Tiene 17 años y el sueño de ser figura. Mientras otros chavales de su edad invierten su tiempo libre en hobbies menos ambiciosos, el del joven Daniel Medina, de Valladolid, está en soñar en una plaza, en ser libre con una muleta, en lancear al viento del futuro y en alcanzar la gloria de la tauromaquia. Acaba de ganar el Circuito de Novilladas sin picadores de Castilla y León, pero no se lo cree, no quiere pensar que ha ganado nada: ese es el mejor ingrediente para seguir luchando por ser el mejor. Ese es el secreto de los grandes en potencia. Ese es el mejor entrenamiento mental que Daniel Medina puede llevar a cabo.
Es natural de Laguna de Duero, pero está viviendo en Salamanca desde hace año y medio, y en su Escuela de Tauromaquia llevo ya casi un lustro. A los 14 años debutó y mató su primer novillo en clase práctica, estuvo dos años navegando en ese tipo de festejos hasta que cumplió los 16 y pudo debutar como novillero de luces. El año pasado toreó tres novilladas y una clase práctica de luces, dentro del certamen Destino la Glorieta, en la que se clasificó para la semifinal.
Luego vino el Circuito de las novilladas sin caballos de Castilla y León en 2020: «No me conocía nadie, llevaba muy pocas novilladas y quedé en tercer lugar«, pone en valor en palabras a CULTORO el joven pucelano. «Este año iba más rodado al circuito y las sensaciones fueron mejores, ya que afronté de forma más tranquila y asentada el compromiso y, aunque mi pase a la semifinal y a la final no ha sido fácil, estoy muy orgulloso de mi paso por el ciclo», argumenta Medina.
Un ambicioso toreo en la final del Circuito
La final fue el bombazo final, donde de verdad se destapó su toreo y lo que Daniel llevaba dentro. Nada más tomar contacto con la plaza de Fuentesaúco desorejó a su primer novillo de López-Chaves después de firmar una faena de menos a más, en la que conectó con los tendidos y tiró de raza para sacar lo mejor del novillo. «Este primer novillo fue más encastado, en los primeros tercios fue incierto, y luego en la muleta se centró y embestía despacito y con seriedad, pero luego era muy noble. La pena fue el piso de plaza, que no dejaba al novillo embestir como puede hacerlo ni al torero como sabe torear. Fue una faena de menos a más con una estocada entera que me permitió cortar orejas«, indica el joven sobre esta primera obra.
De rodillas en el tercio recibió al sexto, de Valrubio. Fue volteado sin consecuencias. Siguió lloviendo en Fuentesaúco, pero Daniel Medina inició entregado la faena de muleta con ayudados por alto. El novillo humilló y repitió en los muletazos del de la Escuela de Salamanca, que sin importarle la lluvia y el barrizal del piso, conectó con los tendidos y dejó muletazos templados por ambos pitones. Terminó su actuación con ayudados por abajo. Dejó un pinchazo y una estocada, que requirió de varios descabellos y cortó otra oreja. El novillo fue aplaudido en el arrastre. «Este animal tenía mucha calidad, y por eso era difícil de torear: interiormente, me sirvió más, embestía más despacio y superé las adversidades que tenía por el tiempo y el estado del piso».
Con el circuito «he crecido por dentro; soy un poco vergonzoso y me cuesta expresarme, pero voy corrigiendo los defectos con los toreros con los que entreno. Con ellos mejoramos los errores».
Los referentes de Daniel
Los referentes para un novillero sin caballos son muy importantes, son los que le dan vida interior y le hacen luchar por sus sueños. Daniel lleva herrados a fuego a los clásicos: Manzanares padre y Julio Robles, por encima de todas las cosas; tras ellos, Morante, Urdiales, Juan Ortega o Pablo Aguado. «Me hacen venirme arriba, me hacen inspirarme», confiesa el joven.
Ahora, tiene un largo invierno por delante para pensar cómo encara el próximo año: «Toca prepararse duro física y mentalmente, seguir encontrándome bien en el campo y decidir si debutar a principio o a finales de temporada, según me vaya viendo delante de la cara de los animales», reflexiona el joven.