EL APUNTE DE JUANGUI EN BOGOTÁ

Libertad y desorden


lunes 23 enero, 2017

Lo que sucedió en la Santamaría fue una expresión de libertad y desorden, para hacer un símil con la desprestigiada promesa de nuestro escudo patrio

Lo que sucedió en la Santamaría fue una expresión de libertad y desorden, para hacer un símil con la desprestigiada promesa de nuestro escudo patrio

JUAN GUILLERMO PALACIO

De ningún otro logro puede presumir más el ser humano que de la libertad. El libre albedrío y la libertad de pensamiento y de elección son construcciones sociales por las que humanidad ha tenido que pagar precios muy altos.

El hombre tuvo que superar al resto de seres de la naturaleza; debió desarrollar los sistemas cerebral y motriz, construir lenguajes y crear tecnologías que le permitieran tener control sobre las condiciones de producción. Tuvo que superar la influencia de dios, el imperialismo y el absolutismo para poder consolidar la democracia. La Revolución Francesa significó la conquista de la libertad (para comerciar), la fraternidad y la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Todos esos avances nos han permitido superar estados de opresión y de autoritarismo.

La imposición de modelos de comportamiento y de sistemas ideológicos es la esclavitud más penosa a la que puede ser sometida una sociedad. El nazismo pretendió el exterminio de un pueblo. Los logros sociales de los que puede enorgullecerse el comunismo (tasas de alfabetización, nutrición y atención en salud) pierden su peso cuando las personas son sometidas a oprobiosos sistemas de espionaje y control.

Por eso, cualquiera que fuese el resultado de la corrida de hoy en Bogotá, ya se sabía que el seguro triunfador era el hombre moderno. El derecho de tres jóvenes valientes –Juli, Bolívar y Roca Rey- de caminar el ruedo de la Santamaría para desplegar su saber y de diez mil personas de admirarlos, son a todas luces actos de reivindicación de la libertad.

Ellos estaban ahí gracias a un llamado que sintieron desde niños o adolescentes. Los que copábamos los tendidos, motivados por una afición. Los antitaurinos, por el derecho a expresar sus ideas libremente. Pero el límite de la libertad es el irrespeto a la opinión y a los gustos del otro y el desacatamiento de la ley y de la Constitución.

La agresión verbal y física (ataques con objetos corto punzantes, pinturas, excrementos, golpes y hurtos) es la manera como se expresan los antitaurinos que no tienen capacidad de argumentar ni disposición para llegar a acuerdos. Detrás de ellos, políticos oportunistas azuzan la hoguera. Uno de ellos, extrañamente, alguien que durante años combatió violentamente al Estado porque le negaba espacios de participación. Son los mismos que exigen justicia –¡con razón! – ante el exterminio del que fue objeto un sector afín a su pensamiento.

Las corridas de toros son para este tipo de «demócratas” un caldo de cultivo para promover la lucha de clases y alimentar sus odios y su apetito electoral. No tienen antecedentes animalistas en su discurso. Contradictoriamente, claman por la integración social en los discursos que defienden el proceso de paz.

En mi pequeño entorno, algunos conocidos se indignan ante las posiciones xenófobas e intolerantes del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. De forma paralela (y extraña), atacan con voracidad la expresión de una minoría seguidora de una expresión cultural que no es de su agrado. Por un lado, defienden el respeto a la diferencia y por este la quieren exterminar.  

Lo que sucedió en la Santamaría fue una expresión de libertad y desorden, para hacer un símil con la desprestigiada promesa de nuestro escudo patrio. Por situaciones como las de hoy, en este país la libertad parece ser un asunto de conveniencias. Algo que no debe extrañar, pues el cóndor continúa el camino a la extinción, Colombia importa la tercera parte de los alimentos que consume, Panamá ya no es nuestra y el oro hace rato que no nos pertenece.

 

FICHA DEL FESTEJO

Temporada taurina de Bogotá 2017. Primera corrida. Domingo, 22 de enero. Tarde despejada y calurosa. Lleno. Se lidiaron toros de Ernesto Gutiérrez, cuatro de muy aceptable presentación para el encaste; dos de menor trapío. Cuatro dieron buen juego –fijos, prontos, humillaron y persiguieron engaños–; dos no.

El Juli estuvo muy técnico, pero con menos lucimiento que en otras temporadas. Cuando los toros no rompen, a él le cuesta. Luis Bolívar obligó, ligó y toreó con suavidad, aunque desplazando a sus toros hacia afuera. Roca Rey compensó sus limitaciones en el toreo fundamental con un juego de cartas de emociones fuertes irresistibles para cualquier público.

El Juli: silencio y vuelta tras saludo.

Andrés Roca Rey: saludo y vuelta en el de confirmación y dos orejas.

Luis Bolívar: palmas y oreja.