EL EXILIO INTERIOR

A Morante, que dice que se va


lunes 14 agosto, 2017

Decir adiós al toreo después de torear en la plaza del Puerto de Santa María y, además,  a mitad de agosto y anunciado en todas las ferias por venir, es, más que una despedida, un ahí os quedais

Decir adiós al toreo después de torear en la plaza del Puerto de Santa María y, además,  a mitad de agosto y anunciado en todas las ferias por venir, es, más que una despedida, un ahí os quedais

PACO MARCH

Decir adiós al toreo después de torear en la plaza del Puerto de Santa María y, además,  a mitad de agosto y anunciado en todas las ferias por venir, es, más que una despedida, un ahí os quedais.

José Antonio Morante Camacho ha decidido un stand by indefinido alegando razones que, inmediatamente, han sido cuestionadas y/o criticadas. Pero de eso no se trata aquí.

De lo que se trata es que se va un torero necesario, diría imprescindible ( gustos aparte), más aún en tiempos como estos.

Morante es ( quiero seguir hablando en presente) una forma de estar en el toreo expresada en la plaza desde la singularidad que distingue a los genios. El toreo de Morante bebe de las mejores fuentes para brotar torrencial cuando la ocasión ( el toro; la inspiración del artista; acaso la luz; quizás una mirada…)lo propicia. Y, entonces, es el acabose.

A Morante hay quien le cuenta puertas grandes y del Príncipe para desmerecerlo.También quien le afea su querencia casi obsesiva con determinadas ganaderías (una paradoja flagrante en el argumentario del adiós, dicho sea de paso)  Y así. Pero quizás lo peor ( y ¡oh cielos!, habitual) que le han gritado en una plaza es eso de : ¡Morante, trabaja!. 

Uno, que es un sentimental, se queda con esos muchos Morantes,  contradictorios, sorprendentes ( lo de la manguera incluido), imprevistos, imprevisibles, catastróficos, sublimes..jamás ramplones.

Con ese Morante que mece el capote para dibujar el lance fundamental y abrocharlo con una media que provoca un chasquido interior; con ese Morante que hace de la chicuelina un arrebujado arabesco; con ese Morante que inicia la faena toreando por alto a dos manos como sólo en los documentos más sepia se ve; con ese Morante que acaricia la embestida, la enrosca, despacito, despacito, templada, cadenciosa, armónica, en el redondo de compás o el natural de prodigio; con ese Morante que canta por alegrías en el kikirikí, por fandangos en la trincherilla y por soleás en el trincherzo; con ese Morante que va hacia el toro con la mirada desafiante, a veces cómplice, el corazón por delante; con ese Morante que sale del toro y hace así, para acabar con el cuadro…

Muchos de esos Morantes los he visto y gozado tantas tardes y en tantas plazas…

En la Monumental de Barcelona, por ejemplo.

Ocurrió en aquella Mercè de 2011 que fue la última.

Pitos y bronca (torera e injustificada) era el balance de su tarde y cuando salió al quite del perdón más de uno no quiso perdonarle. Más allá del Reglamento (al fin y al cabo para lo que nos quedaba en el convento…) Morante pidió el sobrero y Morante fue Morante

 

En ese su último (de momento)  toro en Barcelona fue esa suma de Morantes mencionada, con el asfixiante añadido emocional de la ocasión. A Morante se lo llevaron por las calles en procesión laica, emocionada, festiva y reivindicativa. Y llegados al hotel, aún en parigüelas y antes de entrar al ascensor, el torero de la Puebla hizo volar su capote de paseo que,beatífica y dulcemente , cayó, manto de torería, sobre los feligreses, perdón , aficionados.

Gracias, Morante

Y vuelve. Pronto, a ser posible

Paco March