MELILLA

La esencia del toreo envuelve La Mezquita


jueves 7 septiembre, 2017

La torería a crisolada de Juan Mora y el poso incontestable de Ferrera dan una gran tarde de toros en el reducto español en África

La torería a crisolada de Juan Mora y el poso incontestable de Ferrera dan una gran tarde de toros en el reducto español en África

MARCO A. HIERRO

Juan Mora y Antonio Ferrera se citaban en mano a mano esta tarde en la plaza de toros de Melilla, conocida como “La Mezquita del Toreo”, único coso en activo en el continente africano. Se lidiaban toros de Manuel Blázquez para la ocasión.

Protestado fue el primero de salida por su falta de fuerza, que evidenció en las verónicas con que lo saludó Juan Mora, de más suavidad que aplomo. Con la muleta caminó para adelante Juan Mora con tremenda torería, dejando muletazos de cartel en trincheras y adornos que no pudieron tener continuidad en el toreo fundamental por la falta de fuerza del toro, que tuvo nobleza pero le faltó poder. A media altura fue desgranando el placentino una Tauromaquia rezuman te de torería que envolvió al tendido de La Mezquita. Sorpresiva la suerte suprema, el pinchazo previo a la estocada dejó el premio en ovación. 

Con verónicas de asiento y fe recibió Ferrera al segundo, un burraco que careció de fijeza y de poder, pero repitió dentro de sus posibilidades. Dejó el extremeño tres pares de banderillas de más solvencia que brillo, pero con conexión con el tendido. Con la muleta tuvo paciencia Ferrera para construir a un animal que pareció no ver demasiado bien, pero que terminó buscando la tela que Antonio le daba de arriba abajo y arriba para afianzar su falta de fuerza. De uno en uno al natural, buscando el gusto donde no cabía la ligazón. Un pinchazo previo a la gran estocada le dejó el premio en una oreja.

Al tercero no le vio franqueza Juan Mora de salida, y no la tuvo en el percal de Carlos Mora, que paró al toro, no tampoco en el del propio Juan. Pero con la muleta dejó el extremeño patente que es un torero distinto. Poco a poco, sin prisa, le fue ofreciendo el vuelo en trincherazos, siempre caminando hacia adelante hasta que en los medios le dejó la muleta en el morro en un redondo de 360 grados. De uno en uno al natural, con la bamba siempre al morro para embarcar y llevar el trazo con naturalidad hasta detrás de la cadera. Lástima que no aceptase el toro la ligazón, porque no llegó a romper una faena de muchos quilates rubricado, eso sí, por un un pinchazo hondo del que ya no se levantó el animal y se enfrió el ambiente. Silencio. 

El cuarto no tuvo fijeza ni celo para centrarse en el percal de Antonio Ferrera, y salió suelto de trapos y petos. Hasta el punto de no banderillearlo el extremeño. También a este tuvo que fabricarlo la embestida que quería a base de trapo al morro, altura precisa y colocación exacta. Con paciencia, quitándole la muleta en ocasiones y siempre vendiendo el gusto en cada muletazo. Hasta que llegaron dos series por el pitón derecho para levantar a la plaza a base de entrega, de conocimiento, sacrificando el ajuste en favor de la ligazón pero siempre conectando con un tendido ya entregado a su concepto. Una estocada en la yema le puso en la mano las dos orejas. 

Al quinto pudo pegarle Juan Mora dos verónicas y media de máxima lentitud por lo mortecino de su embestida. Muy suelto en el tercio de varas, ni se empleó ni mostró celo en el quite posterior que intentó el placentino a la verónica. Desde los doblones iniciales con que sacó al toro a los medios supuró torería un Juan Mora que se vació toreando al natural. Con la bamba metida en el morro del toro para buscar el embarque, la figura erguida, la muñeca presta y el vuelo seguro y natural. Obra de toreo eterno, de detalles eternos, de máxima entrega por parte de un torero distinto que al natural firmó la obra de su personalidad. Un pinchazo previo provocó que el presidente no otorga se la segunda oreja y Juan decidió no pasear la concedida. 

Al cierraplaza tuvo que dejarle Ferrera un saludo más de brega que de brillo por su constante tendencia a salir suelto y su falta de fijeza. Apenas un picotazo se llevó en varas y a este sí lo pareó el extremeño. De nuevo volvió Ferrera a buscar la faena entre la poca confianza que le había causado el animal en banderillas. Y de nuevo la encontró. Con el toreo de mano diestra de línea y suavidad para apuntalar al toro. Con el toreo de mano zurda y vuelo largo después, girando talón y volviendo a citar con el talón asentado y la figura colocada. Gran dimensión de un Ferrera de lote medio que resultó triunfo grande. Oreja. 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Melilla. Corrida de toros. Casi tres cuartos de plaza. 

Seis toros de Manuel Blázquez, noble pero muy feble el primero,  sin fijeza ni poder el pasador segundo, de repetición sin fuelle el obediente tercero, noble y obediente el cuarto, justo de fuelle,  humillado y docilón el espeso sexto. 

Juan Mora, ovación, silencio y oreja. 

Antonio Ferrera, oreja, dos orejas y oreja. 

FOTOS: @mezquitadeltoreo