la Fundación necesitaba establecer un relato que estaba vacío y viciado sobre la Fiesta. Me encargó coordinar una comisión en la que todo tipo de gente de todos los ámbitos se reunía para reflexionar acerca de qué éramos y por qué teníamos derecho a ensogar, a correr, a matar toros… y qué era lo que queríamos decir a la sociedad. Entré en esa historia, y a partir de mi argumentario, refrendado por gente de la sátira, periodistas, políticos, antropólogos y gente válida. Construimos un corpus del que extrajimos las directrices y la Fundación me encargó a mí la tarea de contarlo a la sociedad.
De pronto, salir ahí a vender que no es malo matar un toro cuando está todo en contra y de frente a esto, crees que te puede salir mal. Luego me di cuenta de que era un caso único de comunicación, puesto que tienes que defender algo totalmente en contra de lo contemporáneo, ya que tienes delante fuerzas telúricas, pero, a la vez, está enraizado en lo más profundo del ser humano y es una maravilla. Empezamos esta historia con mucha ilusión y un poco de susto. Ahora, la sensación de la Fundación es que se han dado unos pasos increíbles. La gente ha entendido el mensaje, un mensaje totalmente distinto ya que ha cambiado radicalmente el debate sobre la tauromaquia. Lo estamos viendo en la política, en la conversación global de las redes… Nosotros estamos totalmente ilusionados con los resultados y el trabajo que hemos tenido. También ha habido suerte, que es necesaria para todo lo que se emprende, y estamos consiguiendo muchas cosas. Se han marcado hitos vitales.
– En este tiempo han sucedido hechos importantísimos y que yo sí atribuyo a un trabajo que muchas veces no se entiende por el cainismo que existe dentro del mundo del toro. Si nos ponemos a ver lo que está sucediendo en la sociedad, por ejemplo en el ascenso de VOX en las elecciones andaluzas… ¿entendemos que estábamos trabajando en el camino correcto?
– Hay intelectuales, gente de la calle, periodistas como Frank Cuesta que están dudando de una cosa que hasta ayer estaba clara. Una buena parte de la sociedad tenía claro que en el siglo XXI no se podían lidiar toros y ahora hay dudas. Para nosotros, la duda de Frank es la más valiosa de todas; las cosas han cambiado, la gente ha vuelto a salir al bar a hablar de toros y a decir que son gente del toreo, que son recortadores, que no tienen vergüenza. Hay un nuevo orgullo en la tauromaquia, en las personas, que es muy valioso. Eso está pasando y a nosotros nos parece increíble. Venimos de un mundo en el que el aficionado al toro se había replegado y resignado a no decir quién era porque pensaba que no podía convencer al de enfrente porque no merecía la pena. Luego, eso en realidad provocaba vergüenza.
La Fundación ha iniciado una campaña de reconquista de los espacios de opinión, y detrás vienen todos los aficionados que son los que de verdad le dan sentido a todo esto. Antes pensábamos que al de enfrente no había que decirle nada, pero nuestra reflexión es que no hay que convencerle, sino hablar con él.
– Es fácil que cuaje un mensaje de que matar toros es cruel. Pero cuando consigues que se conozca la visión del mundo del animalismo, igual no es tan divertido, ¿no es así?
– Cuando piensas que el animalismo es una corriente que va a prohibir los toros y que ni te va ni te viene, te da igual. Pero cuando hacen un escrache y le van a partir la ceja a alguien que va a salir del museo del jamón –que va a suceder- ya no es tan divertido. Cuando te dicen que tú, por comer un conejo, estás cometiendo un asesinato, no es tan divertido. Y cuando digan que tu madre es una asesina ya no es tan fácil. Para que el animalista tenga razón hacen falta dos cosas: aceptar que no se le puede poner la mano encima a ninguno de los 200 millones de tipos de animales que se matan al año en España -25 animales cada segundo sin tener en cuenta los peces- y la segunda es que no se puede ver todo.
– Pero creo que todo esto sucede en una sociedad que te dice que no puedes hacer esto o lo otro en nombre de la libertad y, además, te llaman fascista a ti si lo haces. ¿No están los mensajes muy desvirtuados a fuerza de retorcer los idearios?
– Hay una deformación del debate muy importante, que ha sido muy dañina para la Fiesta de los toros. Es gente que le dice a otra lo que puede ver o puede hacer, que lo asocia a corrientes políticas y eso va hasta el infinito.
– Y resulta curioso que los que prohíben las cosas sean gente que se dice de izquierdas, donde siempre se ha buscado, alimentado y hasta luchado la libertad del individuo, al que ahora quieren convertir en masa para manejarlo mejor…
– El tema con la izquierda es muy curioso. Primero nos asocia los estereotipos: por un lado nos dicen que somos gente muy mayor, de la derechona que huele a rancio, a antipolillas… Cuando las plazas de toros están llenas de gente joven. Luego dicen que somos machistas y que el toro genera machismo, aunque aún no me hago una idea de cómo. España es el país de Europa donde menos muertes por asesinatos machistas hay, por lo que si generásemos más machismo viendo toros que nuestras sociedades similares, mataríamos más. Los toros, quizá, son buenos. El tema de la izquierda a nosotros nos desilusiona. Y deberíamos revertir la situación, creemos que será posible.
La segunda cuestión de la tauromaquia en el debate es qué podemos ver, es decir, la censura. Y la censura es algo por lo que la izquierda ha luchado siempre. Tú puedes matar animales pero no lo puedes ver, pero al final es la misma censura que medía las faldas de la señora. En el toreo hay muchos de derechas y muchos de izquierdas, y esos se sienten muy decepcionados. La izquierda ha luchado por todas las libertades menos por la de ser taurino. Tú puedes leer todos los escritores pero no puedes ver a los toreros. A esa batalla se ha sumado la izquierda de forma flagrante. La izquierda le está haciendo el juego al imperialismo ideológico del animalismo, una cosa que han inventado las grandes ciudades del mundo anglosajón que llegará a las minorías mediterráneas a venir a decirles cómo pueden comportarse. La izquierda le está haciendo el juego a todo ese imperialismo. Nosotros no perdemos la esperanza de conseguir que la izquierda se dé cuenta de que los toros se defiendan transversalmente, por uno u otro partido. Y el pueblo es el único legitimado en este caso para decir qué es cultura.
– Aparte del comportamiento en los recintos, porque en una Feria de Otoño como la pasada no hubo, en algún festejo, ni siquiera policías para 24.000 personas. Hubo solamente dos los días que los hubo. ¿Podríamos imaginarnos lo que ocurriría en un partido de fútbol con los mismos espectadores…?
– No quiero atacar el fútbol, pero aquí hay que prohibir los toros en un país que acoge la final de un equipo de otro continente por la violencia generada y para que no se maten. Pero la violencia la siguen generando los toros.
– Volviendo al crucial asunto político: ahora mismo, ¿debería la izquierda recorrer el camino de vuelta?
– En la Fundación no podemos decir que seamos apolíticos, porque uno de nuestros campos de juego es la política, pero es apartidista. La tauromaquia concierne a gente de todos los pensamientos. El otro día me preguntaron si había toreros o aficionados de Podemos, y los hay. Hay aficionados de Podemos, del PSOE, del PP, de VOX y de Ciudadanos. Hay muchos aficionados de izquierda que se están revolviendo para decir que no los están representando. La Fiesta de los toros es transversal, carece de ideología porque están todas concentradas en ella y no entendemos que haya partidos que no defiendan a sus votantes y algunos de éstos que se sientan incómodos.
– ¿Y VOX?
