EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Arquitectura del toreo


sábado 17 junio, 2017

En un burladero del callejón vivió la corrida Rafael Moneo, el arquitecto que siguió dibujando sus edificios una vez el ordenador llegó para sustituir la tinta china y el papel de transparencias

En un burladero del callejón vivió la corrida Rafael Moneo, el arquitecto que siguió dibujando sus edificios una vez el ordenador llegó para sustituir la tinta china y el papel de transparencias

PACO MARCH

«Toda tradición es una pugna de lo clásico y lo castizo» (José Bergamín)
 
En
un burladero del callejón vivió la corrida Rafael Moneo, el arquitecto
que siguió dibujando sus edificios una vez el ordenador llegó para
sustituir la tinta china y el papel de transparencias. Ante su mirada y
las de otros veinticuatro mil in situ , más se supone algunos
cientos de miles por la tele, El Juli trazó con «Almirante» una faena
que tuvo precisamente en su arquitectura el mayor mérito.
 
Si
un torero ha pasado a la Historia por su capacidad dominadora para con
ella dotar a sus faenas de una estructura arquitectónica ese fue
Joselito «El Gallo», el «Rey de los toreros».
 
Otro Rey, el de
España, presidió la Beneficencia y se le agradece. Viene a ser  un signo
de compromiso con la Fiesta, más allá de patrioterismos identitarios
que hacen más mal que bien en los tiempos que corren. Brindaron los
toreros al Monarca, como es norma, y la tarde discurrió entre el sopor
ambiental y ciertas disfunciones en el ruedo, provocadas a veces por la
falta de fuerza de los toros y, como en el caso del primer turno de
Talavante, por una sorprendente renuncia del torero extremeño a plantear
batalla. 
 
Pero en el cuarto El Juli hurgó en su interior de
primera figura y como influenciado por Moneo, allá en el callejón (junto
a otro grande, este de la cultura del vino, Álvaro Palacios) estructuró
una faena levantada desde la solidez de los cimientos del valor y
desarrollada con  preclara inteligencia.
 
Tuvieron clase y
ritmo las embestidas del toro de Victoriano y en su recorrido tras la
muleta, Julián aunaba poder y temple para conducirlas reunidas y lentas,
muy lentas, como en tres naturales de oro puro.
 
El toreo artístico provoca chiribitas en el alma; el de valor, acelera los pulsos.
 
El
que se estructura acorde con lo que ofrece el toro y sabe encontrar el
torero para entre ambos levantar la arquitectura de la faena, merece
admiración.
 
Como pasó hoy con El Juli.