Visto el resultado final de la corrida que echó Moisés Fraile al ruedo de Las Ventas este martes isidril, bien podría titularse esta crónica simplemente sin perdón. Sin perdón para los que se dejaron escapar las embestidas como agua entre los dedos por esperar un acople y buscar el ritmo entre las teclas de un encierro que embistió mejor sin inercias que buscando la ligazón. Mejor con un tiempito que se adecuase al ritmo bueno que muletear y muletear sin decir mucho y terminar entendiendo que algo se te ha quedado por decir en cada tanda.
Un encierro variado, con una carga genética enorme de las reatas que le han dado forma a la vacada de El Pilar. Seis toros con embestidas distintas y diferentes formas, pero con un denominador común que en esta casa es religión: que el toro embista con clase. Y, si puede ser, despacio, pero tan despacio a veces que resulta muy complicado dar con el pulso que demanda el toro. Y estos no te lo perdonan. El animal de El Pilar, tal como lo concibe Moisés, cumple con su entrega sin perdón. Aquí no vale el error ni rehacerse después de salirse de la faena. El Pilar no tiene perdón con el que se pone delante, aunque no le quiera quitar el corbatín, ni le pegue tarascadas; su forma de castigar al de enfrente es volverle la espalda como si estuviera huyendo del tedio que le dan. Y eso no es habitual. Ni cualquier torero lo soporta.
Lo hace un Javier Cortés que casi pierde un ojo la última vez que pisó este ruedo y hoy lo abrazaba Las Ventas con una sonora ovación. Lo soporta porque tiene el don del temple que le pedía el primero, toro con el morro a la rastra pero el ritmo escaso hasta que el torero Cortés comenzó a serlo con él. Saco fondo y sacó fuelle cuando le viajó por la arena la zurda de Javier, convencido de que hoy era el día de que se abriese el portón. Acertó el madrileño en las doistancias, pero sobre todo en las pausas que ofreció. Y supo que un paseo a tiempo dejaba el fondo del pilarón listo para exigirle más. Con la estocada fulminante, poco habitual en él, dejaba abierta una hoja de la puerta soñada y ya estaba con el público a favor.
Pero la oreja lograda no consiguió reunirse con su par en el cuarto, un toro viejuno en la expresión y en la edad que notó mucho sus casi seis años hasta que la vara magistral de Óscar Bernal lo dejó suave para que lo moldease Javier. Toro de pitón zurdo, de arrancada franca y humillación espontanea justo antes de reducirse y embestir despacio y hasta el final. Llegaron dos series que parecieron tocar la gloria de Las Ventas, pero cualquier meta que se hubiera fijado Javier se quedó enterrada en los pinchazos que se sucedieron Mira que lo había tenido cerca.
Los demás toreros de un cartel con más predicamento en el aficionado que afluencia en el tendido dejaron debiendo demasiadas cosas para volverse satisfechos al hotel. El colorao segundo, astifino desde la cepa -de forma casi antinatural-, planeó en los muletazos como si fuera avión, pero este Tomás Campos de hoy tenía poco que ver con el que encandiló a Madrid con aquella corrida de Las Ramblas. Y puede que tarde en volver, porque se va sin una mísera ovación tras dos tardes de una imagen regular.
No le fue mejor a un Francisco José Espada que buscaba asentarse entre las urgencias de su situación y terminó sin servirle un lote de tocar pelo por acortar las distancias cuando el sexto las quería menos cercanas y penalizaba lo que estuviera fuera de su exigencia de rigor. Lo de la carnicería final con el descabello era perfectamente evitable. Mucho más cuando cabe alabar un encierro que incluso para los que más torean resulta exigente.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Tercera de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Media entrada.
Toros de El Pilar. Toro serio y de embestida importante el primero, a pesar de lo descompuesta al principio y más obediente al final; necesitó mando la profunda embestida del segundo para sacar todo su potencial; de encendida codicia el importante tercero; pesaron mucho en la muleta las ralentizadas embestidas del cuarto; menos claras fueron las embestidas del quinto; obediente, enclasado y boyante el buen sexto.
Javier Cortés (negro y oro): oreja tras aviso y palmas tras aviso.
Tomás Campos (grana y oro): silencio y silencio tras aviso.
Francisco José Espada (espuma de mar y plata): ovación y silencio.