JAVIER
FERNÁNDEZ-CABALLERO
Hay que
tener la entrepierna valiente y la patata muy gorda para, siendo el torero que
todos alaban y la moda que ojalá sea permanente, hincar las rodillas hacia
aquel que siempre has admirado. Hay, pues, que ser muy valiente para hacer de
la humildad arma letal contra el enemigo y sacarla a relucir cuando el sistema
menos lo espera. Y brindarle a un tío que vio cómo la vida entera y
verdadera puede resumirse en seis minutos y diecisiete muletazos.
Diecisiete glorias de un rosario que, seis años más tarde, se perdió en el
maldito olvido de quienes le deben una en la otra vida a un maestro ausente
pero presente en la personalidad de toda una generación. Hay que ser
Paco Ureña para brindarle a Juan Mora después de romperse a torear por la mano
de la verdad a un toro de Adolfo Martín.
Hay que
soñar con materia terrenal cada noche para, sabiéndose aún el tieso que
recorría Andalucía en búsqueda de la pureza errante, acordarse del personaje
que siempre ha admirado cuando empieza a ver un duro en su vida. Hay
que tener en las entrañas la llave de la verdad para sacarla con la pureza con
la que desencadenó su interior Ureña en el segundo. Y esa llave y esas cadenas
se rompieron cuando su alma dictó al natural un recital de toreo caro. Y sintió
Paco el tacto como escarpia. Y la vista limpia, sin lagrimones porque ya no
hacen falta. Y el alma soñando y el corazón latiendo.Hay que tener
todo eso para torear como Paco Ureña al toro íntegro.
Hay
también que tener la mente gélida, las manos avispadas, las piernas ensogadas,
los pies barrenados, el tacto como una escarpia y el sabor de lo insípido muy
latente para romperse al natural como lo hizo Ureña. Un Paco que pensó en
caliente creyendo en sí mismo, hundió los gemelos olvidándose de los puñales
del cárdeno, atornilló las falanges relajando el tronco, suavizó el vello disfrutando
del momento y pecó de atrevido cuando se cruzó sobre la muerte. Entonces,
en ese momento del segundo en el que la locura atropelló a la razón, toreó en
Soria como jamás soñó de tieso. Y se enriqueció un poquito más para avanzar
en la línea que ayer le era imposible y mañana le será insuficiente.
Como
demostró un presidente que no debe saber mucho de qué va esto de Saltillo.
Porque tenía pinta de calles el cuarto titular y de hoyo, pico y pala el bis
que lo sustituyó con Morenito callando ante la desfachatez. Y no, no era
alteración de orden público lo que vivió una plaza que gritó a garganta llena
su ignorancia e hizo menos respetable su condición pagadora. Porque
aquel toro jamás debió ser devuelto incumpliendo un reglamento que a estas
horas el palco justificará como un intento de evitar la alteración del orden
público. Ese que jamás hubo ni se le acercó. Ese que tuvo el moreno de
Aranda cuando finiquitó al deslucido cárdeno segundo de su lote y ese que
sintió cuando no le pudo dar ni uno al segundo.
No tuvo
alteración, sin embargo, el asiento de un Martín Escudero que no se acopló a
los toros de su tío. Su mente debería estar ahora en reventar de temple el
sistema que aún no ha creído en él y no en que se le fue la humillación cárdena
esta tarde en Soria. Porque tuvo gusto sin más el serrano, valor sin cabeza el
joven y mucho, mucho poder y no querer por la puñetera prisa que exige el
triunfo diario. Se relajará, seguro, el alma de Martín Escudero cuando
vea una pela entre sus manos. Y sacará lo que lleva dentro cuando la necesidad
no supere al sentimiento. La pelota está ahora en un sistema que debe tener
la paciencia que no ha tenido con otros para saber esperarlo.
Algo
que sí ha hecho con Paco, el torero de alma inquieta y el toreo puro. El torero
al que la desesperación no pudo porque, por no darle coba a la necesidad de
llenar el buche vacío, pasó hambre y sed de la justicia que llegó. Ese, el
tieso con alma de rico, fue el torero que brindó hoy el quinto a Juan Mora
diciéndole: «Maestro, hay dos toreros en mi vida que lo han
significado todo, uno el maestro José Tomás y el otro Juan Mora. La grandeza y
la pureza del toreo es usted”. Y se puso a torear. Y nadie le quitó lo
bailao.
FICHA
DEL FESTEJO
Plaza
de toros de Soria. Tercera de Feria en el Sábado Agés. Corrida de toros. Dos
tercios de entrada.
Seis
toros de Adolfo Martín, reservón el primero, con calidad y
humillación el segundo, también humillado el tranco del tercero, deslucido el
cuarto bis –fue devuelto antirreglamentariamente el titular porque el público
protestó su presencia-, a menos el desfondado quinto, con calidad el sexto.
Jesús
Martínez «Morenito de Aranda”,silencio y silencio.
Paco
Ureña, dos
orejas y silencio.
David
Martín Escudero, silencio y silencio.
FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