JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Se cumplen 25 años, un cuarto de siglo desde que Javier Vázquez salía a hombros de Madrid y se erigía como uno de los nombres de aquella Feria de San Isidro. La plaza más importante del mundo decidió que su camino era el toreo y, tras su confirmación de alternativa aquella primavera, volvió para reventar San Isidro con un triunfo el 31 de mayo de 1993. Hoy lo recuerda en CULTORO.
Tomaba la alternativa con un futuro sin esclarecer aquella primavera… pero todo se arregló en San Isidro.
El día de mi alternativa era todo un sueño. Era una trayectoria larga como novillero. Había toreado ya ocho tardes en Madrid, y estaba la cosa difícil porque había toreado y estado bien pero no había roto. Yo sentía, en la alternativa, que todo empezaba de nuevo pero que no me había engañado a mí mismo.
No era fácil salir adelante como novillero en aquella época, sabiendo que había competencia de toreros como Jesulín, Litri, Camino…
Fue bonito pero duro. En Madrid tuve tardes muy buenas. Yo solía andar bien con la espada pero en Madrid tuve mala suerte. Las tardes siempre eran buenas y había mucha competencia de novillero. Eso me daba crédito pero no terminaba de romper por la espada. Te repetían.
Su historia con Madrid viene prácticamente desde sus comienzos. En esa alternativa de manos del maestro Dámaso y en esa repetición, ¿cuál es el recuerdo más remoto que le viene a la mente, el recuerdo más duro y el más bonito de sus tardes de gloria en esta plaza?
Es de aficionado. Donde nació mi vocación de querer ser torero es de chavalín, de ver entrar a los toreros en el patio de caballos. Les acompañaba hasta la capilla, entonces había que pedir permiso para poder llevar el estoque simulado y me ponía pegado a los toreros. Mi primer paseíllo en Madrid fue una novillada sin picadores y sentí una emoción incluso más fuerte que en ningún otro momento. Aquello me impresionó.
Y la alternativa…
Fue un domingo de Ramos, 4 de abril, del 93. Lo del maestro Dámaso era muy bonito. No lo tenía fácil. No tenía nada a pesar del crédito de Madrid. Me lo tomé como un disfrute el poder estar allí. Sabía que lo que había conseguido era para estar muy orgulloso, sabiendo que tenía que romper de una vez. Si no rompía me pondría a trabajar con mi padre, pero era el momento.
Aquella doble tarde en Madrid fue un antes y un después en su gran historia con esta plaza, pero también tardes de importancia posteriores incluso al percance, ¿qué significó este día para su carrera, con qué tarde se quedaría en esta plaza y con cuál no?
Siempre he ganado crédito en Madrid. Toreé el 4 de abril y fue un poco lo que siempre me pasaba: dejé un buen ambiente pero no pude cortar orejas. Cuando fuimos a liquidar, que fue mi padre porque no tenía apoderado, cuando fue le dijo que qué le ponemos de dinero, mi padre le dijo que estar en San Isidro. Me dijo que lo tenía muy difícil, y de hecho por animar me puso un poco más dinero que lo que estaban cobrando toreros de ese estilo. Y antes de cerrarse los carteles, con las cosas de que siempre algún torero se cae, hubo un hueco y salí anunciado en los carteles.
¿Cómo recuerda aquel 31 de mayo?
Me cogió en un momento con cierta madurez, después de haber toreado ya ocho tardes en Madrid. Siempre iba a esa plaza a darlo todo. Me había preparado muy bien. Era el año de mi alternativa, con las ilusiones al máximo. En el primer toro estuve queriendo mucho, pero en Madrid es muy difícil. Fui ovacionado tras matarlo bien. Ahí el público siempre te respeta. Tuvo que salir el segundo toro, un sobrero, al que le corté dos orejas y fui triunfador de San Isidro. Fue tocar el cielo con los dedos. Me llevé todos los trofeos de la feria y fue totalmente unánime. Fue algo soñado.
Y no se fue a trabajar con su padre…
Indudablemente, donde mi vida cambió fue aquel día. A la vez de estar toreando trabajaba sabiendo que esto es muy difícil. La tarde que cambió mi vida fue esa, porque a raíz de ahí tuve más oportunidades. No soy torero de números grandes, pero empecé a ir a América, a más ferias y además de disfrutar de mi profesión estaba solucionando mi vida.
¿Cómo era la afición de antes y cómo es la de ahora?
Madrid ha sido y es esa cátedra donde va uno a examinarse como esa oposición final, donde todo se pone muy difícil. Por eso tiene tanto mérito cuando se triunfa. Eso siempre ha sido y es así. En esa época la plaza se llenaba todos los días. He estado anunciado en Madrid 32 tardes, y yo siempre he toreado con la plaza llena, casi con el cartel de No Hay Billetes. Todos los días lleno. Sí es cierto que quizá en mi época las corridas se caían más que ahora y el toro ayudaba algo menos.
¿Cómo era la afición de antes?
El ambiente era de mucha exigencia, pero luego siempre ha tenido lo que tiene Madrid: cuando se daban las circunstancias, era una plaza única. En mi época, era una plaza más protestona. En Madrid he matado muchísimos sobreros. Hoy afortunadamente los ganaderos han hecho un gran esfuerzo y no se están cayendo tanto los toros.
¿Cómo ve el toro actual?
Ese toro tan grande no beneficia a nadie. Pero eso no es cuestión de ahora. Eso viene de mi época y de anterior a la mía, de la de Manolo Chopera. Las novilladas eran exageradas. El toro cuando más grande ha salido es de esos años hacia acá. Era así. En mi alternativa, el segundo toro mío, pesó 647 kilos en la báscula.
¿Cuáles fueron sus mejores tardes además de la Puerta Grande en Madrid?
En el 91 fue mi primera feria como novillero, en el 92 repetí de novillero, en el 93 fue el triunfo fuerte de matador de toros y eso cambió mi vida. Ese año fui a la feria de Otoño con Curro Romero y corté una oreja a un toro. Al año siguiente corté una oreja, en el 95 di una vuelta al ruedo, en el 96, en el 97 corté una oreja, en el 98 di tres vueltas al ruedo… todos los años siempre he puntuado en Madrid.
Y la retirada… ¿no vino derivada del percance del ojo, no?
El percance fue en el 96, y en el 97 le corté una oreja a un toro de Palha en Madrid. En el 98 toreé dos tardes en San Isidro, una de ellas a un toro de Samuel. Más que nada, de aquí no te vas, te echan. Iba por libre, no iba con una casa, iba con Manolo Lozano y trataba de hacerme respetar. Poco a poco te lo van poniendo muy difícil hasta que se pierde la ilusión. No me retiré.
¿Piensa torear algo en esta efeméride de alternativa? ¿Algún festival como el de Hellín?
El último que toreé, efectivamente, fue en Hellín. Espero torear algún festival más si surge. Si toreo algo es porque venga todo por derecho y porque me agrade. De vez en cuando toreo algo en el campo. En vez de apuntarme a un gimnasio entreno con algún muchacho. En vez de ir al gimnasio, me quedo con ellos entrenando.
¿Qué importancia tuvo América en su carrera?
Mis temporadas estaban muy marcadas por torear 30 corridas de toros en España, pero unas 20 en América más o menos. Cali era como Pamplona en esos años, se vendía el abono de un año para otro. Pocos toreros han hecho en una feria cuatro paseíllos, y yo lo logré.