MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ
Cuando una corrida de toros es ovacionada casi de principio a fin sin que los matadores hayan podido triunfar a pesar de su total entrega es porque ha habido que bregar mucho desde el papel de las cuadrillas. Mucho fue el trapo que hubo que ofrecerle a una corrida que, sin humillar ni entregarse, fue aplaudida en el arrastre de principio a fin. Y ese mérito de estar sin que se te vea, es fundamental entre los que visten de plata.
Por eso la facilidad de Pablo Simón para hacer que se moviese por abajo el primero la aprovecharon dos excelentes rehileteros, como Raúl Martí y El Sirio, para desmonterarse tras cuajar un serio tercio. Pero más importancia tuvo aún la brega de Martí al cuarto, con el que tuvo que emplearse por abajo para que mantuviera por allí la cara, aunque no le hiciese caso al final.
También en brega y palos destacó Miguel Martín. No por su brillo, sino por la claridad con la que le facilitó las cosas a su matador, Luis David, para lograr el triunfo en su presentación en esta plaza como matador. Saludó tras un impecable tercio de banderillas en el sexto, pero eso tal vez era lo de menos.
El sexto le puso los pitones en el pecho a öscar Bernal a caballo antes de que le soplase dos puyazos perfectamente toreados, con esa forma tan particular de no echar el palo, sino de dejarlo caer. Sí se lo echó Juan Melgar al quinto, porque la cuadrilla de Gonzalo quizá bailó con la más fea. Y por abajo se empleó Curro para que al final aplaudiesen al toro. Es lo que tiene brillar por lo ‘bajini’, que normalmente siempre encumbras a alguno por alto.