LA MÉXICO

La segura zurda de Castella conquista el Embudo


lunes 30 enero, 2017

El francés desorejó al quinto y se dejó el triunfo con la espada ante el segundo; El Payo y Hernández Gárate no acertaron con los aceros y Roca Rey quedó sin opciones ante su lote y el de regalo

El francés desorejó al quinto y se dejó el triunfo con la espada ante el segundo; El Payo y Hernández Gárate no acertaron con los aceros y Roca Rey quedó sin opciones ante su lote y el de regalo

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: @LaPlazaMexico

Llegaba
una nueva cita esta noche a la Monumental Plaza de toros México en la segunda
parte de su Temporada Grande Internacional. Hacían el paseíllo frente a toros
de El Vergel para rejones y Los Encinos para lidia a pie Jorge Hernández
Gárate, Sebastián Castella, El Payo y Andrés Roca Rey, con la mejor entrada de la temporada en los tendidos. Una ovación cerrada saludó la terna una vez que rompió el paseíllo.

Atendió poco de salida el toro de El Vergel al Bucéfalo hanoveriano con que lo recibió Jorge Hernández Gárate, pero sólo hasta que sintió el primer rejón. Después tuvo transmisión su galope encendido y su continua persecución al penco sin dar tregua. Con violines muy celebrados en la grada inició el tercio de banderillas a lomos de Rafaelillo, pero quiso innovar toreando con un sombrero charro a lomos de Valladolid. Era toro de triunfo el de El Vergel, a pesar de que fue hacia afuera el tercio de cortas sobre 5º Pecado. En muy buen sitio cayó el rejón, pero tardó en caer el animal, tuvo que usar el estoque de cruceta y allí quedó el más que probable trofeo. Ovación.

Lució resencia y mostró intención de seguir la tela el segundo, con el hierro de Los Encinos y una humillación templada que aprovechó Castella para ralentizar el vuelo de las verónicas del saludo, bellamente rematadas con una brillante media saliendo andando de la cara. También lo fue el quite, con tres verónicas y media de templadísimo compás para terminar con un desplante genuflexo en la cara. Y repitió el animal en la muleta, pero no fue fácil; la boyantía que mostraba en el fuelle en los dos primeros muletazos mermaba en el viaje en los dos siguientes hasta meterse debajo de la tela, casi sin salida para el matador. Muy metido siempre en la faena el francés, supo asentar las plantas y darle la altura precisa a la mano izquierda para vaciar hasta atrás el natural y llegar al tendido para que rugiese en un par de tandas de máximo nivel. Más amontonado a diestras, bastó lo realizado para dejar un buen sabor de boca en el tendido, subrayado por los circulares invertidos sin enmendar un ápice la posición de los pies. La defectuosa colocación de la espada dejó el premio en ovación tras aviso.

Al recogido y apretado segundo lo recibió El Payo con un manojo de verónicas de ralentí y encaje, rematadas con una media inteligente para darle salida a la embestida en cortó y con cierto empleo. Con la muleta quiso ponerle mucho gusto al inicio, pero se encontró con la flojedad de remos de un toro que quería más que podía. No le llegó nunca el agua por encima de los tobillos al torero queretano, pero se le vio más ligero, tirando más de oficio que en anteriores comparecencias hasta que llegó la mano zurda y, con ella, la profundidad y la lentitud en el toreo, con la muleta siempre plana y en el el belfo, tirando con fe y con seguridad de la pañosa ante la andarina embestida sin transmisión. Supo el rubio coleta dejársela muerta entre muletazos, siempre a dos dedos del morro y deslizando el trapo con supremo temple para exprimir la calidad del animal. Tal vez se pasó de faena, por ponerle un pero a la labor, igual que le faltó convicción para entrar a matar. Ovación.

Al enmorrillado cuarto, musculado y con presencia, de más caja que perfil, le faltó algo de cuello para terminar de humillar en las verónicas del recibo de Roca Rey, muy seguro a pesar del viento y de la falta de ritmo en la embestida. Con chicuelinas y tafalleras quitó Andrés con inteligencia, dejando la media altura como mínima exigencia para no lastimar el fondo del toro, rematando con una larga para comprobar hasta dónde se iba Caporal en los finales. Pero no fue éste el mismo que los anteriores, y hubo que sacarle las arrancadas de una en una y sin la menor transmisión. Se metió en los terrenos del toro en el final de trasteo, pero fue la sensacional estocada argumento suficiente para pasear el primer trofeo de la tarde.