– Han pasado cosas en el toreo y son consecuencia de la pérdida de confianza de la gente del toro en algunos partidos. Han encontrado en VOX su refugio, por ejemplo, ante un pacto que se pretendía hacer entre el PSOE y Adelante Andalucía
Los partidos que deberían ser ecologistas se han echado en manos del animalismo más feroz, por lo que se ha generado una quiebra. Si uno lee el programa de Adelante Andalucía, no se extraña que los taurinos afines a ellos no les hayan votado. Porque dice que los animales tienen una conciencia equiparable a la nuestra. Hay un partido que apoya de forma expresa la tauromaquia y la caza como es VOX, por lo que hay mucha gente refugiada en ese partido porque se siente perseguida por la izquierda. La Fundación agradece cualquier apoyo político a los toros, y en este caso el apoyo expreso de VOX a la Fiesta, igual que se lo agradeceríamos a cualquier partido.
– Y a raíz del apoyo de VOX al toreo, se están produciendo otro tipo de apoyos. Eso debe ser beneficioso para el trabajo de la fundación, ¿no?
– El PP, que siempre ha apoyado el toreo, necesitaba una inspiración para ver la realidad de todos los votantes taurinos o para no dejarse ir. Al menos, necesitaba desde un punto de vista medular de su programa, algo que nosotros también celebramos. Consideramos que debería ser lo normal, porque somos una industria cultural y rural que fija la gente a la población al campo, que sostiene áreas olvidadas. Lo que no entendemos es que no se apoye expresamente desde otros partidos. Esperemos que Pedro Sánchez salga y diga, no que no nos va a prohibir, sino que nos va a apoyar. Hay un mandato constitucional de apoyar la cultura. No es que sea una lección, sino que la Constitución dice que tienes que garantizar la libertad de cultura. El Constitucional, el Supremo, la UNESCO… Todos dicen que el toreo forma parte de la industria cultural y debe ser protegida. Ahora se han puesto las cartas del toro y de la caza sobre la mesa. Parecía que no éramos votantes. Esa gente se sentía perseguida y ahora ha habido mucha gente que legítimamente ha votado a VOX. Estamos en un país en el que la gente, gracias a Dios, vota en libertad. Lo que ha cambiado es que en las agendas de los partidos se han dado cuenta de que el voto de la tauromaquia y de la caza pesa mucho más de lo que parecía. Hace diez días, estábamos instalados en este país en la idea de que prohibíamos los toros y no pasaba nada. Resulta que hay un partido que lo protege expresamente en su programa y, de repente, consigue unos resultados de nueve escaños por encima de las mejores expectativas antes de los comicios andaluces.
El PSOE ha permitido que en Baleares se prohíban los toros también. Hoy estamos encima de la mesa, hoy estamos encima del papel, y tiene que ver con gente perseguida, con chavales que son de la escuela taurina a los que los profesores les han dicho asesinos y no han encontrado defensa legítima en sus partidos. Es el Tribunal Constitucional el que continuamente sentencia en favor de la tauromaquia para aniquilar los enjuagues perfileros encaminados a prohibir. Estamos en una pantalla distinta, absolutamente. Y habrá que jugar ahí. El escenario cambia radicalmente. Y además creo que la lectura es importante, porque, siendo los toros una cuestión española y de la que el país debería estar orgullosa como está Francia, se ha abierto un escenario político en el que se defienden los toros, pero no sólo por ser españoles, sino por la libertad y por la vigencia de una cultura popular de la gente.
– ¿No era el argumento que siempre ha subyacido a todo, el de la libertad? Supongo que el argumento que esgrime Joaquín Sabina debería haber sido el de la izquierda: si no te gustan los toros, no vayas y deja de joder…
– Tenemos que tener la libertad de acudir a visualizar algo, a ver un cuadro, una película, a la letra de un rapero, a los toros… Todo lo que está en el ámbito de la cultura. En este país se ha replegado tanto a la gente que se ha dicho que hasta aquí. Yo soy aficionado, en el trabajo, en mi casa o en la calle, pero soy gente del toro. Al pueblo no lo puedes borrar, no puedes ir a un tipo en Andalucía, en Salamanca, en Pamplona, en Valencia… a decirle que no es del toro. El punto de fuga de lo absurdo es infinito y lo más grave es que se le diga al pueblo lo que tiene o no que ser. La UNESCO y la ONU y todos los organismos están constituidos en base a protegernos de tipos que vienen a decirnos lo que es o no es cultura.