DAVID JARAMILLO
Me gustó
la corrida de Rehuelga, sin duda llena de cosas buenas, con intención de tomar
las telas y los petos, con nobleza, pero sin regalar nada, con el recorrido
justo siempre que les llevaran muy toreados y con interés de cara al tendido.
Sin embargo, me habría encantado ver esta corrida en las condiciones en las que
siempre ha funcionado este encaste, es decir, con cuatro años cumplidos y con
un peso alrededor de la media tonelada, quizás así, sin excesos, habríamos
visto unos toros con la chispa viva de esta estirpe, embistiendo como la brasa
que arde en las manos, y no con esas embestidas cansadas de querer más que
poder.
Aún
así, repito que me gustó la corrida, aunque creo que le gustó más al
presidente, que se sacó de la chistera una vuelta al ruedo al quinto, un toro
con un punto de casta, clase e interés, pero al que le faltó romper con
verdadera entrega y poder. Un buen toro, pero dudo mucho que para ser merecedor
de ese honor, sobre todo cuando hay toros como el mismo «Pastelero»,
de Victorino Martín, para no ir muy lejos, o como «Granaíno», de Domingo Hernández, que fueron mucho más, y
se fueron con sólo una ovación. Más allá, cuando se terminó desconociendo el
esfuerzo realizado por un torero como Alberto Aguilar, que todo lo hizo a favor
del toro, para que sacará todas sus virtudes.
Me
apetece seguir viendo corridas de encastes distintos, pero sería genial que se
respetara a cada uno su tipo específico, que se entendiera su trapío como el
serio remate dentro de su fenotipo y no
como la un número que da una báscula que no entiende de diferencias genéticas.
Por eso mismo creo que si la corrida de hoy se llega a lidiar hace un año,
habríamos vivido un espectáculo de mucha más emoción y dadas las condiciones
que mostraron los toros, habría podido ser un corridón.