MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO
MÉNDEZ
Se encerraba con seis toros con el hierro de Adolfo Martín
esta mañana Sebastián Castella en Nimes. Un acontecimiento era la corrida,
tercera de abono de la Feria de la Vendimia de Nimes. El Coliseo en pie ovacionó a Castella mientras hacía el paseíllo.
De importante reata venía el Baratero que abrió plaza, entipado y generoso de palas pero escaso de perfil, con los pitones apuntando al cielo y la humillación de viaje corto acusada en el percal de Castella, que interpretó la verónica de brazo recto con mucha personalidad. Con muchísima suavidad bregó Morenito de Arles y brillante anduvo Antonio Chacón en banderillas. Mucha serenidad tuvo Sebastián con la muleta, porque siempre pensó que el fondo del cardeno iba a dar para más. Hubo muletazos buenos con la mano derecha, templado siempre en las formas, parsimonioso el francés, pero nunca la conjunción necesaria para que rompiese el trasteo. No había raza en el toro para ligar las tandas. Incluso a zurdas, por donde buscó Castella las sensaciones de Madrid, se entregó más el galo que que animal. Entre el molesto viento entró a matar sin suerte para escuchar silencio.
El horrible segundo, como camargués de pitones y acarnerado de expresión, no quiso entregarse al percal de Castella, al que le molestó mucho el viento en la lidia que culminó con un recorte encaderado y de mucha torería. Brillante estuvo Marco Leal en banderillas, donde saludó montera en mano. Al artista Santiago Botero fue el brindis, y a las tablas se agarró para iniciar faena por alto, casi sin espacio para que pasase y con tremenda seguridad, con la primera ovación cerrada. Repetía el toro, y humillaba con profundidad y transmisión en las series largas que le exigía Castella con absoluta confianza. Ligado y reunido con la mano derecha, exprimiendo la calidad y la largura de la gran embestida; a ramalazos de genialidad al natural, con un cambio de mano sublime entre los muletazos por abajo, para reventar la clase de Carpintero. Sensacional Sebastián. Había que matarlo y lo mató el francés, pero marró con el descabello y en una oreja quedó el botín.
Más colocado de cara estaba el tercero, de lomo recto y seria expresión, pero le costó más desplazarse en el capote de Castella, que lo lidió por abajo hasta los medios con mucha suavidad, cuidando mucho el celo. Y comenzó respondiendo y obedeciendo a los toques suaves del galo el de Adolfo, que fue a menos durante la faena, orientándose desde los derechazos encajados para sacar una aspereza que se fue transformando en violencia. Pero no decreció la firmeza de Sebastián, que logró que continuase en el trapo y sacase el fondo para embestir. Muy metido el francés, serio en el planteamiento y fresco de ideas en las soluciones. Lástima de pinchazo previo a la estocada, porque había tenido solidez e importancia la faena de Castella. Ovación tras aviso.
Similar en el tipo al segundo fue el cuarto de la tarde, que no tuvo especial entrega en el percal, pero al que lució Castella en varas un poquito más largo en la colocación, ordenando al caballo que se fuera a la puerta de los Cónsules, hasta donde se fue con alegría desde los medios entre la ovación del público. Gran puyazo, además. En la muleta no sirvió el animal, no por acusar los tres puyazos -que lo hizo- sino porque no tuvo fondo para irse del embroque hacia adelante. Se quedó debajo del trapo, perdió las manos y demostró informalidad y falta de empleo. Pero no desistió Sebastián, que tiró de pulso supremo para torear muy despacio la arrancada caminando con firme diestra templada. Sueve pero firme en el embarque, templadísimo en el trazo y mandón para vaciar la embestida mucho más allá de donde quería el de Adolfo. Tal vez se excedió en el metraje y sonó el aviso justo cuando dejaba una estocada contraria. Esta vez sí acertó con la cruceta el francés, pero no dio más que para saludar una ovación.
Guapo y bien hecho era el Madroño que hizo quinto, que salió con el pitón izquierdo como una brocha y sin ritmo para permitir a Castella que se estirase con el percal. Se limitó a lidiar por abajo con mucha solvencia. No fue nada fácil poner en ritmo la embestida del Adolfo, que luego sacaba cierto desliz a diestras, pero lo vio claro Castella desde el principio a la hora de construir el trasteo. Supo enganchar adelante, supo perder pasos cuando lo requería el toro y ganarlos cuando era menester, todo reunido, todo ligado a pesar de que no hubo franqueza ni movimiento en el toro. Libró con firmeza las ásperas tarascadas que dejaba el animal, que luego tenía profundidad cuando el muletazo iba hacia adentro, y eso le aprovechó Sebastián, siempre por abajo en la mano derecha. Una serie, ya al final de la labor, dejó el toreo en lo alto con los flecos a la rastra, profundos y mandones, con el cambio de mano imperioso y el de pecho monumental. Media estocada tendida basto para cortar una oreja tras aviso.
Enmorrillado, apretado de carnes y largo de lomo era el sexto, astigordo y desentendido de telas, por lo que le costó acudir, en arrancada corta, al percal que le ofreció Sebastián Castella. Y manseó con insistencia el animal en varas -hasta cuatro tomó sin empleo-, a lo que respondió el público francés con un abucheo constante. Bruto el toro en el inicio, con un Castella sereno ofreciendo suavidad y hasta gusto en dos trincherazos como si fuera bueno. Vertical el francés, buscando siempre la magia de su mano izquierda con una serenidad pasmosa ante el insulso y deslucido Adolfo, obediente pero sin transmisión, ni recorrido, ni clase. Le buscó siempre el muletazo bueno, el trazo sentido y el final más conector con su propia tauromaquia, aunque no tuviera virtud para tomarlos el animal. Pero volvió a fallar con la espada, su rémora en la tarde, y en una ovación se quedó el premio.
FICHA DEL FESTEJO
Coliseo de Nimes. Tercera de la Feria de la Vendimia.
Corrida de toros. Casi lleno en los tendidos.
Seis toros de Adolfo
Martín, en tipo y parejos en las formas. Sin raza ni chispa el soso primero; humillado y con entrega y clase el gran segundo, ovacionado; áspero y a menos el brusco tercero; de viaje corto y sosa arrancada el cuarto; exigente y serio el informal quinto; deslucido y sin entrega ni recorrido el sexto.
Sebastián Castella (fucsia y oro) en solitario: silencio, oreja, ovación tras aviso, ovación, oreja tras aviso y ovación tras aviso.