Tarde de máximo compromiso para el portugués Juanito, que llegaba a la plaza de toros más importante del mundo para confirmar su alternativa. Como padrino, un Daniel Luque impecable y en estado de gracia en la tercera y última comparecencia en este San Isidro y un José Garrido de testigo que hacía su único paseíllo de este serial. En chiqueros, una seria corrida de toros con el hierro de Valdefresno.
Juanito estrelló la ilusión de su confirmación con el soso primero
La fría salida del lisardote primero, tan acodado en su cuerna y cuesta arriba en su fina estampa, no permitió que Juanito se estirara a la verónica. Sin embargo, tras dos puyazos en los que el toro se durmió bajo los petos, Daniel Luque pudo comprobar el suave viaje de su embestida en dos lances de buen corte. Se deslizó igual en los primeros muletazos por bajo del portugués, desoyesde la ceremonia de confirmación, aunque el viento molestó e hizo que los pitones tocarán las telas, algo que el toro protestó enseguida, avisando que el temple sería crucial. Tampoco toleró el toro los toques fuertes, a los que respondió con deslucido calamocheo en su ya corto recorrido. Insistió así Juanito, tratando de estirar los viajes motivando con la voz y la muleta pulsada, pero fue cuando acortó las distancias, y sin adelantar el engaño, que consiguió ligar tres embestidas seguidas, templadas y rítmicas, pero tan escasas para sumar en Madrid. Los pinchazos también restaron y dejaron su esfuerzo en un silencio tras aviso.
Luque no consigue corregir al grosero segundo
Molestó el viento en el saludo capotero de Daniel Luque al bonito segundo, al que faltó remate (y cuello) tanto como empuje en el caballo. Hubo de esperarlo mucho Daniel muleta en mano, pues además cantaba su contado poder en ese pasar rebrincado y sin celo, pero que se convertía en violenta la escandalosa protesta cuando las telas iban por arriba. Luque quiso imponerse con serenidad, aguzando la firme colocación y el suave el trato (¡cómo si el toro fuera bueno!), pero el valdefresno jamás respondió con buena educación. Al contrario, sus respuestas cada vez fueron más groseras y tampoco ayudó cuando el de Gerena montó la espada, que entró al segundo intento. La sobria actuación del sevillano se valoro en silencio.
La inteligencia de Garrido se cobra una vuelta al ruedo con el rajado tercero
Presto para andarle por la cara al tercero estuvo José Garrido con el capote, pues no sólo el viento apretó en su molesta presencia, sino que el toro se revolvió pronto tras cada lance y después, en la muleta, mostró una marcada tendencia a tablas, a favor de las cuales siempre acudió con poder y un punto de aparente codicia (más bien genio, queriéndose quitar de en medio aquello que le molestaba) que aportaba emoción al conjunto, lo que supo aprovechar el extremeño para ligar allí, al cobijo de los tableros del tendido 10, dos series intensas, una por cada pitón, que transmitieron lo suyo al tendido, por lo encendidas y de mano baja que resultaron, por mucho que el toro quisiera largarse después de cada latigazo. Y se marchó (se puede leer cantando). El toro se desentendió de todo y, por mucho que Garrido porfió, no consiguió sujetarlo para volver a ligar los muletazos. Mató bien y salió rebotado, tanto como para perder la muleta y tener que salir por pies atravesando el ruedo, algo que el extraño público de Las Ventas agradeció con una ovación. Así está Madrid. Incluso saltaron los pañuelos y la ovación, tras el aviso, se convirtió en una vuelta como agradecimiento a su esfuerzo.
Luque impone su autoridad con el manso cuarto
Razón tenía Carlos Zúñiga cuando está mañana, tras el sorteo, maldecía el papelito que le adjudicó el peor lote a Luque. Y eso que al cuarto le llegaron a aplaudir su «celo» con el caballo, sin apuntar que sólo se quedó en el peto cuando no le castigaron, cargó con mal estilo y luego sus carreras tras los banderilleros sólo fueron huidas de manso hacia adelante ¡Ay, Madrid, se te echa de menos! Hubo silencio expentante cuando Daniel tomó la muleta, como si se esperase una faena a un bravo, pero el genio descompuesto a la defensiva afloró a la primera, dejando ver esa mansedumbre que muchos no intuyeron. Sin embargo, sí que sirvió para que todos se enteraran de lo que está hecho este Daniel Luque, que echó raíces en los medios para obligar al manso a guardarse sus violentas taras cadas con el poder de su muleta por abajo. Bastaron tres muletazos para que el toro se sintiera podido y eligiera la huida como solución, que ro no contó con un torero que no estaba dispuesto a bailar solo. Así que convirtió su muleta en lazo para sujetarlo en los medios, amarrarle la cara al suelo y obligarle a pasar una y otra vez, a regañadientes y, finalmente, sumiso pero sin sincera entrega. Soberbia fue la lección de autoridad del torero, que llegó a dibujar muletazos que en su dormido trazo escondieron una autoridad imponente. Mérito absoluto del torero, aunque algunos prefirieron, todavía, aplaudir al manso. Los cabales obligaron a Daniel Luque a saludar una mercancida ovación tras el aviso.
Tampoco Garrido puede enderezar la mansada
Aprovechó Garrido las sueltas arrancadas del quinto para dibujar los lances de mayor calado estético de la tarde, un par de verónicas para parar al toro y dos chicuelinas tras su paso por las cabalgaduras. Pero, ya con la muleta en mano, la falta de raza del toro no iba a permitir tampoco muchas florituras, pues en los medios acusó falta de celo y deseos de marcharse a las tablas después de perder el interés en cada embroque y, ya al abrigo de la barrera, quiso defenderse con mal estilo, soltando cornadas y apretando para adentro con mansa agresividad. José lo intentó, le dio siempre todas las ventajas para que se sintiera cómodo y castigó por abajo cuando pudo, pero aquello no tenía solución. El silencio lo decía todo.
Juanito prolongó la agonía de la tarde con los aceros
Cerró la tarde el burraco sexto, que tampoco apuntó nada diferente a sus hermanos de salida, sólo su capa. Y Juanito, con la voz de su padrino, Daniel Luque, atento siempre desde el callejón, buscó siempre afianzar su firmeza, primero, para intentar encauzar las descompuestas acometidas del toro después. Otorgó el portugués los terrenos de chiqueros al toro, a donde la mansedumbre le empujaba, para probar por abajo a estirar los viajes a media altura y templar ese molesto punteo en la muleta al salir del embroque. Algún muletazo salió limpio, pero la tarde y sus posibilidades de triunfo se habían desplomado como el mercurio de los termómetros en los helados tendidos. Ni se protestaron los fallos con el acero y se silenció su labor después de los dos avisos. Sólo empujaba el afán de acabar con una tarde que nació muerta en la mansada de Valdefresno. Una pena.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, decimoséptima de abono. 15.430 aficionados.
Toros de Valdefresno, impecables de trapío. Soso y sin recorrido el primero; sin fondo, clase ni empuje en sus violentas protestas el segundo; manso con genio y emoción en su tendencia a tablas hasta que se rajó el tercero; manso, deslucido y rajado fue el cuarto; manso y aquerenciado el deslucido quinto; pasó sin celo a media altu a el manso sexto.
Daniel Luque (sangre de toro y oro): silencio y ovación.
José Garrido (verde menta y azabache): vuelta al ruedo y silencio.
Juanito, que confirma alternativa (lila y oro): silencio y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO