MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ
A estas alturas de la película y con toda el agua que ha pasado bajo el puente, que Miguel Ángel Perera tenga que entrar en Bilbao por la vía de la sustitución no lo entiende ni el que asó la manteca. Dicho queda. Pero al final del festejo, cuando las orejas paseadas eran menos que los méritos contraídos, quedó en el aficionado cabal la sensación de que la ausencia correida a última hora convirtió en francotirador al que vino de Extremadura.
Miguel, un tipo adusto y recio, tan de verdad que no sabe esconder lo que siente y espeta lo que piensa caiga quien caiga, se echó hoy el rifle a la cara para poner en su sitio la situación que sólo la espantá de Morante vino a corregir en el Botxo. Hoy es un imberbe que vino del Perú el que conquista corazones en los tendidos a base de exponer el cuero; perera recuerda que también él pasó por el momento rodillo, en aquel 2008 para la historia en el que fue capaz de encadenar 37 puertas grandes y terminar en Otoño, jugándose los muslos con seis toracos y pasando el invierno de hule en hule como consecuencia de su apuesta. Sí, también Miguel pasó por eso. Pero en casi una década que le ha traído más arrugas ha depurado su toreo hasta convertirlo en casi perfecto. Y hoy lo transformó en rifle.
Puso en la mira a Andrés, el indiecito seguro y descarado que ha venido a revolucionar el toreo con el arma del compromiso. Lo puso no por antipatía, sino por amor propio. Y con sus propias armas salió a amarrarle al cuarto la faena que precisaba. Porque también sabe Miguel citar en los medios, aguantar con la muleta a la espalda y pasarse la embestida besando el calcañar, ajustando más -si era posible- de lo que había ajustado Roca Rey en el inicio del tercero. Impávido ante las acometidas, tan seguro de su toque y de su sitio que ni un mohín se le vio a Miguel de querer escapar de las garras de la trampa. Esa fue la traca, que llegó como el tiro al aire con el que avisa quien está dispuesto a disparar a matar. Lo mejor estaba por venir. Porque el toreo comienza -no me cansaré de repetirlo- donde termina la inercia.
Antes ya se habían picado veterano y novel en un tercio de quites donde saltaron las chispas a favor de tendido. Por chicuelinas Perera, toreando mucho los embroques, seguro en la colocación para que repitiese el funo; por saltilleras Roca Rey, arrimándose como un perro para defender el sitio que ese sitio le ha dado. Por eso puso Miguel el dedo en el gatillo cuando llegó la hora de torear. Y disparó con siete metros por delante, el toro obediente, el toque sutil y el recorrido largo, más largo, más aún. Hasta que se tornó inmenso. Porque la virtud de Miguel es precisamente la de abducir a los toros hasta que terminan sacando lo mejor que son capaces de dar. Se llama temple. Y lo tiene por arrobas. Lástima que no venda tanto -siendo inmensamente más difícil- que un alarde por la cara. Y lástima que no funcione el acero el día que no ha de fallar.
Porque el tiro dejó vivo al máximo rival de hoy. Y tiene tanta raza el peruano y tanto fondo para sacar que salió el mejor Roca Rey de cuantos se vieron en España. Colaboró el sexto Jandilla, el que cerró la función. Toro bajo, de apretada carne, sien generosa y bondadosa expresión. Ese se lió a embestir y embestir para que triunfase Andrés, cuyo trapo ya vacía por debajo de la pala, cuyo trazo ya se escorza para morir tras la pelvis. Cuyos pasos van derechos a caminar el sendero que dejaron toreros como el propio Perera. Tenía ritmo el de Jandilla para llegar al tendido, que deseaba que triunfase Roca el día de su presentación. Todo el toreo lo hacía, porque la importancia de Andrés viene precisamente dada por hacer que los buenos se conviertan en mejores. Y hoy -mucho mejor con el sexto que en el aseo con el tercero- lo vivió en su propia carne al enfrentarse con el francotirador. Ese que se llama Miguel y al que no será la última vez que le vea la cara… y e cañón del rifle.
Rifles, hachas y cuchillos para sacar entre los dientes tiene también El Juli para hacer una exposición, pero usó su primer paseíllo para hacerse rescador de fondos. Con el primero, el peor del encierro extremeño, al que tuvo que aplicarle soluciones de todos los colores y pelos para no verlo nunca embestir bien. Y al cuarto, con el que echó el resto de sapiencia y de muñecas para meterlo en el trapo sin que pudiese elegir, para gobernarle la voluntad sin que pudiese negarse y para que le diese al final lo poco bueno que escondía dentro. Tan seguro estaba de su victoria que le dio ventaja a la muerte del bicho pisando terrenos de compromiso, que para eso estaba en Bilbao. Aunque hoy no tocase sacar la cheira.
Le tocó a Perera, que casi tres lustros después de tomar la alternativa y no sé cuántas faenas para entrar en la historia tiene que entrar en Bilbao por la vía de la sustitución y defender su sitio con la casi perfección como argumento por aquello de la independencia y el trabajito que da. Lo de Roca Rey -que no es independencia, sino sentido común- es el pan nuestro de cada día. Pero hay que dar esta medida cuando te aprietan los de verdad.
FICHA DEL FESTEJOPlaza de toros de Vista Alegre, Bilbao. Cuarta de las Corridas Generales. Corrida de toros. Unas 8.500 personas en los tendidos.
Seis toros de Jandilla, bien presentados y en hechuras de la casa. De calamocheo constante el complicado primero; a menos un segundo que terminó aplomándose; encastado pero a menos el tercero; desagradecido y a menos el cuarto; a menos la calidad del quinto; bueno y con duración el sexto.
El Juli (gris perla y oro): silencio y ovación tras aviso.
Miguel Ángel Perera (gris plomo y oro): ovación y ovación.
Andrés Roca Rey (pizarra y oro): oreja y oreja.