A la fiesta del Patrón no faltó casi nadie. De hecho, un lleno aparente en los tendidos presentaba una imagen de Las Ventas como escenario ideal donde desarrollar el rito sacrificial del toro bravo. Las casi 20.000 personas que poblaban los asientos llegaban -en su mayoría- después de una comida de fiesta, una sobremesa animada y tres copitas pal buche, como bien manda San Isidro. «Que no lo vendan», me dirá alguno, y yo suscribo. La alegría en los tendidos es algo que no debe perderse en un rito al que se le llama fiesta, pero tampoco esa fiesta puede olvidar que en el ruedo se celebra un rito, porque corre el riesgo extremo de convertir la fiesta en una verbena. Hoy, día del Patrón, a Madrid le pareció mejor la verbena que el rito.
Y no es que no llevemos una racha de deriva peligrosa desde que comenzó la temporada, con un par de chavales que ni en sus mejores sueños se vieron en ese umbral de Alcalá y un carro de orejas paseadas como si la plaza más importante del mundo fuera la del huevo frito -porque todo el que va, moja-. Desde que abrimos este año del regreso, ninguna de las plazas que solían tener personalidad se atiene a su idiosincrasia, y eso es muy peligroso, porque terminamos confundiendo el choped con el jamón. Y una cosa parecida sucedió en Las Ventas la tarde en que debutaba El Parralejo en Madrid con una corrida de toros.
Lástima que don José Moya no viese embestir a ese primero, bravo como un tejón, con entrega y con calidad, con el viaje justo, pero con transmisión para que estallase la caldera de Madrid. Igual que el sexto, que tenía menos chispa, pero tal vez más calidad y una humillación de caminar lento que transformaba en minutos los segundos que duraba el muletazo. Ambos, los dos mejores de un encierro variado en pintas y hechuras, los enlotó Curro Díaz en su única tarde en esta feria. Uno por suyo, el primero, y otro porque un Ginés Marín herido tuvo la mala fortuna de no verse delante de él.
No es Curro Díaz torero de apretar mucho a los toros, ni de buscarles el fondo, ni de medirles el viaje. Lo suyo es otra cosa, mucho más personal y mucho menos entregada. Porque en el rito sacrificial del toro bravo, cuando te sale uno, estás obligado a entregar tu vida a la conjunción con él o a convertirte en una caricatura de eso que todo el mundo quiere ser. Y cuando eso ocurre todo se convierte en una verbena donde el que sabe que no ha entregado trata de mostrar que sí a todos aquellos que no lo han sabido ver. Y también a los que sí. Pero ya tiene una edad el torero jiennense para ponerle un porcentaje a la rentabilidad del despojo de hoy. ¿Es esta su mejor versión en esta plaza?
Tampoco lo es la que dejó Álvaro Lorenzo con el quinto, en el que hay que rebuscar mucho en la memoria para acordarte de algún pasaje de su faena de oreja. Te acuerdas de la estocada -de premio, oiga- y porque fue lo último de ver. Lo demás fue el paseo de una oreja sin que nadie acierte muy bien a saber cómo había llegado a su mano. Ni cómo el toledano, el año de su peor colocación en San Isidro, sea a esta hora el que más ha toreado -junto a Luque- y el triunfador de la feria, por más que esta de hoy llegase el día de la verbena.
Para el que la verbena no fue tan divertida fue para Ginés Marín, al que el tercero le caló el muslo de parte a parte sin haberle dado tiempo aún a madurar la estructura. Se empeñó en quedarse en el ruedo mientras la sangre le manaba hasta el pie, pero no había fondo en el del Parralejo para andarse jugando el pellejo. Sí lo había en el sexto, dicho está, pero a esas horas tenían el muslo de Ginés abierto en canal en la enfermería. Otra vez será, porque hoy fue el que se zafó de la mentada verbena.
Habrá que vigilar mucho a quienes se suben al palco, pero el problema está más en los pañuelos del tendido, porque si la mayoría lo saca, al presidente no le queda más remedio que acceder. Aunque el que vaya a pasearla -se han dado casos- haya estado como la mismísima chata. Y es por eso que igual hay que darle una vuelta a los premios de Madrid.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Octava de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Más de tres cuartos de entrada.
Seis toros de El Parralejo y uno, el segundo bis, de José Vázquez, justos en la presencia y con la raza al límite. De gran calidad y entrega con el viaje justo el bravo primero, ovacionado; devuelto el segundo por flojo; anodino y sin transmisión el noblón sobrero segundo; sin entrega ni clase el mansurrón tercero; informal y distraído el protestón cuarto; obediente y con cierta entrega el manejable quinto; con fondo de clase y un viaje a zurdas de tremenda calidad el buen sexto.
Curro Díaz, ovación, silencio y
Álvaro Lorenzo, que sustituía a Emilio de Justo, silencio tras aviso y oreja.
Ginés Marín, ovación y herido.
CUADRILLAS: Lipi se desmonteró tras parear al cuarto.
PARTE MÉDICO DE GINÉS MARÍN
Herida por asta de toro en 1/3 medio de muslo derecho, con orificio de entrada por cara anterior y con dos trayectorias: una ascedente de 25 cm. que alcanza anillo inguinal y contusiona arteria fernoral, y otra transversal de 20 cm. que lesiona el recto anterior y presenta orificio de salida en cara lateral del muslo. Es intervenido quirúrgicamente bajo anestesia general y trasladado al Hospital La Fraternidad Muprespa Habana Pronóstico: GRAVE
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO