EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Delicias granaínas


martes 22 junio, 2021

No hubo que esperar a la merienda, entre el tercer y cuarto toro, para que en la Monumental de Frascuelo se saborearan auténticas delicias toreras

No hubo que esperar a la merienda, entre el tercer y cuarto toro, para que en la  Monumental de Frascuelo ( también desde casa y por la tele) se saborearan auténticas delicias toreras, esas que entran por los ojos, se degustan en el paladar y engolosinan el alma.

Para lectores despistados -que haberlos, haylos- decir que desde este “Tendido de los sastres”  en el que aleatoriamente me asomo, no se pretende una crónica al uso, que para ella está el espacio pertinente. Es sólo un apunte.

Y el apunte, esta tarde, tiene que ver con los tres toreros (los toros, con matices, no tanto), porque los tres han dado motivo para ello, dejando delicatessen varias.

Morante, tras la merienda, se sumó a la fiesta y en su segundo turno dejó una faena de perfecta arquitectura y bella resolución. Construida poco a poco, hubo muletazos profundos y mandones- el toro así lo que requería- salpicados de perfume y torería impar, que fue recuerdo gallista en la forma de cuadrar al toro para la suerte suprema.

Pletórico- también en lo físico o tal vez a consecuencia de ello- está Manzanares, como se está comprobando en cada una de sus actuaciones. Además, diría que en este año de efeméride y homenajes, torea “en el nombre del padre”. Y así,  en las dos faenas, de distinto corte- comprometida la primera, rotunda la segunda (lástima que el estoconazo recibiendo hiciera guardia y le dejara sin el doble trofeo, ganado a pulso y con pulso), el alicantino cuajó series y muletazos de enjundia y con el sello de la casa.

Y qué decir de Pablo Aguado. Verónicas lentas- y qué dos medias con sello propio en el quite al quinto- , chicuelinas sabrosas, toreo de mano baja y rodilla genuflexa, redondos y naturales de ritmo y compás, trincherillas y molinetes…eso y más expresado con tanta naturalidad como sal de su bendita tierra. Ver torear a Aguado es árnica para estos tiempos convulsos.

Tanta belleza requería su lugar. Y qué mejor que Granada.