JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Ángel
Sánchez estuvo ayer a punto de reventar Madrid. En medio de una novillada de La
Quinta con hasta tres animales potables, le tocó en suerte un quinto al que le
hundió la mano para partirse a torear al natural. No había cuajado el toreo del
joven aún entre el aficionado pero puso a todos de acuerdo ayer en la primera
plaza del mundo con un toreo encajado.
Y lo
hizo con el mentón hincado, con la estampa relajada, con la mano muy baja, con un inicio de faena de los que ya no se ven, con la muleta
prendida del centro del palillo, con ese no perder pasos que fue clave del
convencimiento, con la tez avivando al tendido después de cada soberbia tanda y el
maestro Ortega Cano, junto a Pepe Castilla, disfrutando en el olivo porque aquí
tienen torero.
Ya
apuntó de capote y a la verónica que viene para quedarse un Ángel Sánchez al
que si los toros respetan y la espada entra puede liarla y mucho. Pero esa
tizona, en tardes como ayer, es clave para salir a hombros y sumar fechas. Además no se esconde: volverá en San Isidro con Santa Coloma, el encaste que le
está dando vida a este joven que soñó el toreo entre cárdenos y puede conseguir
la gloria también con ellos.
La pena
fue un García Navarrete al que el tercero le partió las ilusiones y un Manolo Vanegas
al que Madrid ha visto mejor.