El viento y la embestida encendida y sin tregua del hermoso girón que hizo quinto complicaron las cosas a Castella en el saludo. Le ajustó Sebastián las chicuelinas en el quite, pero la falta de ritmo deslució el trance rematado con revolera. Destacado fue el tercio de banderillas de Rafael Viotti. Sin enmendar el sitio comenzó Castella la labor con un toro que soltaba la cara a diestras y la colocaba con calidad a zurdas. Buscó la quietud y el asentamiento de plantas Sebastián, en detrimento, tal vez, de la pulcritud, pero supo tocar con precisión y vaciar con colocación para no desfallecer el trasteo. Y le conquistó la voluntad con rapidez, porque ya no soltó la cara por el pitón derecho, por donde tomó la tela con largura en un derechazo eterno tras el cambio de mano del francés. Y, sin embargo, bajó la calidad de la embestida y, por tanto, del trasteo cuando Sebastián tomó el trapo con la chota, pero supo remontarlo al volver a la senda derechista. Ya en terrenos del animal, hizo un alarde de seguridad el galo para permanecer en el sitio del hule con el toro a menos pero lejos de estar entregado. Valor de Sebastián, que gobernó las arrancadas en los circulares invertidos que epilogaron el trasteo. Pero todavía quedaban manoletinas de un Castella borracho de torear y una estocada trasera que fue suficiente para pasear las dos orejas.

El fino sexto le repitió con buen son en el capote a El Payo, que lo meció en media docena de verónicas de buena factura, manejando muy bien los vuelos del percal. Muy metido en su idea salió Octavio con la muleta, fijando con el doble toque en la distancia al animal, perdiendo un paso después para que ganase inercia y saliendo airoso del trance tras el desdén garboso. Le costó al animal repetir en la franela y a El Payo cogerle el pulso para ponerlo en ritmo, pero no desfalleció en el empeño y logró que humillase con profundidad en varios muletazos sin continuidad. A media altura debieron ser los naturales, sin el empleo necesario en el toro para que aquello rompiese. A menos fue la entrega del temperamental astado de Los Encinos hasta que se hizo imposible brillar en el toreo profundo, por más que porfiase Octavio con mucho sentido de la lidia. Mal con la espada, en silencio concluyó la labor del queretano.

Con suavidad y compás salió Roca Rey a saludar al séptimo, al que tuvo que variarle las verónicas con chicuelinas de mucho ajuste, dejando al toro un tiempo para que respirase entre los lances. Por alto inició su labor Andrés con la muleta, comprobando que venía mejor que se iba y que no contaba con la calidad de otros arrastrados en este festejo. Se derrumbó, además, el animal, claudicando antes de tiempo y sin dar opción al peruano. Le dio tiempo al animal, le ofreció la tela con fe y le trazó con lentitud cuando quiso tomarla el de Los Encinos, pero no había transmisión ni entidad en el bicho para que pudiese Andrés construir la faena. Por eso decidió regalar un toro en mitad de la faena.

Y tampoco el de regalo, con el hierro de Los Encinos, pareció acudir con entrega al percal que le presentaba Roca Rey, que tuvo que ponerlo todo para encontrar la transmisión. Por la espalda se lo pasó en el inicio, tirando de valor ante la devanadera de cara suelta que era el animal. Mucha firmeza la del peruano para esperar la arrancada en cada muletazo, citando siempre por la renuencia del bruto, ante el que siempre buscó Andrés la quietud y el trazo hasta que encontró también el ritmo a base de exponer con fe. Mucha pausa ofreció entre tandas, cuidando mucho el fondo del cárdeno informal. Se revolvió, tiró cornadas en los finales más que puntear y hubo de recolocarse Roca Rey ante la rebrincada llegada, encontrando la conexión con el tendido en las cercanías. Pero la violencia de los derrotes desarmó al peruano, levantando protestas airadas en la grada. Lo puso todo Andrés ante el áspero cárdeno, pero no hubo forma de encontrarle la senda del triunfo. Un pinchazo y una estocada dejaron la valoración en silencio.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza
de toros Monumental de México. Segunda parte de la Temporada Grande
Internacional. Corrida de toros mixta.  Más de tres cuartos del tendido numerado.

Un toro
para rejones de El Vergel y seis de Los Encinos para lidia a pie. Boyante y codicioso el buen primero; repetidor y obediente el codicioso segundo; de gran ritmo y temple con la fuerza justa el buen tercero; deslucido y sin fondo el cuarto; obediente y con transmisión a menos el girón quinto, de arrastre lento; exigente y de escaso ritmo el temperamental sexto; sin entrega ni fondo el deslucido séptimo; áspero, violento y complicado el informal octavo de regalo.

El rejoneador Jorge Hernández Gárate: ovación. 

Sebastián Castella (grosella y oro): ovación tras aviso y dos orejas.

El Payo (lila y azabache): ovación y silencio.

Andrés Roca Rey (sangre de toro y oro): oreja, silencio y silencio.