En el m de Niebla, Huelva, se encuentra la finca La Ruiza, propiedad de Tomás Prieto de la Cal. Los compañeros de Toros para Todos grabaron hace unos años una imagen casi mágica en un inmenso cercado donde pastan las vacas madres de la ganadería. Las vacas, cuando dan a luz, esconden a sus becerritos para protegerlos de posibles depredadores como el zorro, y una vez toman los calostros de la madre, se quedan profundamente dormidos.
En la imagen se ve una pradera inmensa donde la hierba cubre una gran altura, por lo que es fácil que el animal se mimetice con el entorno. El pelo ensabanado ayuda mucho en ese sentido. El becerro está encamado, no se percata de la presencia a su alrededor, la madre sabe perfectamente donde está, su instinto de protección le hace estar alerta.
Lo primero que hay que hacer es ver el sexo del becerro, posteriormente la señal de la oreja, más tarde se la acrotalará para así tenerla identificada hasta que llegue el día del herradero y sea marcada a fuego. Es fundamental conocer cual es la madre, pero eso no es del todo complicado, ya que ésta, como dijimos, siempre tiene en la cabeza donde dejó a su cría. En cuanto venga a buscarla tendremos la respuesta.
En este caso no se trata de un becerrito jabonero y sí tirando más a un pelo mucho más claro -ensabanado-, aunque en los primeros meses de vida el pelo no es lo verdaderamente importante, ya que le puede oscurecer con el tiempo. El pelo que se quedará en su ficha será el que se le marque el día del herradero. El becerro, como dijimos, sigue encamado hasta que llega un momento en el que se levanta y huye en busca de su madre.
En ese momento el vaquero aprovecha para cogerla e identificarla. Es de una vaca primeriza, la número 66. Una becerrita que ya desde su nacimiento mostró su fuerza y su bravura. Una vez terminada la labor los vaqueros la acercarán hasta la piara de vacas, allí su madre se saldrá de la misma para ir a su encuentro.