Francisco March
Llevaba avisando toda la temporada y ha llegado en La Maestranza. Justicia poética.Sevilla tuvo que ser y Morante sublimó el toreo, elevándolo a los cielos.
Salió el cuarto, Morante se hincó de rodillas por tres veces en tres lances cambiados. Después llegaron las verónicas, las tijerillas invertidas para llevar al juampedro al caballo…
Desde el inicio, la faena de muleta fue un prodigio. Por torería, por valor, por sentimiento. Le puso el alma José Antonio y alborotó los corazones de todos. Menos de uno, el director de la Banda, que cuando se decidió a tomar la batuta el genio de La Puebla le dijo: ¡Vaya usted al cuerno! Casi mejor así, pues lo que estaba sucediendo sobre el albero reclamaba como pocas veces esa música callada del toreo que proclamó José Bergamín.
Quien esto escribe no estaba en la plaza, pero la sacudida emocional saltó de la pantalla del televisor al sofá y los olés surgían de los adentros mientras los ojos se nublaban.Sí, Morante estaba toreando como los dioses. Divinidades toreras en cada muletazo, en cada gesto. Fue como si en esa faena, de una inmensidad e intensidad descomunales quisiera compendiar todo lo que ya ha hecho de él un torero histórico. Morante es el asombro.
Morante desata la locura en Sevilla en una tarde para la historia con el cuarto toro de Juan Pedro Domecq, cortando las dos orejas. pic.twitter.com/EaKmucFUvK
— Toros (@toros) October 1, 2021