LA MÉXICO

Garibay se despide en hombros y Castella emborrona con acero lo caro


lunes 19 noviembre, 2018

Una oreja de cada toro cortó Garibay en su adiós de La México, donde Castella paseó un trofeo y Silveti dos ovaciones

Una oreja de cada toro cortó Garibay en su adiós de La México, donde Castella paseó un trofeo y Silveti dos ovaciones

TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ

Ignacio Garibay, Sebastián Castella y Diego Silveti componían, en la tarde de este domingo, la segunda de la Temporada Grande Internacional en la Monumental Plaza de toros México. Se lidiaban seis astados de La Estancia para el festejo. Con una atronadora ovación hizo La México salir al tercio a Nacho Garibay en el día de su despedida de esta plaza.

Soltura enseñó Garibay en las muñecas para saludar a la verónica al primero, un toro bajo y hondo de La Estancia que tuvo la voluntad de embestir, pero con las manos por delante y cierta evidencia de cortedad en la fuerza. Y aún así tuvo fuelle para embestirle en el quite a Nacho, siempre con la voluntad de saborear cada arrancada en un toro que las lucía con calidad. Y quiso darle trato de favor al animal, que siempre fue una brasa en la muleta, empujando con las puntas y con mejor embroque que final, porque le costó al mexicano tomarle el pulso al de La Estancia. Tuvo momentos de arrebato con él, y hasta de conexión con un tendido que siempre lo tuvo en alta estima. Una estocada efectiva posibilitó la concesión de una oreja. 

A Castella se le frenó pronto en el saludo el castaño girón que hizo segundo, con el perfil escaso y la zanca acusada, dejando inclonclusa su toma de contacto con el animal. Midió mucho el castigo el galo en los dos puyazos de un brillante Ángel Juárez. Pero no fue nada fácil andar delante de un toro reponedor, mirón y remolón en sus ademanes con el que se mostró firme un Castella valeroso que tuvo que afrontar con paciencia los puñetazos secos y agresivos de un toro a la defensiva. Sin suerte con la espada, terminó por escuchar silencio.

El tercero, serio de estampa y de comportamiento, no dejó de embestir con franqueza y con claridad en el capote de Diego Silveti. Primero en los lances a pies juntos de un recibo bien remtado por media y revolera de mucho gusto; después con las gaoneras que preparó ceremoniosamente Diego, al más puro estilo de su padre, que nos dejaba hace quince años esta misma semana. Y tenía celo el animal, que gozaba de menos ritmo hasta que se lo fue dando Diego a base de perderle pasos y darle inercia y afianzamiento antes de ponerse a torear. Tuvo elegancia y tuvo facilidad el de Irapuato, que nunca tuvo prisa para aplicarle soluciones al misterio de la embestida. Pero no le duró, porque no sacó el fondo físico para soportar la faena. Por eso todo quedó en la profesionalidad de Silveti y su saber hacer. 

Al cárdeno claro que se erigió en el toro de la despedida de Nacho Garibay le recetó el mexicano un saludo de brazo largo y trazo lento que llegó mucho al tendido, con una media de saboreada solera. Como la tuvo la forma de colocar al toro al caballo con delantales y una revolera que dejó al animal en suerte. Para el recuerdo las tafalleras del quite, con cuatro revoleras para rematar como recurso brillante a la embestida corta y casi sin respiro del de La Estancia. Al público fue el brindis de su último toro en La México, con la plaza en pie. Pegajoso el cárdeno en la muleta, quiso Garibay permanecer siempre muy metido en la faena para intentar el triunfo en su última tarde. Le fue robando los muletazos al son de Las Golondrinas, en corto cuando ya no hubo inercia a la que darle largura. Muy emotiva la faena, con la plaza transmitiendo su cariño a un torero que derrochó valor en un final de distancia corta. Lástima el pinchazo, que no emborronó, sin embargo, su salida por la puerta grande con otra oreja de este cuarto.

El cabezón quinto, con presencia y pies de salida, se pensó mucho las arrancadas al capote de Sebastián Castella, que optó por no estirarse en el saludo con el percal hasta que el caballo ahormase al animal. Llegó desordenado y embistiendo muy en corto a la muleta, pero tuvo delante a un francés que supo echarla abajo, dejarla a dos dedos del morro y trazar lento para darle temple a la voluntad del animal sin que éste llegase nunca a alcanzar el trapo. Tuvo que sobarlo mucho hasta apretarlo después, esperando mucho siempre la llegada cada vez más dormida, mejor por el pitón derecho, pero siempre a menos, acusando la exigencia de Castella. Mal con la espada, escuchó silencio.

Tampoco el sexto, con caja y con kilos, lucía perfil para asustar a nadie, pero sí se empleó Diego Silveti con él para darle la importancia que demandaba el tendido, a pesar de su constante desentendimiento de las telas. Mucho asiento mostró Diego en las cordobinas del quite, pero sobre todo en la templadísima larga con la que lo remató. Gran detalle del mexicano brindando la faena a Ignacio Garibay antes de plantarse en los medios para recibir al castaño con un par de cambiados, un trincherazo de mucho gusto y un cambio de mano de mucha parsimonia. Siempre despacio, siempre con la muleta en el morro para que no frenase el animal, que siempre tendió a remolonear. Supo encontrar la distancia y aplicarle la técnica adecuada, pero le faltó emoción al de La Estancia para que tomase rumbo la faena. Pero fue vibrante el epílogo de bernadinas de mucho ajuste, antes del pinchazo que arruinó todo el esfuerzo. Ovación.

Regaló un toro Sebastián Castella para mejorar su sabor de boca, y llevaba el hierro de Julián Handam, menos cuajado que los anteriores, pero con más perfil y muy buena hechura. Se desplazó con más claridad que ritmo en el percal del francés, que meció el capote con magisterio, pero sobre todo dejó una media del lento trazo y fácil emoción para rematar el saludo. Emotivo fue también el quite por chicuelinas, de mano baja y lento pasar pero de enganche muy preciso del toro para el remate con otra larga larguísima. Fue fulgurante el inicio de doblones genuflexos, con la muleta dirigiendo con sutilidad pero también con imposición la franca arrancada del toro, llena de nobleza y de calidad. Esa fue la que aprovechó Sebastián para aplicarle tiempos y reventar al gran toro de Julián Handam. Tuvo valor el galo, pero también tersura en su muleta y mimo en el trapo para que llegasen los olés barrigueros en el tendido del Embudo. Y a pesar de la colocación un tanto rinconera del estoque paseó Sebastián una oreja.

FICHA DEL FESTEJO

Monumental Plaza de toros México. Segunda de la Temporada Grande Internacional. Corrida de toros. Dos tercios del numerado.

Seis toros de La Estancia, correctos de presencia, y otro de regalo de Julián Handam, bien hecho. De gran fondo y emotividad el bravo primero; mansurrón, mirón y reponedor el descastado segundo; con cierta voluntad sin fuelle el feble tercero; de embestida corta y voluntad de seguirla el cárdeno cuarto; con cierto fondo sin raza el quinto a medias; de gran nobleza sin chispa el insulso sexto; bravo, franco y codicioso el gran séptimo de regalo.

Ignacio Garibay, oreja y oreja.

Sebastián Castella, silencio, silencio y oreja.

Diego Silveti, silencio tras aviso y ovación.