JUAN GUILLERMO PALACIO
Una novillada, de una ganadería históricamente excluida, olvidada durante cuatro décadas, nos ha permitido experimentar las más completas y desbordantes sensaciones que puede ofrecer una tarde de toros.
La primera de ellas la admiración, sentimiento que logra inspirar un animal como el quinto, llamado para siempre Caminante, un ser capaz de integrar la belleza exterior, la armonía de las formas cubiertas en el mismo pelaje del león, con la expresión de un fondo de bravura arrasadora, rebosante, siempre creciente, difícil de controlar, empacada en una actitud noble, transparente, dulce y en un fondo de ternura sobrecogedor.
Solamente se podía sentir satisfacción, plenitud, familiaridad, amor, orgullo por ese animal. Desde que salió correteando y galopando como un bravo juguetón. Por la decisión con la que persiguió capotes y banderilleros. Y por su constante expresividad, sin guardarse ninguna emoción.
Tuvo la suerte de dar con Jesús Enrique Colombo, un torero ya hecho, que fue capaz de darle el sitio que merecía el toro. Su tauromaquia sólida y solvente condujo todo ese caudal de bravura. Como pudo, pues el toro pidió que lo llevarán más allá, rebosó el cauce, inundó la arena desértica del ruedo, de la que germinó rápidamente capa vegetal y racimos de manzanas verdes.
Una docena de series con la muleta multiplicadas por dos. Cuatro medias verónicas, no una sola, para rematar. Cuando las series llegaron a los dos dígitos, cuando el cansancio debía aparecer, empezó a planear, a dejarse llevar por la inercia de su motricidad. Cuando ya se había ganado la vida eterna, hizo repulsa para que no lo volvieran a encerrar, porque Caminante quería para siempre volar.
La imagen del joven ganadero atesorando la arena jabonera de la plaza, besándola y ofreciéndola a su padre en el cielo, con su pequeña rubia sostenida en el brazo, fue el momento que terminó de doblegar el pesimismo Trumpiano, de romper la armadura y dejar expuesta la condición humana, las lágrimas.
Qué bello que es el toreo. Superior a la jurisprudencia, de textos fríos y maquinados, que ya no se permiten el gesto de la comprensión y no tienen la entereza de inclinarse y pedirle perdón al más bello animal.
Estas mismas sensaciones deben ser las que se experimentan antes de morir… si se ha querido ser justo; cuando se ha respetado el derecho de los demás; si se ha entregado todo: el esfuerzo, la alegría, el asombro y la capacidad de amar.
Las vivimos tres mil privilegiados que al salir nos cruzábamos miradas de satisfacción. Un gesto de complicidad era el código que todos identificábamos en el rostro de quien pasaba cerca. Tú también lo viste, la misma onda de plenitud debe estar recorriendo tus dendritas. El aire que inhalas, el autoestima que ahora luces, la sonrisa que esbozas, el ligero peso del cuerpo, el deseo creciente de no hablar, sino de conservar y cultivar estas emociones para que el alma siga experimentando para siempre el éxtasis que nos hace levitar.
FICHA DEL FESTEJO
Temporada taurina de Medellín 2017. Novillada (tercer festejo). Sábado, 4 de febrero. Menos de media plaza del área habilitada (primer piso). Se corrieron novillos de El Manzanal (Núñez-Domecq y Santa Coloma), con trapío y en algunos casos un peso en apariencia superior al de las tablillas. De elocuente bravura y juego el primero, el segundo, el cuarto y el quinto que fue indultado. Difícil el tercero, con el genio santacolomeño. El sexto dio juego aunque siempre con protesta.
Sebastián Caqueza (Colombia): Intenciones y momentos de buenas maneras; mejor en las primeras partes de sus series; los finales, decepcionantes. Bien para lo poco placeado que está. Oreja y silencio tras aviso.
Jesús Enrique Colombo (Venezuela): Luce como un torero ya hecho. Domina las suertes y los tres tercios. Solvente y recursivo. Tiene la capacidad de transmitir emociones permanentes. Sin embargo, el quinto superó toda su capacidad. Dos orejas y dos orejas simbólicas por indulto.
Juan Gómez «Dinastía” (Colombia): El tercero fue el más difícil del encierro, le costaba mucho pasar. Superó las complejidades del sexto con valor y con una técnica que, más que trabajada, le es innata. Pero se pasó de faena, justo cuando todos los asistentes lo tenían claro. Tiene que ser un torero alguien capaz de hacer esto con tan poco bagaje. Silencio y palmas.