Fernando Tendero ha demostrado que no merece ser olvidado. El pasado mes de abril, la única bala que tenía en muchos meses la aprovechó con creces en la localidad ciduadrealeña de Tomelloso.
Ofreció una tarde de peso y poso frente a su lote de Ojailén y Javier Gallego -Domecq y Veragua- y demostró estar preparado para las Ferias y, sobre todo, listo para que lo vea Madrid, la plaza de los sueños de todo torero y en la que ya va más de una década sin que le dé la oportunidad de torear.
Fueron cuatro series las de Fernando Tendero a su primero y otras cuatro a su segundo en las que el cuajo, la enjundia e incluso el barroquismo en algunas de ellas se fundieron en dos obras sublimes que, además, se pudieron ver en directo por las cámaras de Castilla-La Mancha Media.
Fueron dos faenas que lo volvieron a poner en boca de los aficionados y que, moralmente, lo impulsan en un año en el que, por su momento y por su entrega a la profesión, merece una oportunidad. Y el capote, porque le sopló media docena de verónicas a su primero que fueron canela fina.
No hay próxima. No hay siguiente. Y eso es duro en un torero joven. La siguiente es el entrenamiento diario, la lucha, la superación, el que la mente no decaiga, a pesar de llevar diez años pidiendo un hueco, ¿qué más hace falta?