JUAN CASAS / FOTO: ARJONA
Era tarde (noche) de expectación. La Híspalis taurina esperaba a los dos novilleros que le quitan el sueño. Los herederos más próximos del título nobiliario de «torero de Sevilla». Los de la rivalidad sana. Y, desafortunadamente, la afición maestrante casi que se fue como llegó, con la paciencia intacta y con ganas de volverlos a ver. Para ello, tendrán que esperar hasta San Miguel donde darán el paso más importante de sus carreras: la alternativa.
Aunque cada uno tuvo sus teclas, el material más potable del encierro de El Parralejo fue a caer en manos de un Pablo Aguado, que apuntó alto pero no disparó; el desacierto con los aceros emborronó la posibilidad de haber paseado alguna que otra oreja. La faena de más alto vuelo la protagonizó en el segundo de su lote, un novillo que saltó al ruedo con acometividad, fue medido en el caballo y permitió que el sevillano mostrara sus buenas maneras con la capa. Comenzó el trasteo muleteril con unos ajustados estatuarios enhebrados con un cambio de mano y un pase de pecho trazados al ralentí que pusieron en órbita la faena. La res del Parralejo acudía con cierta emoción los primeros muletazos, pero al cuarto echaba el freno de mano e iniciaba la búsqueda de lo que se dejaba atrás. Aguado, que llegó a ser prendido sin consecuencias por el novillo, trató de maquillar este defecto y ejecutó series arrebatadas en redondo que fueron jaleadas por el respetable e hicieron sonar a la banda del maestro Tejera. Después de unas bernardinas ajustadísimas, pinchó y con ello se fue el mas que posible trofeo que pudo haber paseado.
Este segundo del lote de Aguado, se lidió en cuarto lugar, debido a que en el primero de la tarde, al entrar a matar, se dio un golpe con la espada en el ojo que propició que pasara a la enfermería y obligó a cambiar el orden establecido y a correr turno a Rafa Serna. El primero fue un novillo noble, que fue aplaudido en el arrastre, y que permitió a Pablo recetar algunas series por ambos pitones de muy bella factura, hasta el punto de hacer tocar a la música. La res tuvo buen son pero se fue apagando, lo que fue de la mano de la intensidad de la faena. Tras el golpe en el ojo al ejecutar la suerte suprema, el sevillano descabelló en tres ocasiones y escuchó silencio.
Cerró su lote y la novillada, el lidiado en sexto lugar, un utrero que saltó al albero con celo y humillación. Con el transcurso de la lidia, rompió a embestir de forma muy templada, pero al final acusó su querencia y se rajó en la fase final de la faena. Aguado comenzó su trasteo de rodillas, pasándose muy cerca al novillo y llamando la atención del respetable. Un par de tandas bien encajado y desmayado pudo robarle al animal, antes de que se le fuera la vista a las tablas. Al natural pudo sacar en limpio algunos muletazos sueltos, pero como por el derecho tenía más emoción, se cambió acertadamente la muleta de mano, para seguir toreando en redondo. Tras dos pinchazos y un golpe de descabello, el espada saludó una ovación desde el tercio.
Rafael Serna pechó con el lote más desrazado y con menos opciones de la noche. A pesar de las condiciones de sus novillos, el sevillano demostró firmeza y buenhacer durante toda la tarde, además de capacidad más que suficiente para solventar los problemas que le presentaron los bureles. Su primero empujó en el peto del picador en los dos puyazos que se le dieron, lo que hacía presagiar que habría motor a la hora del último tercio. Pero ese motor mostró complicaciones varias y hacía tarea difícil lidiar con él. Rafa sacó algunos muletazos muy meritorios de un animal muy desigual en sus embestidas, del cual era toda una incógnita saber su comportamiento más próximo. Después de dos pinchazos hondos, el animal dobló y la labor fue silenciada.
Un comportamiento similar, respecto a la desigualdad de las embestidas, manifestó el segundo de su lote, que hizo tercero. Además, el animal salió de chiqueros con el freno de mano echado y con un comportamiento muy reservón. Ni el castigo en varas ni los avivadores cambiaron la actitud del novillo, que llegó con menos fuelle si cabe a la muleta. Serna intentó lo imposible porque su labor llegara a los tendidos y tuviera relevancia pero la res careció de entrega y así es muy complicado. Tras un estoconazo en todo lo alto, el novillo dobló y su labor fue aplaudida.
A portagayola recibió Rafa Serna al quinto de la tarde y último de su lote, seguido de un ramillete de verónicas rematadas con una media mirando al público que puso a la Maestranza en ebullición. El novillo se fue apagando como una vela, pues salió con acometividad y muchos pies, pero se dejó en el peto el carbón que le empujaba. El novillero sevillano, que estuvo con la mente despejada todo el festejo, tiró de casta y firmeza para hacer una labor mas que digna, y enseñar al novillo al público. Tras otro estoconazo, usó el verduguillo en una ocasión y saludó una ovación desde el tercio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Novillada con picadores del Corpus. Tres cuartos de plaza.
Seis novillos de El Parralejo
Pablo Aguado, silencio, vuelta y ovación.
Rafael Serna, silencio, silencio y ovación.