Casi dos meses. Del 15 de marzo al 3 de mayo. Esos son, por el momento, los dos plazos de admisión de ofertas que lleva el concurso para la adjudicación de la plaza de toros de Las Ventas. Con el primero, el nuevo adjudicatario -que puede repetir- sería público antes de que diese comienzo la Feria de San Isidro. Con el segundo, el Centro de Asuntos Taurinos se empeña en asegurar que no variará el plazo de adjudicación, pero el fallido primer intento de puesta en marcha del concurso advierte del peligro de una nueva alegación que alejaría -por una simple cuestión de plazos administrativos- la concesión del tiempo y forma que se pretende. Y, con ello, pone en jaque los meses de junio y julio. No por deseo del CAT; sino por una burocracia que funciona de una forma muy alejada de como se hace en el toro.
Al menos, y después de algo más de quince días de aparente parálisis en el proceso, hay un nuevo documento público que varía algunas de las condiciones para valorar la solvencia de los aspirantes y los 10 puntos asignados a la promoción en el mundo rural, cuya retirada del texto -por orden del Tribunal Administrativo de Contratación Pública- ha propiciado que sea el apartado de programación el que pase de premiarse con 25 puntos a que sean 35 los que se pueden sumar con las propuestas. Con esos cambios básicos, será el 3 de mayo cuando finalice el plazo de presentación. ¿Qué ha variado del concurso inicial después de la denuncia administrativa? Pues… nada.
Rectifico. Ha variado un elemento importantísimo para el aficionado: de haber nueva empresa a los mandos, deberá trabajar sin tiempo para organizar un verano venteño acorde a lo que exige el pliego. Eso, claro está, si no se produce ningún contratiempo más, porque eso sería el puntillazo final al estío de Madrid. A no ser, claro, que el adjudicador, por la vía de la urgencia, plantee una permanencia de la actual empresa hasta el mes de octubre aduciendo -y no se equivoca- que es mucho más fácil para quien está gestionando continuar haciéndolo tres meses más, que la llegada de una entidad nueva que no tenga ni el tiempo de aterrizar. Desconozco si eso es posible, pero un dato apoya la suposición: hay corridas compradas para este año por la empresa para después de San Isidro.
Eso no es indicador de fraude, sino de previsión, pero también es argumento para rubricar nuestra tesis. Es mucho más difícil que una nueva empresa haya comprado -o apalabrado- encierros que lo haya hecho la actual, para la que es fácil dejarlo hecho al comprar las corridas de este año. A ello se unen las declaraciones de algunos de los empresarios más solventes y representativos del sistema, que descartaban participar en el concurso si no se aplazaba a octubre la adjudicación de la plaza. Y es que el verano es el que provoca que tu cuenta de resultados empiece de una forma o de otra según cuándo dé inicio tu ‘mandato’.
Por eso es importante el detalle de los plazos. Y por eso lo es más que la burocracia vaya jugando en contra de los aterradores meses de junio y julio, para los que aún no se ha dado con la tecla de la rentabilidad. Al menos, de la rentabilidad propia de una plaza como Madrid, a la escala de esos grandes inventos que son las ferias de San Isidro y Otoño. Ahí todo el mundo quiere jugar. O, al menos, empezar jugando una de ellas para amortiguar el interregno.
Y mientras tanto, los 6.000 de todos los domingos a soportar el hormigón.